Proyecto de Documentación Ñuke Mapu
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Opinion 
 
Miércoles 17 de Marzo de 1999

La fábula mapuche

Que a algunos indigenistas "les dijeron que eran bonitos", les dijeron y por eso (y no por otro motivo), hoy no hay cómo detenerlos y hacerlos entrar en juicio en el tema de las reivindicaciones territoriales, al punto de amenazar con un increíble ultimátum como resultado del equívoco sentido de poder del que hoy se ufanan. Y no dejan de tener razón porque, en el fondo, con su desafío, dejan claro que son ellos y sus "consejeros", y no otros, los que manejan como hábiles titiriteros a los restantes actores en la fábula del "mapuche bueno y el huinca malo".

La absurda e increíble comedia está alentada por políticos y activistas que, como siempre, usan su dudoso criterio, poder y fuero para impulsar con su irresponsable actitud a que los "útiles" mapuches sirvan a sus oscuros intereses de tensionar la sociedad y meterse así el estado de derecho en el que vive el país, simplemente en el bolsillo. Y ello porque es claro que si en Chile primara con fuerza la razón y la ley, los agitadores no tendrían cabida y la autoridad responsable haría pesar la Constitución, el bien común y el derecho de propiedad, como principal prioridad de nuestra convivencia nacional, dejándolos al margen de la noticia pública, su peor castigo.

Si desde los inicios del conflicto se hubiese aplicado mano firme sancionando fuertemente a los que rompen la calma social, jamás esta situación hubiese llegado tan lejos. El titubeo, la indulgencia y la complacencia, han hecho que ahora sea tarde, pues los revoltosos ya midieron la blandura en la mano de la autoridad, y ante cualquier reacción oficial, saben que tienen ganada la partida ya que se les prometió la compra de más tierra, objetivo que equívocamente ven como la solución del conflicto.

Los absurdos argumentos de "defender nuestro territorio que durante siglos nos ha pertenecido y que nuestros ancestros nos han legado", según lo expresa un lonco de una comunidad mapuche de la Novena Región, no hacen más que revelar lo improvisado, artificioso e ideologizado del mensaje reivindicatorio. Si se piensa que deben ser devueltos a los indígenas los fundos de una forestal sólo porque allí vivieron hace siglos, estamos todos los chilenos en aprietos y no sólo los de la Región de la Araucanía, pues es claro que muchas ciudades en algún momento remoto de la historia fueron territorios habitados por alguna comunidad indígena, lo cual perfectamente significaría que pudieran hacerse reclamos territoriales sobre el patio de nuestras casas y escuelas.

Una empresa forestal de la zona tiene, sobre dos predios cuestionados, títulos de dominio desde el año 1901 y 1908, lo que indica que nada queda de mapuche en esas tierras. Por tanto, la forestal no es contraparte, legal ni históricamente, del problema indígena, el cual proviene en forma exclusiva de la situación de pobreza rural en la que se inserta la vida de esas comunidades.

Creer que esa pobreza se termina con la compra de tierras es como creer que nuestro desarrollo como país pasa por la ayuda de las grandes potencias y no por nuestro propio trabajo. Más allá de sólo tierras, la gran fábula, el camino para los indígenas es estudiar, capacitarse e integrarse con su propia cultura a nuestra sociedad, sin complejos y paternalismos. Otra opción seguirá siendo pobreza.

Alfredo Palacios Barra
 


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