Proyecto de Documentación Ñuke Mapu
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Cronica Local

 
Lunes 15 de Febrero de 1999

Cultura mapuche
La huella de los hijos de Arauco

Canoa indígena encontrada en el lago Lleu-Lleu se suma a la del Lanalhue hallada hace dos años. Los mapuches no sólo eran temidos guerreros, sino también navegantes.

Museo Stom, lugar al que fue donada la pieza, tiene 14 mil pertenencias aborígenes de la zona. Como promedio adquiere un elemento antiguo por día, por un valor de 50 mil a un millón de pesos.

Por Carolina Yacoman Palma, estudiante en práctica.

Arauco indómito no quiere morir. Parece negarse a desaparecer de las ocupadas mentes huincas y, con la ayuda de la naturaleza, hace eco de lo que fue, es y será, el pueblo más valiente de Sudamérica.

Una semana atrás fue encontrada en el lago Lleu-Lleu una antigua canoa mapuche de más de cien años. A nueve metros de profundidad y a 80 de la orilla, apareció el gran trozo de madera quemada (método de fabricantes para su conservación) de 5,96 metros de largo. Es ancha atrás y muy fina adelante, y tiene una capacidad para trasladar entre ocho y diez indígenas. Su buen estado de conservación se debió a que estaba cubierta de fango, lo que la protegió de los agentes negativos.

Hace tres días fue donada por Gregorio Corvalán, quien buceaba en la zona de Miquihue al momento de hallarla, al museo Stom de Chiguayante. Esta pieza se suma a las 14 mil existentes en el lugar, las que en su mayoría son de origen mapuche. Abundan las colecciones de joyas en plata (hay 750), como el akucha o prendedor formado por dos placas unidas en pequeños colgantes que prenden a otra placa inferior. O el tupo, especie de alfiler gigante para sostener los colgantes. Llamativas son las chaquiras, collares de colores que fueron traídas desde un cementerio mapuche. Un pueblo que amaba las joyas y el status, y no es para menos, si cada cacique tenía cuantas mujeres pudiera alimentar y éstas, cargadas de accesorios, demostraban el poderío económico exhibiendo sus confecciones.

El museo Stom, creado en noviembre de 1988 y que espera la pronta aprobación del gobierno para crear la Fundación que lleva su mismo nombre, cuenta además con cuatro auténticas rucas pehuenches traídas hace dos años y armadas por los propios indígenas: una cocina, un dormitorio, un molino y una pesebrera. Todas hechas sin un solo clavo.

Los utensilios y piezas fabricadas por estos hombres del Biobío, o más bien mujeres, reflejan el estado en que se encontraba el pueblo. Si eran tiempos de tranquilidad y sin guerras, éstos tenían dibujos, ya que había más dedicación a ellos. La casi ausencia de figuras grabadas en sus superficies demuestran su belicosidad tan característica.

 
 

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