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![]() 2015-03-22 | Cultura | MapucheEl cráter de este volcán chileno oculta un enorme glaciar. El viaje hasta la cima se hace en compañÃa de pobladores mapuches.En la boca del volcán SollipulliLlegarÃamos al cráter, decÃan. Y habrÃa un glaciar allà adentro. No era el famoso volcán Villarrica, sino otro gigante menos conocido de La AraucanÃa, en Chile: el Sollipulli. Para eso, primero habÃa que ir a Rukaleufu, donde partirÃa la expedición.
En el terreno de los Quintonahuel habÃa una ruca: de madera, sin ventanas, con suelo de tierra y fogón al centro. Del techo colgaba la carne y piel de un cordero. Un par de tablas servÃan como asiento. Rukaleufu significa "casa a la orilla del rÃo" en mapudungun, y el nombre se relaciona con el lugar: junto a la construcción corre el rÃo Curimeno. Lo rodean cerros y bosques de araucarias. Suenan cigarras. Esa noche, Rigoberto preparó el cordero. En la ruca no habÃa luz eléctrica, pero el fuego iluminaba todo. "El almuerzo de mañana —dijo Verónica— koliquitram o pichko": mote, trigo y verduras. Luego aprenderÃamos más palabras en mapudungun: vino se dice "pulko", hermana es "lamieng" y gracias, "chantumay". Lo más importante: volcán es "pillán". La primera parte de la excursión serÃa una cabalgata adentrándonos en la Reserva Nacional Villarrica, casi en la frontera con Argentina. A los pies del volcán comenzarÃa el trekking. Esta vÃa no es la habitual: lo común es subir por la ladera noreste, desde Melipeuco. Nosotros lo harÃamos por la ladera sur y serÃamos los únicos en toda la ruta. Antes de partir, Rigoberto nos reunió cerca de los chemamull, estatuas de madera con significado funerario para los mapuches. HabÃa que hacer una ceremonia. "Siempre tenemos que pedirle a Dios que andemos bien, que tengamos suerte y que no nos pase nada. Vamos a ir a un lugar lejano y por eso tenemos que cubrirnos con algo. Vamos a tocar un poco el instrumento para que nos vaya bien, porque el Ngén Pillán (dueño del volcán) es poderoso. Esto se toca asÃ". Una melodÃa como de anuncio real sonó unos momentos. Los caballos relincharon. Luego cambió a una tradicional trutruca. El sonido parecÃa una proclama de guerra. A las 10.30 horas partimos. Cruzamos el rÃo Curimeno y enfilamos hacia el norte. En el camino vimos infinidad de araucarias, el árbol sagrado de los mapuches. El sol pegaba duro. Desde aquà vislumbramos la meta: las cumbres del volcán Sollipulli, a 2.300 metros de altura. Una hora después llegamos a la administración de Conaf, la entrada a la Reserva Nacional Villarrica. Desde aquà el sendero se angostaba y se volvÃa empinado, adentrándose en el bosque. A las 12 llegamos al árbol caÃdo. "AfÃrmese del caballo que él pasa solo", dijo Verónica. El caballo se encaramó y cruzó con destreza. Cuando ingresamos a la cordillera, el bosque era cada vez más denso. Una hora más tarde paramos a descansar bajo un árbol. Estábamos exhaustos, pero lo que seguÃa era más duro: la subida se tornó tan empinada que Rigoberto recomendaba agarrarse del pelo del caballo. A las dos de la tarde llegamos a los faldeos del Sollipulli. Estábamos en altura. Hacia atrás habÃa una hermosa vista del valle y todo lo que habÃamos recorrido. Amarramos los caballos y Rigoberto nos reunió en torno a una araucaria para pedir permiso a la cordillera. Sacó una botella con "muday", la bebida tÃpica de trigo molido utilizada para ceremonias mapuches. Lo vertió en una taza y comenzó una oración en mapudungun. Verónica lo acompañó, mientras ambos vertÃan de a poco el lÃquido en el árbol. Terminaron con un "¡ow!" y bebieron. Luego, dimos un sorbo. El sabor era amargo. Almorzamos y emprendimos la caminata. Los árboles quedaron atrás. HabÃa un sol fuerte, pero el viento aliviaba el calor. Llegamos a una zona de piedras volcánicas donde el andar se hizo lento. Rigoberto y Verónica, con ropa normal y sin bastones, parecÃan no notarlo. Enseguida vino una pared de piedra que debimos cruzar y el camino a partir de este momento fue totalmente empinado. A la hora, se veÃa el lago Moquehue y el volcán LanÃn, en Argentina. "Ya pasamos lo peor", dijo Verónica. No era cierto. TodavÃa faltaba un par de cuestas, pasando junto a hielos. Pero el camino tenÃa recompensas, como una hipnótica laguna calipso que hacÃa suspirar. Son pocos los que han visto esta laguna, porque la ruta de ascenso común al Sollipulli va por otro lado. De hecho, la laguna ni siquiera tiene nombre. Ellos la llaman "pichi lafken" (laguna chica) o "kalfu yen" (azul celeste). Faltaba poco para alcanzar el cráter cuando la subida se hizo más plana. En 15 minutos todo el esfuerzo se vio recompensado: llegamos, literalmente, hasta el cráter mismo del Sollipulli. Y a su gran glaciar. Era un hielo inmenso, de 14 kilómetros cuadrados y 190 metros de profundidad, que observamos desde el borde del cráter hacia abajo. Era como un mar de hielo que iba de un lado a otro de la boca del volcán. Pero en pocos minutos habÃa que irse. El reloj marcaba casi las 17 horas y la luz apremiaba. Debimos cruzar el rÃo a oscuras, algo que a esas alturas parecÃa solo un detalle. MONTSERRAT SÃNCHEZ - El Mercurio dom mar 22 2015 Si deseas conocer mas, visita y suscrÃbete a nuestro Canal en Youtube Ñuke Mapu Cultura, Documentales, Conferencias, Reportajes Fuente: El Mercurio |
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