Proyecto de Documentación Ñuke Mapu
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Martes 22 de Junio de 1999

Opinión parlamentaria
Acerca del problema indígena

Fruto de sentimientos acumulados durante siglos, en los últimos meses el país ha visto cómo emerge desde la ignorancia de nuestra sociedad la realidad del pueblo mapuche, primeros habitantes de nuestra tierra. Nos hace despertar a una verdad que, como chilenos no indígenas, teníamos escondida, sin querer reconocerla en su verdadero alcance, profundidad y significado.

Desde la conquista española -hace más de quinientos años- los pueblos indígenas de nuestro país han sido humillados, sojuzgados, despreciados y olvidados. Han sido desconocidas sus culturas y sus bienes arrebatados por la fuerza de las armas, por la violencia cultural con que se les ha tratado y por el engaño a que han sido llevados al hacerlos parte de sistemas jurídicos que les eran ajenos y extraños. Los actuales hechos relacionados con nuestras etnias no son sino expresión de un estado de agotamiento que se ha venido acumulando durante siglos y que manifiestan la decisión de estos pueblos de revertir esencialmente su actual condición de reprimido y excluido. En estos días, los primeros síntomas en este mismo sentido comienzan a expresarse en la etnia pascuense.

Existen en la actualidad otros grupos indígenas que sufren consecuencias semejantes: aymara; aymara- quechua; atacameño; el mismo mapuche con los subgrupos mapuche o araucano, mapuche pehuenche y mapuche-huilliche; el alacalufe; el yagán o yámana (de inevitable próxima extinción) y el pascuense. Estos son grupos étnico-social que usan una determinada lengua aborigen de procedencia prehispánica, con función comunicativa o ritual, en contacto permanente con el español de Chile.

De aquí se infiere empíricamente la existencia en nuestro país de diferentes etnias que son parte de la nación chilena, aun cuando poseen sus peculiaridades idiomáticas, ancestrales y telúricas.

Don Alejandro Silva Bascuñán afirma que "el Estado es la sociedad tomada desde el punto de vista de su organización jurídica, y por lo tanto, se asienta en un fenómeno sociológico que consiste en la existencia de la sociedad civil como un cuerpo mayor constituido por una multitud de personas, de familias, de grupos y de asociaciones, fundadas en la naturaleza misma o resultado de la voluntad humana, que conviven dentro de los límites de un territorio". Y a continuación señala "...comprendido el término "pueblo" como la sociedad mayor dentro de la cual se mueven infinidad de personas, familias y organizaciones, no puede menos que reconocerse la realidad de variados sectores que presenten determinadas características que no pueden menos de ser tomadas en cuenta y consideradas en la concepción de un bien que, favoreciendo a todos, aproveche también a quienes integran el respectivo sector".

Aparentemente, los actuales conflictos que se viven especialmente con la etnia mapuche, derivarían de un problema exclusivamente de tierras. Sin embargo, la cuestión tiene un significado mucho más profundo: dice relación con la lucha por la supervivencia del ethos mapuche como sistema de sentimientos, afectos, vínculos humanos y naturales y normas de conducta propias de la etnia. En otras palabras, no es sólo un problema de tierra sino, además, de territorio. Si efectivamente aceptamos la existencia de una "cultura" chilena, ello no es óbice para aceptar que ella se construye a partir del reconocimiento y aceptación de la existencia de culturas que son previas al Estado chileno. Fruto de su acción se desconoció y excluyó a las culturas que lo precedieron.

La unidad de una nación no es un concepto estático. No existe nación sólo porque un cuerpo legal lo señale. Hay diferencias entre el Estado y la nación. Este último es un concepto eminentemente étnico y antropológico que se refiere a un (unos) grupo humano unido por vínculos naturales existentes desde muy remotos tiempos. En este sentido, por mucho que el Estado quiera determinar las características de la nación, ésta se creará más a partir de la historia real de sus miembros que meramente por la concepción estática que el Estado tenga de ella.

La diversidad étnica es una realidad antropológica en nuestro país. Sólo es posible construir la unidad reconociendo la diversidad. Lo contrario es clonación social y antropológica, donde lo que existe es una masa uniforme, sin capacidad de diferenciación ni personalidad propia. Cuando esto ocurre -y la historia reciente de Europa del Este así nos lo muestra- los grupos humanos postergados encuentran en algún momento del desarrollo del Estado la oportunidad propicia para recuperar su memoria histórica, colocando en tensión al Estado y generando conflictos de graves consecuencias para la nación.

Nuestro país tiene la obligación ética de reconocer que durante siglos hemos tenido una actitud despectiva, avasalladora, excluyente con los pueblos aborígenes. Los hemos tratado como parias y reducido a la parte de atrás del patio de nuestra patria. Los hemos engañado a través de leyes que no comprendían. Hemos colocado su pulgar en documentos que no leían. Quisimos imponerles nuestra cultura y lengua. Finalmente, los hemos vejado considerándolos una raza inferior.

Víctor Barrueto
Diputado PPD

 

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