SIBILA
CAMPS. Parque Nacional Lanín. Enviada especial.
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Guardaparques, mapuches y criollos que viven en el área Paimún del Parque Nacional Lanín (Neuquén) están irritados por lo que consideran una invasión: la instalación de un sacerdote de la Gendarmería en un bellísimo lugar del parque, donde construyó una capilla. La Pastoral Aborigen neuquina también exigió el retiro del cura, cuyos perros ya mataron varios animales de los paisanos.
El presbítero Raúl Anatol Sidders (38), capellán de la Gendarmería Nacional para Neuquén y Río Negro, llegó hace un año a esta zona del parque, cuya entrada está a 264 kilómetros de la capital neuquina. Después tuvo que recorrer 54 kilómetros de un camino sinuoso que la nieve bloquea en invierno y que queda intransitable también por las lluvias.
Acompañado por un carpintero, pidió al guardaparque de Puerto Canoa, Eduardo Jones, que lo llevara en su lancha hasta la seccional Epulafquen de la Administración de Parques Nacionales (APN). Así, Jones se enteró que la APN, durante el gobierno anterior, le había cedido, en comodato por 10 años, un edificio histórico.
"Sidders sabía que sólo es ocupado en verano por un brigadista de incendios", explica Sergio Acosta, guardaparque del área Huechulafquen y delegado de sus 24 colegas del parque ante ATE.
Las protestas del
gremio frenaron la entrega pero no anularon la resolución.
El sacerdote logró entonces que la APN autorizara el cambio de
uso del destacamento de la Gendarmería junto al lago Paimún,
ya que esa fuerza estaba levantando la dotación por considerarla
innecesaria. El cuartel fue reciclado como vivienda y la caballeriza se
convirtió en una capilla cuyas dos torres y la cruz se recortan
sobre el paisaje de cerros nevados e inmensas araucarias de más
de cien años.
Enojo
"Dentro de una comunidad mapuche no puede haber una iglesia católica. Lo que tenemos que hacer los mapuches es un nguillatun", se enoja Rita Paillafquén, prosecretaria de la Asociación Comunitaria Cañicul, en referencia a la rogativa, la principal ceremonia mapuche. Cañicul es una de las nueve comunidades mapuches asentadas en el parque, y que están conversando con la APN el reconocimiento de sus territorios, a través de un comité de cogestión recientemente creado.
Cultores del respeto entre vecinos, sus miembros se hallan en pleno proceso de fortalecimiento de su cultura. "Nuestra identidad está amenazada por este tipo de prácticas, en nombre de la libertad de cultos", advierte Roberto Ñancucheo, dirigente de la Confederación Mapuche. Lo mismo piensa el Equipo Diocesano de Pastoral Aborigen (EDIPA), que en un comunicado consideró que la capilla "es un signo de autoritarismo y dominación".
Primero, los paisanos se ofendieron porque el capellán no se presentó ni les pidió permiso para instalarse. "Va vestido de milico, con pistola a la cintura", describe José Figueroa. Después, el rottweiler y el ovejero belga de Sidders empezaron a matar a sus animales. Las gallinas de Ernesto Joubert. Ocho ovejas de Figueroa, nunca pagadas. "En el invierno nos comieron un ternerito", agrega Sara Figueroa.
"Tenía el proyecto de hacer un camping, y en setiembre empezó a alambrar —señala el guardaparque Acosta—. Se basó en una resolución de APN de 1943, que reserva a Gendarmería predios de hasta 10 hectáreas para su función específica de control y vigilancia. El destacamento tenía 2,5 hectáreas, y dijo que le correspondían 10. Las pidió para criar caballos".
Los paisanos se quejaron a Gendarmería. "Es una pampa de invernada, la más reparada de los vientos, donde pueden guarecerse los animales —subraya su compañero Jones—. Y una zona recreativa que en verano se llena de turistas".
Los guardaparques agregan otro dato que los subleva: en octubre, una resolución del secretario de Turismo, Hernán Lombardi, ordenó la entrega de 150 metros cúbicos de madera de raulí y ciprés, para fabricar los bancos de la capillita.
"Alcanza para construir cinco casas y dos capillas —señalan—. Además, en ningún parque nacional hay explotación de ciprés y sólo una de raulí, muy controlada". Lombardi acaba de anular esa resolución, y anticipó a Clarín que el conflicto por la instalación del capellán será tratado por el comité de cogestión.
"Si Gendarmería se dedica ahora a evangelizar, que no utilice un parque nacional", reclama Acosta. EDIPA fue más lejos: "Solicitamos que se frene este avance de poder, y que las autoridades de Gendarmería y del obispado castrense ordenen el retiro de Sidders".