Lunes 14 de agosto de 2000

Los mapuches de Ñorquinco
recuperaron su lugar sagrado

Hace 50 años perdieron sus casas y las tierras. En el corazón del bosque sobrevivió el Rehue, una suerte de tótem de madera donde realizan sus rituales. Nación les devolvió sus campos.
 

ÑORQUINCO (enviado especial).- El Rehue de Ñorquinco está enclavado en uno de los pocos espacios desnudos que tiene este paraíso boscoso que se recuesta sobre las laderas de la cordillera de los Andes, en los límites con Chile. Entre la nieve congelada, asoman despeinados los arbustos de coirón. Los yuyos amarillos contrastan con el verde intenso de las enormes araucarias y forman una suerte de enorme círculo que abraza a un desgastado tronco de ciprés ubicado en el centro, sobre una alfombra de pastos mínimos y plantas de frutilla silvestres. Ese añoso pedazo de madera con forma de tótem es el Rehue de la comunidad de Ñorquinco: el lugar sagrado de los mapuches de esta zona, quienes sobreviven diseminados en los alrededores del Parque Nacional Lanín.
"Un día vino el señor Parques y nos tiró las rucas y nos quemó las casas", afirmó alguna vez con cándida ignorancia y ya anciana doña Rosa Catrileo. La frase y el relato terrible están contenidos en una grabación que se perpetuó en un documental que los mapuches guardan como un tesoro.
Rosa, una anciana de edad indefinida, murió el año pasado pero su mensaje aún conmueve. Para ella, Parques era una persona -o bien un demonio- que a palos y fuego los ahuyentó de sus tierras hace más de 50 años.
"Nos arrinconaron, nos ultrajaron, nos echaron como a los perros", describe Laura Catrileo, una de las descendientes directas de la comunidad que a fines de la década del 40 perdió la mayor y la mejor parte de su territorio, a partir de la conformación del Parque Nacional Lanín.
La historia, desde que Parques avanzó sobre los aborígenes, es penosa y larga para los mapuches, quienes rápidamente se vieron emprobecidos y también diezmados por una emigración violenta, alimentada por el temor y la necesidad.
"Quedaron muy pocos, la mayoría se fue hacia las ciudades y nunca más volvió, pero los que quedaron nunca olvidaron su Rehue, el lugar de la fuerza y la sabiduría", afirma Benito Cumilao, uno de los dirigentes de la combativa Coordinación de Organizaciones Mapuches (COM).
El viernes, con el sol entrando y saliendo, Laura Catrileo lloró y rió con la misma pasión. Estuvo feliz y triste. Agradeció y maldijo. Condenó y perdonó.
-Son mis abuelos los que me escuchan -dijo mirando al cielo, mientras los jóvenes en ritual sagrado fabricaban viento para las trutrucas y golpeaban los cultrunes.
Laura, que por ley "jamás" revelará su edad, se quebró en emociones porque el viernes por primera vez en los últimos 50 años su pueblo pudo cumplir el ritual de la vida alrededor del rehue. Ese día, el interventor de Parques Nacionales, el secretario de Turismo de la Nación, Hernán Lombardi, devolvió a la comunidad de Ñorquinco 780 hectáreas que incluyen la pampa donde se ubica rehue.
"Hay tanta historia para reparar", reconoció Lombardi mientras escalaba la montaña flanqueado por el dirigente de la COM, Roberto Ñancucheo.
"Esto no va a curar el dolor, pero pone por delante de todo una expectativa distinta para este pueblo esplendoroso", sostuvo el funcionario nacional.
Para los mapuches fue una victoria y para Lombardi una satisfacción, lo mismo que para el vicegobernador Jorge Sapag, un hombre que maneja la lengua del pueblo originario tan bien como los loncos (caciques) más viejos.
"Esta es un batalla que termina pero no es la última, estamos satisfechos pero vamos a seguir reclamando lo que nos pertenece", les advirtió Ñancucheo a los funcionarios. Agradeció el hecho de que ambos hayan llegado a la zona y elogió la capacidad de diálogo de Sapag.
La escenas del despojo, como toda la historia de los mapuches, se transmitió de boca en boca de los mayores a los jóvenes.
"Vinieron los guardaparques y con sogas engancharon las rucas (casas). Después con las mulas tiraron las casas. Para que no queden duda prendieron fuego lo que quedaba", relató Cumilao.
El rehue, a pesar de que ha habido turistas que se quisieron arrancarlo, se mantuvo firme a lo largo del tiempo.
Según los mapuches no pudieron arrancarlo por "la fuerza y la energía" que tiene la figura a cuyo alrededor, en las rogativas se depositan ofrendas tales como chicha y piñones.
Los discursos en mapuche y en castellano inundaron la tarde de fiesta en el descampado, ubicado a unos 1800 metros de altura, donde el viento acostumbra pegar latigazos helados.
A unos mil metros, debajo de las araucarias, junto a una pequeña cascada tres hombres asaban una vaca, al reparo de las rocas y las plantas.
Cuando la tarde derramaba sombra en la montaña, Laura Catrileo peló un piñón crudo y con los ojos húmedos señaló una ladera donde está el cementerio de sus ancestros.
En ese rincón recuperado descansarán sus restos, dentro de muchos años.
 

Rodolfo Chávez
Foto:Nostalgias y alegría. Después de 50 años las tierras volvieron a los aborígenes.

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