El Premio al Derecho a la Vida 1998: Discurso de Juan Pablo Orrego 9 de diciembre en el Parlamento Sueco
El Premio al Derecho a la Vida 1998
Discurso de Juan Pablo Orrego
9 de diciembre en el Parlamento Sueco
Traduccion Luis Garrido
Señora Presidenta del Parlamento, honorables invitados, queridos amigos
Me siento verdaderamente honrado de estar aquí hoy, con todos Uds., recibiendo el Premio al Derecho a la Vida 1998. Estoy recibiendo el Premio agradecidamente en nombre mío propio, de mis compañeros del "Grupo de Acción por el Bío Bío", Christian Opaso y Rodrigo Garretón, quienes están hoy aquí presentes en nombre de las familias Pehuenches con quienes hemos estado, durante los últimos ocho años, tratando de detener la construcción de una represa en el río Bío Bío y la destrucción de su magnifica cuenca.
He venido para darme cuenta que ha sido un privilegio defender el Bío Bío, hablando por la Madre-Tierra y su arraigada gente, y se ha convertido en un trayecto espiritual, que no representa solo algarabía; ha sido una campaña dura y a veces, incluso, dolorosa.
Duchos ecólogos sostienen que cuando un ser humano defiende un bosque, un lago, delfines o tigres, son los ecosistemas o los seres quienes han encontrado una voz humana. Es un concepto hermoso y estoy seguro de que el Bío Bío fluye dentro de todas las personas que han estado defendiendo el río, su gente y esto es un verdadero privilegio. Como científico también me he dado cuenta de que la naturaleza y los humanos conformamos un continuo, para que el cuidar de la naturaleza sea cuidar de la humanidad; desgraciadamente esto también significa que si degradamos la naturaleza, nos degradamos a nosotros mismos.
Cuando recibí la primera carta de la Fundación del Premio al Derecho a la Vida, me quedé estupefacto de saber cuán identificado me sentí con el "slogan" de la Fundación, la frase de Mahatma Gandhi impresa en las entrañas de la Fundación: "El mundo tiene suficiente para satisfacer las necesidades de cada uno mas no para la glotonería de cada uno". Unas pocas décadas después de Gandhi es evidente que ni siquiera hay para la insaciable avaricia de pocos. El mercado global orientado por economistas neoliberales es un sistema basado en la degradación del medio ambiente que genera una aparente opulencia para una muy pequeña minoría -¿5% de la humanidad? Mientras genera pobreza y miseria para la mayoría. Digo "aparente" opulencia porque el nivel del sistema es el nivel de lo más bajo: en otras palabras, una humanidad y una biósfera degradada dan como resultado un planeta infeliz para todos nosotros. La opulencia no resguarda a nadie de la radiación ultravioleta o de la violencia que pervierte a la humanidad.
Lo más triste de toda esta situación es que la mayor parte de este sufrimiento y destrucción es innecesario e inevitable. Estoy seguro de que "hay suficiente para las necesidades de cada uno" en este planeta. La mejor prueba es que a pesar de la avaricia y depredación de la tierra que los humanos están provocando, la biósfera aún sostiene a los 5 a 6 billones de nosotros. Imagínense si globalmente fuésemos inteligentes, humildes y generosos, si fuéramos como pudiéramos ser, como muchos son y han sido. La humanidad podría perfectamente ser una red generadora de sinergia y bienestar para la biósfera. Soy privilegiado, aunque, solo porque los aborígenes me han demostrado este potencial desplegado de ser humano. El dilema es la situación de muchos humanos viviendo en situaciones socioculturales y ecológicas degradantes que no conocen algo mejor, quienes no saben sobre el nuestro maravilloso inmenso potencial. ¿Cómo los motiva una sola persona a trabajar para algo que no saben que existe? La orientación humana depende de la cultura y la educación. Podemos ser jardineros o destructores dependiendo de la educación que no nutre, nos priva o nos hiere. Las personas arraigadas han conocido esto por largas épocas y este es el por qué sus culturas, sus rituales, símbolos y mitos son un recordatorio constante de los lazos entre entropía y sinergia que los humanos caminan en esta terrestre realidad, de la fragilidad de la biósfera presente que sostiene la vida humana y la total relación recíproca de cuidado que se necesita para ser establecida entre los humanos y la naturaleza para lograr el potencial homeostático óptimo en ambos. En este contexto, recuerdo algo que me dijo un indio Huichol de la Sierra Oeste de México en 1985: "Nuestra cultura es justa porque es bella y es bella porque es justa". Esta justicia y esta belleza es aquello por lo que urgentemente tenemos que esforzarnos.
En este contexto que hemos defendido el río Bío Bío y los derechos de nuestros hermanos y hermanas Pehuenches. Hemos cuestionado y confrontado la destrucción del Bío Bío y de nuestros aborígenes como un síntoma de un patrón destructivo de crecimiento urbano-industrial de sociedades, en las que Chile no es la excepción. Enfrentamos un problema planetario global, un problema que de una u otra forma es peor que "vida y muerte" porque nuestro dilema real es más bien la degradación del bienestar y crecimiento de las condiciones de vida de más y más seres humanos, si no entendemos y confrontamos en su totalidad lo que nos está sucediendo. Por esto necesitamos comenzar incluyendo el "nosotros" no humanitario; reconociendo la total y absoluta interdependencia e interpenetración de todos los seres, cosas y fenómenos que conforman la biósfera. Por esto es que necesitamos humildad y una especie de conciencia cósmica arraigada que es difícil de encontrar hoy, por lo menos en las sociedades "occidentalizadas". Y este reconocimiento de unidad de multiplicidad de la biósfera no elimina la identidad de la humanidad, o identidad de humanos. Por el contrario, la diversidad es básica para el sustento de los sistemas biológicos y creo que esto se aplica también a nuestros sistemas socioculturales que nunca dejan de ser enteramente biológicos.
Me gustaría finalizar agradeciendo nuevamente a la Fundación del Premio al Derecho a la Vida. En Chile, el premio ha tenido un impacto positivo importante. Ciertamente, de cualquier manera, nos sentimos más fuertes y más protegidos ahora. Seguiremos trabajando con mayor fuerza y determinación teniendo muy en cuenta que la Tierra y el cielo son los límites del reto al que nos enfrentamos juntos. Así que seguiremos caminando junto a tí, con nuestros hermanos y hermanas Pehuenches, todos los otros que recuerden, que sepan que podemos y que necesitamos hacer mucho más y mucho mejor.
Somos uno.
Gracias.