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En Caepe Malal, tras el rescate de la década pasada, se creó no obstante el museo que guarda las piezas más importantes que se encontraron en el lugar. El edificio que alberga este pequeño tesoro arqueológico es el de la primera escuela que tuvo esa zona. Y lleva el nombre de la desaparecida investigadora Ana María Bisset.
Acuña, que es oriunda de Chos Malal, tiene una particular predilección por Caepe Malal y es una de las principales interesadas en concretar futuras investigaciones. La sitio está a unos 30 kilómetros de la ex capital de la provincia.
Además de los ajuares femeninos (ver nota central), en Caepe Malal se encontró una coraza de latón, un sable, un sombrero español (como el que se le adjudica al Quijote de Cervantes), varias piezas de alfarería y hasta un calzón hispano. Entre ellas, la más llamativa, es una jarrita hueca que tenía la forma de una figura humana o antropomorfa, tal es el término que usan los arqueólogos.
"Para mí es una especie de
modelo. Es una figura muy pequeña a la que le falta el rostro, porque
la pieza esta rota. Se ven los pechos y las manos sobre el vientre, que
es abultado porque quizá tenga que ver con la fertilidad de la mujer.
Esta pieza tiene cuentas de vidrio incrustadas, en el cuello, en los tobillos
y en los pechos; los pezones son fragmentos de vidrios incrustados. El
asa recuerda, precisamente, el tocado o cofia que era típico de
los pehuenches", contó Adam Hajduk.
Un milagro de latón
NEUQUEN (AN).- Entre las piezas que se encontraron en Caepe, hay una importante cantidad que tienen presencia de latón, en una aleación cobre (70%) y zinc (30%). La conservación bajo tierra tras unos 300 años se dio gracias a un fenómeno químico.
El óxido de cobre generado por el latón actuó como bactericida y protegió cueros y otros objetos de material orgánico que de otra manera se hubieran desintegrado.
"Ese óxido es muy tóxico, e hizo las veces de bactericida. Protegió la trama de un calzón español, la de un fragmento de piel -posiblemente de guanaco- que había sido pintado de rojo e incluso parte de una trenza indígena; todo a partir de la difusión del cobre en descomposición", sostuvo Adam Hajduk.
El investigador cree que la piel pintada es parte de la mortaja en la que fue envuelta una de las mujeres.
Los hallazgos de Caepe Malal coinciden
con las descripciones que hicieron jesuitas y otros viajeros europeos que
llegaron al norte neuquino desde Chile. "Las mujeres se movían mucho,
a veces eran movimientos exagerados para que todo el chaperío choque
entre sí y haga su típico timbre metálico, hacían
ostentación de todas la riqueza tenían encima", cerró
el arqueólogo.
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