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COLECCION

Inauguran una importante exposición de cultura mapuche


    Una selección de la Colección Eduardo P. Pereda que reúne sorprendentes adornos femeninos de plata y de chaquiras (cuentas), textiles (ponchos y fajas), piezas líticas (insignias de mando), máscaras y tocados de la cultura mapuche serán reunidos en una muestra que se inaugurará mañana en la Fundación Proa.

    La exhibición "Hijos del viento. De la araucanía a las pampas" se detiene en los adornos femeninos de esta cultura como diademas, adornos para el cabello, aros, gargantillas, prendedores y adornos de pechos.
    Estas piezas fueron realizadas por expertos plateros y brindan un testimonio del original lenguaje que supieron crear y del influyente lugar que algunas mujeres supieron ocupar.

    Los diseños de las joyas y de los textiles, mayormente pertenecientes al siglo XIX, no son meros elementos decorativos sino que se presentan como signos de contenido simbólico de una nación con creencias espirituales, ligada con sus ancestros y con la naturaleza.
    Una simbología de serpientes, flores, orantes arrodillados, cruces, escaleras sagradas, aves míticas, respondía a la manera de ver el mundo y estar en él, un mundo en el que todo parecía posible.

    La mayoría de las piezas, por las que Pereda se interesa desde 1945, proceden de la provincia del Neuquén y del norte de la provincia de Río Negro, de la Araucanía chilena, y de la llanura pampeana.

    Los antecedentes arqueológicos de joyas en metal que se conocen para el área de la cultura mapuche no alcanzan a explicar el enorme desarrollo que la platería destinada a adorno femenino, alcanzó entre fines del siglo XVIII y comienzos del siglo XX.
    Razones de índole social y política habrían dado lugar a diferenciaciones de status al interior de la sociedad, y la concentración del poder y la riqueza en los caciques. Esta situación se expresa en la joyas de plata que adornan a las mujeres de un jefe y en los aperos para el caballo del mismo cacique", comenta la experta Isabel Iriarte.
    "Será entonces una situación bastante común que cada uno de ellos tenga un platero -retrafe- trabajando en forma exclusiva para cubrir sus necesidades suntuarias", agrega.

    Los plateros mapuches crearon un lenguaje sumamente original en el que los escasos préstamos tomados de otras tradiciones -por ejemplo el tupu quechua, o las medallas españolas -cobran un carácter diferente en el contexto del diseño general, "un carácter 'tradicional' aunque la tradición sea muy joven".

    Un hilo conductor parece atravesar las distintas etapas dándoles sentido: "la fascinación por la plata y el interés en hacerla lucir en su color y su brillo característicos, en sus superficies extendidas generosamente, e incluso en su sonido ya que muchos de los diseños recurren a la articulación de partes que producen una suave y peculiar sonoridad al moverlas", se resalta en el catálogo de la muestra.

    La mayoría de las joyas se articula mediante eslabones en forma de tira o de argolla y presentan un predominio de superficies planas que permite a las piezas adherirse sin dificultada a las mantas negras como una segunda capa textil.
    Incluso, "parecería responder al mismo propósito el recurso a bases blandas y flexibles de lana o cuero cuando se quiere lograr un perfecto ajuste entre ciertas joyas y el cuello, o la frente o las trenzas", apunta Iriarte.
    Y puntualiza: "La apreciación de las características de cada tipo de joya no agota la comprensión de las mismas ya que no fueron realizadas para ser vistas individualmente. Alcanzaban su verdadero impacto al conformar un conjunto que incluía piezas en la cabeza, el pelo, las orejas, el cuello y pecho creando una aureola en torno del rostro de la mujer".

    En tiempos precolombinos los mapuches ocupaban un vasto territorio a un lado y otro de la cordillera andina, en la parte meridional de lo que hoy son Chile y Argentina.
    A fines del siglo XVIII los mapuches ocuparon una vasta región de la Pampa y la Patagonia en un proceso que se conoce como araucanización, que finalizó hacia 1830 con la llegada del gran lonko Cafulcurá (Piedra Azul) el que tendría a su cargo sellar la definitiva hegemonía de los mapuches sobre los tehuelches.
    En ese tiempo, los mapuches mantuvieron muchas de sus tradiciones y prácticas principales: desde su lengua madre el mapudungum hasta las ceremonias ancestrales, pasando por el arte de la plata y el tejido; pero reemplazaron su original patrón agricultor y pastoril por el de cazador, que era tehuelche.

    La lucha por la restitución de sus tierras continúa hoy siendo la reivindicación más fuerte pero la presión de intereses económicos sobre las zonas de asentamiento indígena interfiere en muchas ocasiones en el lento proceso de recuperación de los territorios.
    En cuanto a las artes de antaño como platería y cerámica ya casi no se practican aunque en el seno de la cultura mapuche se vislumbra un proceso de regreso a las fuentes, de recuperación de la sabiduría de los antiguos. (Télam)