Proyecto de Documentación Ñuke Mapu
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Buenos Aires, lunes 1 de febrero de 1999   www.pagina12.com.ar
 
PAGINA/12 EN UNA CEREMONIA MAPUCHE PARA TRAER LA LLUVIA A BARILOCHE
Una danza para que la naturaleza perdone
 
La comunidad mapuche realizó tres jornadas de rogativas para pedir la lluvia. Este diario participó de la última. Desde ayer el clima cambió y los focos del incendio están controlados. Si todo sigue así, pronto no habrá fuego.
El “lonco” Florentino Marinao, un ingeniero civil que se jubiló y enseña mapuche a los niños.
 
 

Por Pedro Lipcovich desde San Carlos de Bariloche

t.gif (862 bytes) Un avanzado recurso de la tecnología occidental permitió derrotar el fuego que amenazaba San Carlos Bariloche: el nguillapún, desarrollado por los indios mapuches –habitantes de la zona occidental del sur argentino-, consistió en tres jornadas de rogativas para pedir la lluvia y reconocer los daños que la actividad humana causa a la naturaleza. Luego de la primera jornada se produjo la lluvia de la noche del viernes; tras la segunda, la temperatura descendió. En la tercera participó Página/12, único medio periodístico que, así, influyó sobre las razones de esa polifuncionaria invencible cuya presencia en Bariloche cambió el curso de las cosas: la naturaleza. Lo cierto es que ayer los focos estaban controlados y, si se mantienen las condiciones climáticas, se cree que el incendio estará extinguido en los próximos días (ver aparte).
Las caras morenas eran casi invisibles a las seis de la madrugada del domingo, junto al río Quenquentreu, en la localidad de El Bolsón. Alejandro Huenchupan, sin tiritar bajo la helada, ataba a una caña la bandera verde, roja, negra y blanca de la nación mapuche y fijaba la caña en un montículo de piedras. Mientras tanto, los loncos (ancianos-caciquesmaestros) Florentino Marinao y Domingo Collueque cavaban un pequeño pozo. Ya estaban dispuestos el cultrún (tambor de cuero de potro) y la pifilka (pequeña flauta de una sola nota); también, para las ofrendas, la yerba mate y el muday (bebida hecha de trigo fermentado). 
Huenchupan pidió a quienes participaban en la ceremonia –un puñado de vecinos de El Bolsón y Página/12– que se ubicaran en semicírculo, todos mirando hacia el oriente, donde ya se discernía el alto contorno del cerro Piltriquitrón. Marinao calzó en su cabeza la vincha ceremonial ornada con plumas de avestruz. Los tres se arrodillaron, extendieron sus manos hacia el sol todavía oculto tras el cerro, y rezaron en lengua mapuche. Su tono no era de sumisión sino de diálogo; las voces se alzaban por momentos y cada uno decía distintas palabras. El texto de las plegarias mapuches no está preestablecido: depende de lo que cada uno sienta y quiera decir. Los loncos mantuvieron en reserva parte de lo dicho, y el resto lo tradujeron al español: “Pedimos la lluvia y el bienestar para toda la gente y para los animales. Que la tierra se sacuda el daño que la humanidad le hizo en los últimos siglos”.
Después tuvo lugar la primera ofrenda. Todos los presentes debían participar, nadie podía limitarse a presenciar la ceremonia. Cada uno recibió en la palma de su mano un puñado de yerba mate: en lenta ronda, los puñados fueron depositadas en el pequeño pozo, mientras los loncos ejecutaban los instrumentos ceremoniales.
Después pronunciaron la segunda plegaria, siempre hacia la montaña negra contra el cielo que se iba iluminando. “Estamos para mostrar que no nos hemos separado de la tierra, el agua, el aire. Cuando cometemos errores, la tierra reacciona”. Luego vino la danza, un caminar en círculos que estiliza el paso del avestruz y cuyo significado es “simplemente la alegría”. Para la segunda ofrenda, cada participante recibió una pequeña cantidad de muday en un vaso de papel y una ramita de menta para esparcirlo sobre la tierra; al agacharse para hacerlo, en cada cabeza se forjaba un gesto de respeto. 
Ya el cielo estaba claro pero el sol todavía no aparecía. Todas las caras eran graves y tranquilas. Los oficiantes colocaron en el pozo ramas de romero, ruda y ajenjo, y las encendieron. Un humo muy denso y aromático brotó del incendio ceremonial. Los loncos se sumergían en la humareda, movían los brazos como bañándose en ella. “Es para que se vayan los espíritus malos, las enfermedades o murmuraciones malas”, explicaría Collueque después de la ceremonia. El nguillapún se acercaba a su fin. Sólo restaba la última plegaria, que no fue traducida. La enunciaron con más fluidez, como si hubiera crecido la confianza con el interlocutor. Nadie había coordinado la duración de cada fase de la ceremonia pero, justo cuando terminó la última oración, el primer rayo de sol apareció por encima del Piltriquitrón. Eran las 7.59. La rogativa había finalizado.
Julio Muslera, profesor de cultura mapuche en la Universidad de Temuco, Chile, presente en la ceremonia, explicó a este diario que “la cultura mapuche se basa en el compartir y se transmite en forma transgeneracional: los abuelos aprenden de los nietos. En la Argentina habrá unos 6000 mapuches pero en el sur de Chile hay medio millón, que preservan su cultura y su lenguaje”.
El lonco Florentino Marinao tiene 77 años y se recibió de ingeniero civil en Buenos Aires, donde trabajó en Ferrocarriles hasta jubilarse. Habla inglés, ruso y japonés. Luego de jubilarse volvió a su paraje natal, y enseña lengua mapuche a los niños en la localidad de Cushamen, Neuquén: “Antes las rogativas se hacían mucho mejor –dijo al cronista–: ahora faltan cositas que no alcanzamos a ver. Y cuando yo era chiquito alcancé a ver cómo se reunían quinientos, mil, para una rogativa. Después eso se perdió y tuvimos que reunirnos para rescatar poco a poco lo que quedaba de sabiduría. Dios nos tiene como mensajeros. Si no lo hacemos nosotros, ¿quiénes?”.

 
 
El incendio va cediendo
Por P.L.

“Todo hace prever que, si no hay cambios en la situación climática, el fuego quedará extinguido en los próximos días”, dijo a este diario una alta fuente del Plan Nacional de Manejo del Fuego, dependiente de la Secretaría de Recursos Naturales y Ambiente Humano, que comanda la lucha contra el incendio en Cerro Villegas-Pichileufú-Pilcaniyeu, donde se quemaron ya 20.000 hectáreas.
La condición de que no haya cambios en la situación climática da una cuota de incertidumbre al pronóstico, ya que en dos oportunidades, en los últimos días, incendios “contenidos” se reavivaron cuando el viento empezó a soplar fuerte. De todos modos, la temperatura bajó sensiblemente en la zona y expertos independientes coinciden con el pronóstico del Plan.
Aun extinguido el incendio, durante varias semanas deberán montarse “guardias de cenizas” y efectuarse tareas de enfriamiento –con agua, desde helicópteros– para prevenir rebrotes. 
Ayer había tres focos activos en la zona del Cañadón La Fragua, a unos 30 kilómetros de San Carlos de Bariloche. Los combatían tres brigadas con un total de 60 hombres apoyadas por tres aviones hidrantes y un helicóptero.
La visibilidad en la zona de Pichileufú y Pilcaniyeu, a 60 kilómetros de San Carlos, todavía era reducida por humo y cenizas en suspensión, pero “sin presentar peligrosidad”, según el Plan. Los caminos estaban abiertos, y en las últimas horas de ayer retornaban los alumnos y maestros de la escuela hogar de Pichileufú, que habían sido evacuados preventivamente el viernes. 


Para pedir una bendición
Por P.L.

“El nguillapún es una rogativa que se hace al alba para solicitar una bendición especial ante un desastre o calamidad, como en este caso los incendios en Bariloche y El Bolsón. Debe distinguirse del nguillapún, que es una rogativa anual para pedir que Futa-Chao, el dios o ser superior, bendiga los bienes de la tierra, animales y personas”: así lo explicó a este diario el profesor de cultura mapuche Julio Muslera.
“La base de la cultura mapuche es la reciprocidad: un ejemplo es la minga, cuando se reúnen los grupos familiares para un esfuerzo en común, como levantar la cosecha... Justo al revés de lo que significa el término ‘¡minga!’ entre nosotros”, bromeó Muslera.
En la Universidad de Temuco, Chile, hay dos mil estudiantes mapuches que conservan su lengua y tradiciones. En cambio, lamentó el lonco Florentino Marinao, “entre nuestros jóvenes sólo uno de cada diez utiliza la lengua mapuche. Muchos la entienden pero tienen vergüenza de hablarla”.