lunes 20 de mayo de 2002
Venta del fundo Alaska
  • Que la iniciativa empresarial deba retroceder ante las presiones de grupos indigenistas no es un buen aliciente para la recuperación económica de la región.
      Finalmente, Forestal Mininco decidió vender a la Conadi las mil novecientas veintisiete hectáreas del fundo Alaska, de su propiedad, con el fin de mitigar las incesantes dificultades en su explotación y las presiones políticas y comunicacionales a las que estuvo sometida la empresa, sus trabajadores y ejecutivos. Aunque esta determinación elimina un dolor de cabeza para la citada compañía, consolida la imagen de una región conflictiva en la cual los inversionistas huyen a causa de los reclamos de los grupos mapuches y la presión de los ecologistas. Esto significa que, se quiera o no, se va ratificando la idea de que la Región de la Araucanía y la parte meridional de la del Biobío se tornan adversas para toda inversión privada y de desarrollo, generando así un foco cuya evolución futura seguramente tenderá a niveles más bajos de actividad económica.
      Precisamente, en este sentido se puede argumentar que los activistas han logrado un no despreciable objetivo, que es hacer retroceder a la región a formas cada vez más primitivas de explotación económica, y a tornar impracticable la actividad privada a los que allí viven. Sin llegar al extremo de afirmar que podría ser el paso para una expulsión de residentes no mapuches, cosa por otro lado imposible por el peso de demográfico de estos últimos, hay que situar el abandono empresarial en un clima de menor inversión, expectativas y empleo que afectan negativamente a importantes sectores de la Octava y Novena regiones. Esto implica que las políticas de gobierno, tendientes a mantener el conflicto en un nivel aceptable, empiezan a erosionarse cuando organismos del Ejecutivo acceden a estas reivindicaciones que se generan en un clima político que alienta la toma y la agitación. Por cierto que ello perturba a los actores sociales y no solo económicos de la zona, y va configurando un abandono de los instrumentos legales por otros de carácter mediático y político, que luego las leyes y los presupuestos fiscales terminan por consagrar de manera contradictoria.
      Sin duda que la responsabilidad que se asume en este sentido, de acceder a las demandas del activismo ecológico y étnico, crean la sensación que la Región de la Araucanía y parte de la del Biobío constituyen una zona con leyes propias, muchas de ellas no escritas, y que van en desmedro de los habitantes que no pertenecen a los llamados pueblos originarios. Todo ello se revela, sin duda, como un duro revés para el desarrollo del sur de Chile, que en ese esquema tenderá a aumentar el estancamiento, la pobreza y las recriminaciones de sus habitantes. No se debe ignorar que la pobreza es, sin lugar a dudas, un caldo de cultivo para las corrientes asistémicas que ahora se prestigian.

 


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