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17 de Enero de 2003

La pesadilla de Endesa 

Aunque su perfil de empresario de derecha no calza mucho con la idea de un activista pro ecología, Hernán Echaurren ha sido uno de los opositores más duros de la central Ralco. Y mientras lamenta la forma en que cedió Nicolasa Quintremán, todavía no se explica cómo es que el proyecto sigue adelante
Angélica Bulnes Serrano 




Hernán Echaurren (Foto: Copesa)

En los extremos, las hermanas Nicolasa y Berta Quintremán (Foto: Copesa)

Defensor acusado
Las acusaciones de Nicolasa Quintremán en contra de las personas no pehuenches que han ayudado en al causa de Ralco, específicamente contra Juan Pablo Orrego y Roberto Celedón, no han sido el primer problema de este tipo. Desde el comienzo, muchos dirigentes mapuches (casi siempre de zonas distintas al Alto Bío Bío) miraron con recelo el protagonismo que tenían el GABB y Orrego. Por eso, y después de recibir varias amenazas y acusaciones, como que estaba lucrando con la causa, éste dejó de ir al Alto Bío Bío y la organización se desarmó. Aunque todavía participa en las reuniones, desde entonces la vocería de las familias pehuenches la ha asumido el abogado Roberto Celedón, quien lleva más de cinco años trabajando en el caso de manera no remunerada. 

"En el año '97 llegó una solicitud de apoyo jurídico a la Universidad Arcis y yo manifesté mi disposición a cooperar", explica este abogado de la Universidad Católica, casado y con 10 hijos. A diferencia de Echaurren, en su caso la motivación vino por el lado de la defensa de los indígenas. "Pero la verdad es que yo era totalmente 'inocenté, nunca había ido al Alto Bío Bío, no era miembro del GABB, ni nada. Sólo me interesó la causa porque no se estaban respetando los derechos de los indígenas y el Estado estaba subordinándose a intereses de una empresa". 

Aunque reconoce que nunca pensó que el caso sería tan largo y complejo, todavía dedica cerca del 40 % de su tiempo a este tema . "Pero yo no he dado esta pelea para que mis clientes obtengan una indemnización infinitamente superior a la de los otros pehuenches, sino que para defender valores", explica. Por eso, su objetivo es que si hay negociaciones con Endesa, lo prioritario debe ser obtener ciertas reivindicaciones para las comunidades pehuenches, antes que satisfacer aspiraciones individuales. Todo lo contrario de lo que hizo Nicolasa Quintremán. 

Hernán Echaurren parece el conejo de Duracell. Su oposición a la construcción de la central Ralco dura, dura y dura, mientras los demás quedan en el camino. Pese a que la obra ya está avanzada en más de un 60 %, todavía habla de Ralco en condicional. Ni siquiera pierde las esperanzas después de que Nicolasa Quintremán, símbolo de la resistencia pehuenche a la central de Endesa, decidiera negociar con la eléctrica y permutar sus tierras. Por lo mismo, considera injustas las declaraciones de Quintremán, quien aseguró que no pudo resistir porque la dejaron sola. 

"La central debió haber estado lista hace seis meses y en parte, si todavía no lo está, es porque se ha hecho de todo para impedirla.", dice Echaurren. El no sólo ha destinado tiempo a la causa, sino también recursos para respaldar a los pehuenches y darles algunas tierras, camionetas y animales. Pero su nivel de compromiso con ellos va más allá: "Hace poco más de un mes yo estaba a las seis de la mañana esperando a la señora Nicolasa en el terminal, porque su hijo estaba enfermo y quería que lo viera un médico. Cuando llegó dijo que quería tomar mate. Pero era difícil conseguir agua caliente a esa hora, por lo que la llevé a mi casa, le prepararon mate y le regalé un termo", cuenta. Además, los llevó al doctor, pagó la consulta y se preocupó del alojamiento.. Durante esos días, Nicolasa no le dijo nada de sus negociaciones con Endesa y él sólo se enteró por la prensa pocos días después. "Claro que me siento un poco pasado a llevar, porque ella actuó mal. Siempre le dijimos que si quería negociar, lo hiciera. Creo que ha sido tan largo el proceso judicial que estamos todos cansados. Ella tiene sus años, se le acabó la plata, se desesperó y negoció. El problema es que para justificarse, hace esas declaraciones, que son una manera de exculparse", dice. 

Pese a que lleva seis años batallando contra Ralco, Echaurren ha mantenido un bajo perfil. Pero, pese a sus esfuerzos, nunca ha pasado inadvertido. Y es que no es un activista tradicional. Muchos se sorprenden de ver tan involucrado a un empresario, socio de Tecnal, que se graduó de economista en Colorado, obtuvo un MBA en Harvard y colaboró en la fundación de Renovación Nacional. Y al que, incluso, durante la última campaña presidencial se mencionó como miembro del equipo técnico de Joaquín Lavín. 

Si el río suena...

"La nuestra parecía una alianza extraña, porque tenemos distintas sensibilidades, yo más de izquierda y el de derecha, pero la presencia de Hernán le dio mucha fuerza. El conoce gente, incluso a varios miembros del directorio de Endesa y cuando nos veían llegar con él, se impresionaban. Creo que lo escuchaban más", explica Juan Pablo Orrego, dirigente del desaparecido Grupo de Acción por el Bío Bío (GABB). Mientras tanto, Echaurren explica que la relación con Orrego resultó más fácil de lo pensado y dice, con algo de orgullo, que cree haber logrado "infiltrar ciertos principios de derecha en el grupo, o al menos desprejuiciar algunos conceptos". 

A diferencia de otros que llegaron a defender el Alto Bío Bío motivados por el tema indígena, a Hernán Echaurren lo trajo el río. Su familia era dueña de un fundo cercano a la central, por lo que pasó ahí la mayoría de los veranos de su infancia. Sus primeras inquietudes fueron durante la construcción de la central Pangue. Echaurren propuso un proyecto alternativo: que se reemplazaran las ampolletas incandescentes por las de bajo consumo y se subsidiara la adopción masiva de éstas en el país. Así, calculó que reemplazando una cierta cantidad de ampolletas, Chile se ahorraba la construcción de la central. "Esa fue la primera vez que yo escuché hablar de él, como el 'loco de las ampolletas'. Pero la verdad es que nadie pudo rebatirlo, y lo llamé", explica Orrego. 

Aunque las confianzas no se dieron de un día para otro, tras el anuncio del proyecto Ralco en el '94, Echaurren pasó a formar parte activa del GABB: "Ahora pienso que ése fue un error táctico muy grande, porque creo que me debería haber mantenido ajeno y ser un referente distinto, ya que inmediatamente me acusaron de fanático y ambientalista". Echaurren consideró que para derribar el proyecto debía utilizar argumentos económicos y realizó un estudio que demostraba que la central Ralco era varios millones de dólares más cara que generar electricidad por otras vías, como el gas natural. 

También se ha preocupado de hacerles saber sus ideas a todos los involucrados y para eso ha llegado al límite del fastidio, como él mismo reconoce: "Esto a veces tiene ribetes de revancha del picado, pero yo creo que el mal hacer de Endesa y el daño que le ha hecho al país no pueden quedar impunes". Por eso empezó a asistir a las juntas de accionistas de la empresa, las que con Echaurren presente podían durar más de seis horas, pues participaba con la ley de sociedades anónimas en mano a exigir que las sesiones se cumplieran al pie de la letra. En abril del año '96, por ejemplo, llegó a la junta acompañado de más gente, como Juan Pablo Orrego y las hermanas Quintremán, a quienes les regaló unas pocas de sus acciones para que también pudieran entrar. No contento con eso, el grupo partió en la tarde al Congreso porque había sido invitado a la reunión de la Comisión de Medio Ambiente: "Los diputados, que al día siguiente iban al Alto Bío Bío, me dijeron que fuera con ellos, pero como no cabía en el avión de la Fuerza Aérea, me fui por mi cuenta pilotando. Por culpa del mal tiempo llegué atrasado y las camionetas ya se habían ido, por lo que seguí para arriba y aterricé en otro lugar, agarré un caballo y partí galopando. Aunque parezca mentira, llegué primero. Cuando el tipo de Endesa me vio, casi se murió". 

Hablando en serio

Las anécdotas de Echaurren a veces tienen un tono cómico. No así su larga pelea. Ni la oposición de las familias pehuenches, ni la ley indígena, ni el hecho de que en un principio 22 reparticiones públicas rechazaran el estudio de impacto ambiental de la central, disuadieron a la empresa y al gobierno. Especialmente al de Eduardo Frei, que según Echaurren, la apoyó fuertemente, tanto así que el último acto administrativo de su gestión fue entregarle la concesión eléctrica a Endesa, iniciativa clave para el proyecto. 

"Acá hay una especie de mano negra que actúa a favor de Endesa. Por ejemplo, cuando se da la concesión eléctrica, en el año 2000, ésta sale de la Superintendencia de Electricidad y Combustibles con 13 artículos y se va al Ministerio de Economía. De allí sale con 12, es decir, se borra el artículo que dice que el proyecto tiene que cumplir con la ley indígena, que para inundar tiene que obtener permutas voluntarias. Mi pregunta es quién sacó ese artículo y por qué", dice. 

En Endesa, por su parte, explican que cualquier persona que se sienta afectada puede acudir hasta los tribunales de justicia. "La empresa ha acatado todas las decisiones de los tribunales y no hay ninguna resolución judicial en contra de Endesa", dice Rodolfo Nieto, encargado de comunicaciones de Endesa. 

Así las cosas, no es fácil entender por qué Echaurren sigue adelante. "Tal vez visto desde afuera esto raya con la demencia, pero una vez que te metes a fondo no puedes echar pie atrás". Para él, Ralco es un proyecto malo por donde se le mire, ambiental, cultural y económicamente. Afirma que es poco rentable y encarece la energía, lo que sólo beneficia a Endesa. "La construcción de Ralco hace subir el precio nudo, porque la central está sujeta al ciclo hidrológico y hace más incierto el suministro. El precio nudo recoge eso y sube, pero como Endesa tiene 60 % del mercado, y Ralco, representaría sólo cerca del 5% del mercado, Endesa se beneficia con el aumento de precios del porcentaje distinto a Ralco y compensa", dice. 

Ahora, los defensores del Bío Bío tienen sus esperanzas puestas en el recurso que presentaron ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA, la cual decretó una medida cautelar y pidió al gobierno que mantenga el statu quo hasta que se pronuncie. Pero, pase lo que pase, Echaurren no cree que todo haya sido en vano: "Es difícil que Endesa vuelva a hacer un proyecto como éste. Gracias a Ralco, hoy hay una conciencia distinta del mundo indígena y del medio ambiente". 

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