JUNIN DE LOS ANDES .- La comunidad mapuche de Chiuquilihuin
quiere que el Estado les cumpla y ponga en funcionamiento el plan de Educación
General Básica y la nueva escuela que les prometieron.
Cansados de promesas decidieron reclamar para que "dejen de jugar con
los paisanos, porque ahora sabemos hablar y defendernos", dijeron en una
reunión de padres convocada días pasados en la escuela del
paraje.
La historia comenzó con la llegada de las autoridades a las comunidades
mapuches. Explicaron con tecnicismos, relataron un panorama de película,
prometieron, consiguieron la firma del documento que llevaban preparado
y se fueron.
En junio del 98, como a otras escuelas rurales de la zona, llegó
Mirta Otero, coordinadora del "proyecto 7". Enmarcado en la Ley Federal
de Educación, proponía a las comunidades mapuches ingresar
al nuevo milenio implementando la EGB 3 en el campo.
Esto significaba que los chicos, que muchas veces a duras penas logran
su título de séptimo grado, debían continuar cursando
el octavo y noveno grado. Tendrían un maestro tutor y profesores
itinerantes, que cuatro veces durante la semana recorrerían todas
las escuelas incluidas en el proyecto.
A cambio se les ofreció "una escuela nueva" y todo lo que necesitaran,
porque -según decían- había financiamiento y debían
aprovecharlo.
De todos modos les dijeron que si no aceptaban voluntariamente "en el
2003 la ley los va a obligar a aceptar la enseñanza polimodal".
Los once alumnos que ya habían terminado el primario fueron "recuperados".
De esa manera junto a los siete que terminaron en mayo del 98 pasaron a
formar el octavo grado de la escuela de Chiuquilihuin. Llegaron en octubre
los primeros libros, pero nunca apareció ni el tutor ni los docentes
itinerantes. Los alumnos quedaron absolutamente desamparados.
Obviamente, una escuela construida hace 33 años atrás
para doce alumnos, no cuenta tampoco con infraestructura para contener
más pequeños.
Hoy concurren normalmente 76, más cuatro docentes, dos auxiliares
de servicio y un profesor de educación física fuera de plan-ta
funcional, que deben trabajar en una superficie de 90 metros cuadrados.
Donde generalmente vive una familia de cuatro o cinco integrantes, ochenta
y tres personas deben estudiar y desarrollarse para el futuro.
En la visita realizada en junio del 98, Otero explicó a los padres
lo que a su criterio eran las las bondades del nuevo sistema, y prometió
que todo iba a estar organizado para la época del inicio de clases
en septiembre. También se les dijo que para mediados del ciclo lectivo
tendrían terminada la nueva escuela "con todas las comodidades".
La fecha ya llegó y de las promesas no se vieron ni las sombras.
Cuando recibieron los primeros libros, David, uno de los docentes decidió
guiar el estudio de los "alumnos recuperados" para evitar una decepción
mayor. Para dictar las clases debieron reacondicionar la leñera,
un espacio no mayor a 10 metros, con fondos que les envió el distrito
con asiento en Junín de los Andes.
Pero el entusiasmo del docente pronto se convirtió en enojo cuando
notó que desde el Estado no se cumplía con nada de lo prometido.
"Reconocemos que firmamos a las apuradas"
Un número interesante de miembros de la comunidad se autoconvocó
en la escuela a mediados de la semana pasada. Allí, con indignación
hicieron oir sus voces y firmaron una dura nota de reclamo elevada a Mirta
Otero.
"A medida que conocemos la Ley Federal vemos que no soluciona nada.
Se hacen todos parches. Octavo y noveno grado no es bueno para nuestros
chicos, a los que apenas podemos hacer estudiar. Nadie cree que van a mandar
todos los días un profesor para dos materias a la comunidad", expresó
Manuel Pereyra.
"La escuela nueva no se hizo, ya vamos por la mitad del ciclo y después
viene el invierno y la excusa de no poder trabajar, y así pasan
los años aca. El pedido de una escuela nueva lo venimos haciendo
hace muchos años. Tenemos que reconocer que firmamos a las apuradas,
creyendo en las promesas", explicó.
José, un joven que recién abandona la adolescencia, muy
seguro opinó que "se juega con el pensamiento de la gente. El gobierno
tendría que haber pensado primero en todo lo que necesita la comunidad,
y no haber venido con un proyecto preparado igual para todas las escuelas,
pero dos veces no nos van a poner el dedo en la boca. Vienen a engañarnos,
pero ahora sabemos hablar y defendernos".
" En algunos lugares ni siquiera pudieron estar los docentes en las
reuniones" dijo una madre con varios alumnos en la escuela.
En la nota enviada al gobierno, hicieron saber que "el tiempo transcurrido
desde el inicio de este ciclo no hace más que evidenciar la inoperancia
de su accionar".
Sostuvieron que "representa para nosotros una constante frustración
como pobladores deseosos de mejorar nuestra calidad de vida y la de futuras
generaciones que vemos en puerta, cuan-do desde el mismo Estado se promueve
la "no discriminación estos chicos mapuches deben sentir que forman
parte del rezago". |