COLECCION
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La exhibición "Hijos del viento. De la araucanía
a las pampas" se detiene en los adornos femeninos de esta cultura como
diademas, adornos para el cabello, aros, gargantillas, prendedores y adornos
de pechos.
Estas piezas fueron realizadas por expertos plateros
y brindan un testimonio del original lenguaje que supieron crear y del
influyente lugar que algunas mujeres supieron ocupar.
Los diseños de las joyas y de los textiles,
mayormente pertenecientes al siglo XIX, no son meros elementos decorativos
sino que se presentan como signos de contenido simbólico de una
nación con creencias espirituales, ligada con sus ancestros y con
la naturaleza.
Una simbología de serpientes, flores, orantes
arrodillados, cruces, escaleras sagradas, aves míticas, respondía
a la manera de ver el mundo y estar en él, un mundo en el que todo
parecía posible.
La mayoría de las piezas, por las que Pereda se interesa desde 1945, proceden de la provincia del Neuquén y del norte de la provincia de Río Negro, de la Araucanía chilena, y de la llanura pampeana.
Los antecedentes arqueológicos de joyas en
metal que se conocen para el área de la cultura mapuche no alcanzan
a explicar el enorme desarrollo que la platería destinada a adorno
femenino, alcanzó entre fines del siglo XVIII y comienzos del siglo
XX.
Razones de índole social y política
habrían dado lugar a diferenciaciones de status al interior de la
sociedad, y la concentración del poder y la riqueza en los caciques.
Esta situación se expresa en la joyas de plata que adornan a las
mujeres de un jefe y en los aperos para el caballo del mismo cacique",
comenta la experta Isabel Iriarte.
"Será entonces una situación bastante
común que cada uno de ellos tenga un platero -retrafe- trabajando
en forma exclusiva para cubrir sus necesidades suntuarias", agrega.
Los plateros mapuches crearon un lenguaje sumamente original en el que los escasos préstamos tomados de otras tradiciones -por ejemplo el tupu quechua, o las medallas españolas -cobran un carácter diferente en el contexto del diseño general, "un carácter 'tradicional' aunque la tradición sea muy joven".
Un hilo conductor parece atravesar las distintas etapas dándoles sentido: "la fascinación por la plata y el interés en hacerla lucir en su color y su brillo característicos, en sus superficies extendidas generosamente, e incluso en su sonido ya que muchos de los diseños recurren a la articulación de partes que producen una suave y peculiar sonoridad al moverlas", se resalta en el catálogo de la muestra.
La mayoría de las joyas se articula mediante
eslabones en forma de tira o de argolla y presentan un predominio de superficies
planas que permite a las piezas adherirse sin dificultada a las mantas
negras como una segunda capa textil.
Incluso, "parecería responder al mismo propósito
el recurso a bases blandas y flexibles de lana o cuero cuando se quiere
lograr un perfecto ajuste entre ciertas joyas y el cuello, o la frente
o las trenzas", apunta Iriarte.
Y puntualiza: "La apreciación de las características
de cada tipo de joya no agota la comprensión de las mismas ya que
no fueron realizadas para ser vistas individualmente. Alcanzaban su verdadero
impacto al conformar un conjunto que incluía piezas en la cabeza,
el pelo, las orejas, el cuello y pecho creando una aureola en torno del
rostro de la mujer".
En tiempos precolombinos los mapuches ocupaban un
vasto territorio a un lado y otro de la cordillera andina, en la parte
meridional de lo que hoy son Chile y Argentina.
A fines del siglo XVIII los mapuches ocuparon una
vasta región de la Pampa y la Patagonia en un proceso que se conoce
como araucanización, que finalizó hacia 1830 con la llegada
del gran lonko Cafulcurá (Piedra Azul) el que tendría a su
cargo sellar la definitiva hegemonía de los mapuches sobre los tehuelches.
En ese tiempo, los mapuches mantuvieron muchas de
sus tradiciones y prácticas principales: desde su lengua madre el
mapudungum hasta las ceremonias ancestrales, pasando por el arte de la
plata y el tejido; pero reemplazaron su original patrón agricultor
y pastoril por el de cazador, que era tehuelche.
La lucha por la restitución de sus tierras
continúa hoy siendo la reivindicación más fuerte pero
la presión de intereses económicos sobre las zonas de asentamiento
indígena interfiere en muchas ocasiones en el lento proceso de recuperación
de los territorios.
En cuanto a las artes de antaño como platería
y cerámica ya casi no se practican aunque en el seno de la cultura
mapuche se vislumbra un proceso de regreso a las fuentes, de recuperación
de la sabiduría de los antiguos. (Télam)