Miércoles 3 de Marzo de 1999
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Decálogo ecologistaEn los tiempos que corren han surgido grupos de personas que, inspiradas en la noble idea de preservar el medio ambiente, conservar la naturaleza y permitir que la gente pueda gozar de una mejor calidad de vida, hacen presión para instaurar un sistema en el cual tengan plena vigencia los principios ecológicos. Generalmente estos grupos hacen noticia con sus protestas cuando algún sector de la población, usando las prerrogativas que les otorga el Estado, proyectan alterar el paisaje y hábitat naturales con alguna obra destinada a impulsar el crecimiento económico de la comunidad entera o las ganancias de unos pocos. Los ecologistas llegan, incluso, a asumir actitudes violentas para hacer valer su oposición y no pierden oportunidad de anatematizar a todos los que discrepan.
La ecología, como se sabe, es una ciencia que estudia la relación de los seres vivos entre sí y con su entorno, y forma parte de la sociología al analizar la interacción entre los grupos humanos y su ambiente físico y social. El ecologismo, por eso, propugna la defensa de la naturaleza y trata de ponerla a salvo de los efectos de la industrialización y de todas las facetas depredadoras de la vida moderna. Más allá de las formas que asume la acción de los ecologistas, lo importante es subrayar que sus objetivos son, en su esencia, una manera positiva de defender al hombre de los embates del egoísmo, la ambición y del desprecio que algunos tienen por la buena convivencia.
Pero, como es lógico, los propósitos generosos del ecologismo no debieran ser solamente un discurso para imponer puntos de vista y asegurar cuotas de poder, sino expresión de una conducta compartida por todos cuantos predican tales postulados. Esta reflexión ha permitido que personas inspiradas en lo mismo hayan elaborado una especie de decálogo, orientado a subrayar la consecuencia entre lo que se exige a los demás y la conducta mantenida por los propios ecologistas. Parece conveniente reproducir tales preceptos:
1. Los ecologistas deben asumir una acorde con los principios sostenidos públicamente. Siempre deben tener presente que es inadmisible decir algo y contradecirlo en los hechos.
2. El ambiente físico se contamina por la polución atmosférica producida por los gases que expelen los vehículos, las usinas industriales y las personas particulares al fumar en lugares cerrados y recintos públicos, botar basuras en las calles y carreteras, quemar residuos y mantener desaseados sus hogares. Los ecologistas deben procurar dar un ejemplo positivo en este sentido.
3. Los ruidos molestos, producidos por el desmedido tránsito vehicular, las sirenas y alarmas, y las bocinas de automóviles, camiones y buses, usadas sin razón y con prepotencia, provocan una grave contaminación acústica la cual causa enfermedades síquicas y alteraciones nerviosas en parte importante de la población, sin contar con el daño que produce en la capacidad auditiva de los niños. Los ecologistas debieran ser los principales cruzados en contra de este tipo de contaminación y abstenerse de incurrir ellos mismos en tales demasías.
4. La desconsideración en el lenguaje y los actos agresivos son motivo de serias alteraciones en la siquis de las personas. Los ecologistas deben preocuparse de no promover situaciones que afecten la salud de la población en ninguna de sus formas.
5. Los ecologistas luchan por establecer un equilibrio en la sociedad, y por lo tanto, deben ser los primeros en demostrar que no se puede conseguir tal cosa con actitudes violentas o con la promoción de políticas injustas, arbitrarias y no fundamentadas científica ni técnicamente, sin medir las consecuencias de los caminos propuestos. La injusticia y la arbitrariedad son factores absolutos del desequilibrio social y a ello no debieran prestarse los ecologistas.
6. La defensa de los derechos de las personas no puede estar ajena a entender que la vigencia de tales prerrogativas supone el acatamiento a los deberes que todos y cada uno deben cumplir con los demás y con la sociedad en su conjunto. Este precepto debiera ser la principal consigna del ecologismo militante.
7. El entorno físico, la naturaleza en general, deben ser preservados como valores humanos en sí mismos, entendido esto como que de nada serviría conservar tales recursos si ellos no están al servicio de las personas, para mejorar su calidad de vida y para que los humanos puedan realizarse como tales. Los ecologistas no debieran convertir el medio ambiente en un fetiche, separándolo de lo principal que es hacer más placentera y vivible la existencia del hombre.
8. El ecologismo tiene por objeto convencer a la humanidad de la necesidad de construir una sociedad más sana y más amable para la convivencia. Por tanto, es equivocada la actitud confrontacional de quienes han hecho de la ecología no una ciencia sino un dogma.
9. Inspirar políticas ecológicas adecuadas debe ser producto del acuerdo de todos y no una simple proposición de grupos aislados. Los verdaderos ecologistas deben buscar tal acercamiento de posiciones para asegurar el éxito de tales políticas.
10. Como corolario habría que señalar que para mejorar la calidad de vida de las personas deben concurrir todos, con sus ideas y actos, tratando siempre de que éstos sean consecuentes con aquéllas.
Tal vez sería conveniente que este decálogo fuese discutido lealmente por tantos excelentes ciudadanos que aspiran a que se hagan realidad las propuestas para una sana ecología. A lo mejor encontrarán en estas diez premisas una coincidencia con lo que les ha tocado conocer.
Emilio Filippi M.
Periodista
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