Santiago de Chile, Sábado 17 de Junio de 2000
NUESTRO PAÍS FRENTE A LOS VECINOS DE LA REGIÓN:
Chile, ¿Adiós al Negocio Forestal?Gracias a la existencia de subsidios o debido a los menores costos de la tierra en paísesvecinos, Chile ha ido perdiendo el liderazgo del negocio forestal en América Latina.Empresarios del sector han aumentado sus actividades en Uruguay, Argentina y Brasil.
UN inusual sobre se dejó caer en los escritorios de 29 empresarios forestales chilenos durante los primeros días de mayo. La carta contenía un extenso programa de visita a las principales zonas boscosas de Uruguay, un almuerzo con el Mandatario de ese país y ofrecía la concreción de rentables negocios. La sorpresa de los ejecutivos nacionales fue mayor cuando cayeron en la cuenta de que tal invitación estaba firmada por el mismo Presidente de la República, Jorge Batlle. Quizás, por lo mismo, fue difícil no sentirse halagado ante tamaña propuesta.
En todo caso, la invitación del gobierno uruguayo no es un hecho casual. En marzo, cuando Batlle se encontraba de visita en nuestro país con ocasión del cambio de mando, él ya había mostrado su intención de seducir a los empresarios forestales chilenos. Y su carta de presentación era más que satisfactoria: una nueva ley del sector repleta de incentivos para la forestación.
Por lo mismo, tal vez, los empresarios nacionales fueron una presa fácil de convencer. Para nadie es un misterio que los conflictos mapuches en el sur, las restricciones ambientales y, por sobre todo, el término del fomento forestal tienen al sector chileno sumido en las penumbras. Tarde o temprano, la tentación de buscar nuevas tierras iba a llegar.
Así, mientras en Chile aumenta el sentimiento de desolación, otros países latinoamericanos buscan la manera de tentar a los forestales nacionales. Además de Uruguay, Argentina -con su nueva ley de fomento forestal- y Brasil -que ofrece extensas zonas a bajo precio- invitan a invertir en sus tierras. Quizás, por lo mismo, empresas de la talla de CMPC, Masisa, Mininco, Celulosa Arauco y Terranova, entre otras, han aumentado sus actividades en el extranjero.
Y aunque muchos ecologistas se sienten a gusto con la tendencia migratoria, lo cierto es que esta realidad ha acarreado graves consecuencias: Chile ha dejado de ser la estrella del negocio forestal en América Latina. Un hecho que no es menor si se considera que las empresas del sector exportaron más de US$ 2.000 millones el año pasado y que los derivados de la madera son uno de los principales productos de exportación de nuestro país. Por si fuera poco, este negocio genera más de 120.000 empleos directos y otros 200.000 en forma indirecta. En suma, guste o no a sus detractores, ésta es una actividad que crea riqueza.
Entonces, bajo un escenario marcado por el fin de los incentivos a la actividad en Chile y el gran desarrollo del rubro en otras naciones, es fácil entender que en nuestro país haya descendido el nivel de inversiones en el rubro. Una realidad que contrasta con otras naciones de la región. Así, por ejemplo, en Brasil existen importantes planes de desarrollo de compañías de pulpa y papel por más de US$ 13.000 millones para los próximos 10 años. En tanto, la nueva legislación le ha permitido a Uruguay concretar inversiones extranjeras por más de US$ 250 millones, mientras que la existencia de nuevos bosques en Argentina crece día a día.
La estrella se apaga
En las últimas tres décadas, la cosecha mundial de madera ha crecido a una tasa promedio de 1,8 % anual. Sin embargo, ese ritmo debería acelerarse para poder satisfacer adecuadamente la creciente demanda originada por el aumento de la población mundial y el mejoramiento de las condiciones de vida en las diferentes partes del globo. Por lo mismo, las grandes multinacionales del rubro no cesan en la búsqueda de nuevas tierras donde invertir.
Pero si Chile era el país favorito de la región, hoy la realidad es distinta. Bajo el amparo del DL 701 (dictado en 1974) que entregaba mecanismos de bonificación a la forestación y su manejo, nuestro país logró cultivar en 20 años 1,8 millones de hectáreas. Esta innovadora ley dio a nuestros bosques una importancia de talla mundial, comparables a los de Australia, Nueva Zelandia y Sudáfrica. Las multinacionales que buscaban invertir en América Latina lo hacían en Chile. Quienes buscaban un buen ingeniero forestal lo rastreaban en nuestro país.
¿Y cuándo fue el comienzo del fin? Según muchos hombres del sector fue, en 1994; es decir, cuando la legislación fue modificada. Para otros, en cambio, todo comenzó cuando los países de la región imitaron el ejemplo chileno y, por ende, entraron nuevos competidores al comercio internacional.
Como sea, no cabe duda el gran beneficio que significó el DL 701 para el desarrollo del sector de nuestro país y, para comprobarlo, sólo basta considerar que hoy Chile posee el 5 % del mercado mundial en términos de exportaciones forestales.
Sin embargo, es válido preguntarse: ¿resulta lógico tener una ley de incentivos forestales cuando el país ya tiene una masa boscosa adecuada? No, si se considera que el objetivo de este tipo de iniciativas es la de fomentar el desarrollo forestal, cosa que en Chile ya ocurrió.
De hecho, la nueva legislación de Argentina y Uruguay pretende alcanzar exactamente lo que en su momento logró nuestro país: convertir a la actividad forestal en una de las más importantes del país, capaz de ser exportable y de generar riqueza.
Y el objetivo que persiguen los países vecinos está cada día más cerca, al punto de que muchas empresas chilenas han instalado sucursales en esas naciones. "Además de los conflictos mapuches y las restricciones ambientales, en Chile hoy el clima no es bueno para el negocio. De hecho, se ha creado una imagen negativa del sector, en circunstancias que trabaja con un recurso renovable. Ello explica la búsqueda de nuevos mercados", comenta Fernando Raga, vicepresidente de la Corporación Nacional de la Madera (Corma).
En todo caso, esto no significa que las empresas nacionales estén abandonando su país de origen. "Ante todo las compañías son chilenas. Sin embargo, el ambiente negativo obliga a las empresas locales a ampliar sus horizontes. Las forestales deben estar presentes en Argentina y Uruguay, pues esas naciones competirán con nosotros por una tajada del comercio mundial", recalca Eduardo Hartwig, director de Forestal San José.
Más aún, la inversión en otras naciones se justifica, si se considera que los precios de la tierra en Chile ya no son tan competitivos como en el pasado.
Así, por ejemplo, mientras el valor en nuestro país fluctúa entre los US$ 800 y US$1000 la hectárea, el precio de los suelos de buena profundidad, textura y drenaje en Argentina van desde los US$ 500 y US$800 la hectárea. Una realidad similar se observa en Uruguay, mientras que el precio de la tierra en Brasil bordea los US$400 la hectárea.
Y aunque en muchos de esos países no existe la infraestructura adecuada para la industria forestal, como puertos y buenas carreteras, esos valores del suelo amenazan la importancia de las exportaciones forestales chilenas hacia el Mercosur.
En todo caso, de lo que no cabe duda es que el futuro del sector pasa por solucionar los confictos índigenas, que amenazan el derecho de propiedad, y la definición del Congreso sobre los límites del bosque nativo.
Ventajas de los vecinos
La ley de incentivos forestales de Uruguay, de 1987, ya ha rendido sus frutos. Motivados por la política de subsidios y la inexistencia de impuestos, se calcula que la inversión de los chilenos supera los US$ 70 millones, lo que representa el 20% del área forestada que existe en ese país.
Una de las primeras compañías chilenas que desembarcaron en esas tierras fue CMPC, que adquirió en 1993 la papelera Ipusa. Inversiones chilenas, inglesas y canadienses han permitido que las plantaciones en Uruguay crecieran a un ritmo de 35 mil hectáreas anuales en el trienio 1997 y 1999. Más aún, las exportaciones forestales, principalmente de eucaliptus, crecieron más de 5 veces durante la década de los noventa.
Por si fuera poco, el país tiene programado un plan forestal a largo plazo. Según las autoridades, las plantaciones de eucaliptus pasarán de las 1.000 toneladas anuales de 1999 hasta las 6 mil toneladas hacia el 2004. Además, ya se definió el trazado de infraestructura necesario para evacuar los productos forestales. En este sentido, fue el mismo Presidente Jorge Batlle quien le prometió a un grupo de empresarios chilenos la pronta construcción de un puerto.
Por su parte, en 1995, Argentina rescató en su nueva legislación forestal las virtudes del chileno DL 701. Y los frutos de tal decisión han sido exitosos: la tasa de plantación ha crecido más de 11 veces entre 1990 y 1999.
Otro de los grandes beneficios del país está en su propia tierra, que permite la cosecha de algunas especies en un período inferior que el chileno. Además, la nación dispone de grandes extensiones, lo que posibilita la existencia de bosques de una escala tal que aseguren una explotación económicamente competitiva.
Brasil, en tanto, surge como otra gran alternativa para las compañías extranjeras, pese a que el país no cuenta con una política de subsidios.
Sin embargo, el gran atractivo del país se basa en los bajos costos de la tierra, sus enormes extensiones y su millonario mercado interno. De hecho, se calcula que el país consume 350 millones de metros cúbicos de madera al año, es decir, un 8 % del consumo mundial de madera. Más aún, sus exportaciones forestales bordean los US$ 5.000 millones, lo que representa un 7 % del negocio en el mundo. "Quien quiera crecer en el planeta, tiene que estar en Brasil", son las concluyentes palabras de Italo Rossi, director general de Masisa en ese país.
De esta manera, los chilenos deben estar atentos a la competencia de sus vecinos. De lo contrario, la estrella del negocio forestal de nuestro país no sólo dejará de brillar, sino que simplemente se apagará