En Temuco, 1 de agosto de 2001
En mi condición de investigador y docente de la Universidad de La Frontera, quiero hacerles llegar mi postura acerca de lo sucedido en Temuco en relación a la manifestación convocada por varias asociaciones mapuche la semana recién pasada.
Lo hago desde "afuera" por asumirme como chileno. Me formé como antropólogo hace más de dos décadas en lo que fue la sede Regional Temuco de la Universidad Católica. Trabajo "dentro" de la Universidad, en el Instituto de Estudios Indígenas de la Universidad de La Frontera. Vivo en estos territorios, trato de que pensamientos y acciones sean consistentes con los valores humanistas que todos los sectores dicen adscribir. Sabemos todos que es una tarea difícil, contradictoria y muchas veces ingrata. Pero, al mismo tiempo, nuestras individualidades se articulan a proyectos colectivos de un mejor vivir para todos.
La experiencia acumulada en torno al tema de la relación entre sociedades y culturas distintas, me hace ser cauteloso en el trabajo intelectual y optimista en la voluntad de acción. Los que estén interesados en los planteamientos pueden acudir al Centro de Documentación del IEI, abierto a todos. Pienso y siento que debemos acompañar nuestros textos con comportamientos que evidencien claramente que estamos porque mejoren las relaciones de respeto en la diversidad social y cultural de la que somos parte.
Así es como no solo la semana pasada, sino desde los años 80 he manifestado opiniones y he sido parte de iniciativas que abran nuestras mentes y corazones. La semana pasada acudí al llamado a solidarizar, y centenares de personas caminamos por las calles del centro de Temuco en un ambiente previo de alta tensión.
Hablo desde "adentro" de la situación porque fui detenido en las calles, sin mediar provocación alguna por mi parte. Evidentemente el mensaje recibido es que no podemos libremente expresar nuestra adhesión al llamado hecho por diversos sectores del pueblo Mapuche. Fui parte de más del centenar de detenidos, junto al colega del IEI Pablo Mariman y al estudiante de Trabajo Social Andrés Cuyul, otros dos colegas antropólogos, académicos de otras Universidades, estudiantes universitarios y de enseñanza media, campesinos y obreros.
Comprobamos la acción represiva de las fuerzas especiales -¿de dónde eran?- ¿de la Comisaría Neumann de Temuco? ¿de Concepción? ¿de Villarrica? ¿de Lautaro?, verificamos la fragilidad que aún tiene la reforma procesal judicial al no cumplirse los derechos de los detenidos, pasamos 10 horas en una celda incomunicados, sin acceso a agua ni alimentos. Solamente después de 4 horas de estar detenidos y por exigencia nuestra, el Sr. Fiscal Local Alejandro Ivelic accedió a informarnos acerca de nuestra condición: "detenidos por desórdenes callejeros". Asimismo, fuimos testigos de cómo varios carabineros facilitaron el único e insalubre servicio higiénico disponible para los detenidos, así como también mujeres carabineros demostraron un trato digno a las detenidas. Es indudable que la preocupación inmediata manifestada por familiares, amigos, colegas de los que estábamos detenidos, unido a un contexto formal de proceso judicial, permitió que comenzáramos a salir en libertad a partir de la medianoche de ese miércoles.
Aún están frescas las sensaciones, imágenes y pensamientos de ese día, pero no me cabe duda que existen rumbos equivocados en este intento por crear nuevas condiciones para mejorar las relaciones. Debo decir que si el propósito de las asociaciones mapuche convocantes fue posicionarse en la ciudadanía de Temuco para obtener solidaridad y apoyo a sus demandas, no lo consiguieron, ya que lo que prevalece y es destacado en los medios de comunicación son las acciones de violencia ocurridas.
Quienes aún sustentan argumentos racistas dificultan la posibilidad de tender puentes, asimismo quiénes desprecian a los pobres, quienes subestiman a los trabajadores, quiénes ocultan su individualismo egoísta en una academicismo "neutro", quiénes manipulan las leyes para seguir beneficiándose de los demás, quiénes siempre ven el reclamo de los excluidos como acciones vandálicas, quienes se protegen detrás de las fuerzas especiales, quienes manipulan a través de los medios.
Acerca del Estado chileno y de la relación con las sociedades indígenas, quedan abiertas no sólo nuevas heridas sino que reaparecen otras que no han cicatrizado.
Desde este Instituto, en esta Universidad, en esta Región, en estos territorios nos dedicamos a tratar de entender y a socializar compartiendo nuestras reflexiones. Pretendemos aportar al debate, a las propuestas de mejoría. De cualquier modo, lo que he querido hacer es compartir una experiencia a título personal y así debe ser entendido.
Cordialmente
RobertoMorales Urra
Antropólogo