El pueblo indígena será el tema de 1998. Sobre todo cuando este año han estallado los conflictos más fuertes del sector en mucho tiempo, como Ralco y Lumaco. Para el director de la Conadi, vienen tiempos más duros todavía.
Hay dos Domingo Namuncura. Uno es el del Gobierno, aquel que asumió como director de la Corporación de Desarrollo Indígena, Conadi, hace cinco meses, cuando el tema de Ralco era una olla a presión.
El otro es el Namuncura yanacona (araucanos que estaban al servicio de los españoles) como lo ven algunos mapuches ahora que el tema de Lumaco explotó como un fuego artificial.
Pero hay un tercer Namuncura. Es el que dice que no acepta presiones de La Moneda, el que le dio mil vueltas antes de aceptar el cargo y el que trata de conciliar los ancestrales intereses indígenas con los actuales intereses de los privados.
Este tercer Namuncura es el que piensa que la situación en Lumaco es tan desesperada, que cualquier solución parcial "sería como echar agua en la arena".
-Pocos días antes que ocurriera la quema de camiones, usted se reunió con las 26 comunidades de la zona. ¿Previó lo que iba a pasar?
-Ese día presentamos un plan de trabajo que aceptaron 24 comunidades.
Las otras dos, Pilinmapu y Pichiloncoyán, que mantienen el conflicto con Forestal Arauco, se desprendieron del acuerdo. Lo consideraron insuficiente. Para ellas, la solución era acceder en forma inmediata a las tierras de Pidenco.
-¿Los representantes de esas dos comunidades se retiraron de la reunión?
-Efectivamente, no continuaron y señalaron que querían otra manera de expresar su opinión.
-Posteriormente ocurrió la quema de camiones.
-Sí, pero no encuentro coincidencia en ambas cosas. Las comunidades indígenas son pacíficas. Incluso, cuando han ocupado tierras lo han hecho con familia, niños, abuelos, padres, y nunca han actuado ni respondido en forma violenta.
-¿Y qué cree que paso?
-Creo que un grupo de personas interpretó las insuficiencias de las respuestas gubernamentales como un abandono. Interpretó la existencia de pobreza local como una situación insostenible y que frente a eso había que hacer algo para llamar la atención de la opinión pública. Esto podría ser fruto de una desesperación, más que de una actuación sistemática.
-¿Piensa que hubo grupos como el MIR involucrados?
-No tengo argumentos fehacientemente sólidos como para decir que sí o no. El movimiento indígena siempre ha estado atravesado por corrientes políticas. No es posible eliminar este componente en forma absoluta. Sin embargo, donde hay empresas forestales que colindan con comunidades indígenas o que ocupan territorio que fue indígena, siempre hay conflicto.
-En ese caso, en cualquier punto de la provincia de Malleco podría haber un estallido social como el de Lumaco.
-Estamos frente a un cuadro de reacciones latentes.
-No. Estamos estudiando una propuesta que le vamos a hacer a la Corma y al Gobierno. Sugeriremos la formación de un fondo mixto público-privado, para generar condiciones de mayor acceso del mundo indígena a ciertos niveles de desarrollo productivo. Las empresas madereras exportaron este año mil 920 millones de dólares. Es uno de los cuatro rubros de mayor expansión económica. La Ley Indígena exige que la sociedad en su conjunto sea responsable del desarrollo indígena y al mundo privado le corresponde poner una cuota.
-Pero en La Moneda se dice que la posición de Corma es bastante dura.
Aparentemente, los empresarios consideran que ocupan tierras que los mapuches perdieron en la Guerra de Arauco.
-Sería aberrante pensar que el mundo indígena fue derrotado y que por lo tanto tiene que someterse o acostumbrase a esa condición. Puede que ahora las empresas sean las dueñas legales, pero la tierra les llegó a un precio bastante beneficioso en un momento que había una legislación autoritaria que no protegía ni defendía los derechos del pueblo indígena.
El empresario debería retribuir parte de un esfuerzo ancestral. Es la única manera de que no sigan generándose conflictos.
-Pero Forestal Arauco no tiene ninguna intención de vender el fundo Pidenco.
-Es cierto, pero tampoco podríamos comprarlo. En Pidenco cada hectárea vale entre 700 y 800 mil pesos, y nuestro presupuesto para 1998 es de 5 mil 150 millones de pesos.
-¿Y cuántas tendrían que comprar?
-Los mapuches de las comunidades en conflicto exigen 6 mil 400 hectáreas en un plazo muy rápido. Imposible. Nos absorbería de inmediato el 80 por ciento del presupuesto. Con esas comunidades estamos en un punto en que no es posible avanzar ni retroceder.
-¿Y ese presupuesto ya está destinado?
-Sí. Con eso alcanzamos a comprar unos 25 de los 59 predios en conflicto que están en lista de espera entre la octava y décima región.
El indígena 98
-El tema del próximo año será el asunto indígena. ¿Están preparados para enfrentar ese debate?
-No sólo estamos preparados. Quisiéramos que se genere. Los chilenos, en general, han tenido la concepción de que el mundo indígena es una minoría, que está constituido por estereotipos como la machi, el cultrún o el sau sau. Pero no se han detenido a pensar que detrás hay seres humanos con sueños, esperanzas y necesidades que la sociedad no ha sabido o no ha querido enfrentar ni resolver.
-Una encuesta de la Fundación Ideas reveló que casi el 30 por ciento de los chilenos cree que somos un país desarrollado gracias a que no hay tantos indígenas.
-Esa encuesta demuestra que en Chile hay racismo y discriminación. Se considera al indígena inculto, venido del campo, ingenuo, flojo, borracho y mano de obra barata.
-¿Esto ha hecho que algunos repriman su parte indígena?
-Eso es lo más penoso y sucede más con el indígena que emigra hacia la ciudad. Se siente muy cohibido y despreciado. Entonces, se ensimisma o intenta asimilarse a la cultura dominante. Algunos hasta se cambian los apellidos. Pero hay un cambio. En Santiago están resurgiendo las tradiciones indígenas.
-Pero está, por ejemplo, el caso de Marcelo Salas, que le ha dicho a periodistas que no se refieran a él con su segundo apellido, Melinao.
-No nos consta que él haya querido esconder esa parte. Tenemos una buena opinión de él. Incluso, cuando se hace mención a qué aporte hacen los indígenas al país, nosotros destacamos el valor de personas como Salas, además de médicos, ingenieros, arquitectos, expertos en computación, académicos, escritores, etcétera.
-¿Qué temas cree que surgirán el próximo año?
-En lo que compete a la Conadi, Ralco se define el 98. Lumaco seguirá siendo una preocupación el próximo año, al igual que Traiguén, Purén, Los Sauces y el Lago Budi, donde hay 60 comunidades en la extrema pobreza.
Pero nuestros problemas más serios del 98 serán con los megaproyectos:
gasoductos, rellenos sanitarios, obras viales y Ralco. También surgirá el tema de los derechos de agua en el norte y los conflictos que hay entre empresas mineras y comunidades indígenas por la posesión del agua. Eso va a ser duro.