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 El Mercurio en Internet - Editorial 
Sábado 22, de Agosto de 1998       © Copyright El Mercurio S.A.P., Prohibida su reproducción


Pehuenches y Demagogia

Grotesca y deplorable ha llegado a ser la situación creada artificialmente en el Alto Biobío. En breves términos, ante la construcción de la central hidroeléctrica Ralco, ochenta y cuatro familias pehuenches han aceptado con entusiasmo la transferencia de sus tierras, mientras ocho se oponen.

Antropólogos, indigenistas, políticos y gente politizada han tomado la defensa de las ocho familias, menospreciando el pensamiento y los intereses de la gran mayoría.

Quienes se dicen defensores de los pehuenches se oponen a la construcción de Ralco porque dañaría la cultura y el espíritu de aquella minoría étnica. No les importa que sigan en la miseria, en sus pobres tierras, sus casas traspasadas por la lluvia y el viento y manteniendo unos escuálidos animales. Se menosprecia, además, la notable labor efectuada por Endesa para mejorar las condiciones de vida de los pehuenches: transferencia a tierras de mayores dimensiones, casas de excelente calidad, equipamiento, suministro de agua potable, mejora de los ganados y las semillas, camino y servicios comunitarios, etcétera.

Nada de eso importa, se le ignora y oculta. Para los indigenistas es más importante que los pehuenches sigan efectuando sus guillatunes y sean medicinados por las machis. En todo caso, eso mismo puede efectuarse en cualquier lugar de residencia.

Llama la atención que la mayoría de los indígenas involucrados acepte la construcción de la central Ralco, por el progreso que significa para ellos, y que las comunidades cercanas albergan la esperanza de tener trabajo y recibir otros beneficios.

En los últimos sucesos han participado los ecologistas, cuyos planteamientos están reñidos con el criterio más elemental. Se oponen a la central por los daños causados al ambiente; en circunstancias de que el proyecto involucra reforestación, como ya se ha estado haciendo, y cuidado de la fauna fluvial. Cabe pensar, además, que de no construirse la central habría que reemplazarla en la cercanía de alguna ciudad por una enorme central termoeléctrica o varias de ellas, con el efecto de una polución muy grande, aun cuando funcionen con gas.

Las actuaciones de indigenistas y ecologistas no tienen ninguna justificación, de modo que hay que explicarlas de otra manera. Puede ser que el deseo de adquirir notoriedad y aparecer en la prensa, con el consiguiente aplauso de sus pares, sea uno de sus motivos. De esa manera se aseguran posiciones personales y posibilidades de trabajo en las universidades y otros organismos. Quizá se obtienen buenos contactos en el extranjero y "proyectos millonarios" en su carrera con bajos niveles ocupacionales. De hecho, ya se ha informado que el actual movimiento cuenta con recursos foráneos.

Los pehuenches, igual que otros grupos indígenas, son manejados con métodos explícitos y otros encubiertos. No se entiende por qué un grupo de araucanos residentes en Santiago tome iniciativas violentas y desafiantes. Tampoco se comprende que aboguen por la mantención de los pehuenches en sus actuales tierras en razón del "buen aire y agua", pues en la nueva localización van a tener aun mejor aire y agua. Por otra parte, resulta extraño que los indígenas residentes en Santiago hayan elegido vivir en la ciudad más polucionada del país. La razón está en que eligieron la vida moderna con su oferta de buen trabajo e incentivos de toda especie.

No puede negarse igual derecho a los pehuenches, con la ventaja de que será en su propio ambiente. Hay algo que falla en la lógica de los supuestos defensores de los pehuenches.

Todo pareciera indicar que la mención al aire y al agua no es más que el trasunto de la palabrería de los intelectuales de ciudad, traspasada a los nativos.

Recorriendo el Alto Biobío se comprueba que los pehuenches no desean tanta agua ni viento: vendavales, lluvias diluviales y nieve.

En el otro lado de la medalla hay que ver la importancia que tiene para el país la construcción de Ralco, que hoy día queda patente con la escasez de lluvias y la caída de la generación eléctrica. Un atraso en la construcción de Ralco significará un déficit muy marcado a partir del año 2002. Queda de manifiesto, además, que la preocupación indigenistas y ecologista, en éste y muchos episodios más, se ha convertido en una barrera para el desarrollo y la modernización del país. Las dos leyes en que se apoyan deberían ser reformadas. En todo este asunto queda planteado un problema mayor. Es difícil entender por qué unos cuantos indigenistas deban manejar a ocho familias y mover a otras etnias hasta dar la apariencia de una convulsión general, con repercusiones exageradas en la prensa. Por sobre todo, es inaceptable que doce millones de chilenos deban ser perjudicados por sus artimañas. La materia debería ser objeto de una investigación.

Sergio Villalobos R.


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