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2010-11-14 | Cultura | Mapuche

“Aquí está en juego la vida de un pueblo”

Huelgas de hambre de corazones que suenan como una lenta trutruka, niños interrogados en sus propias escuelas, criminalización y despojo. La publicación de Correa se une a “Un pueblo sin Estado”, de Malú Sierra, para retratar una incesante reivindicación ignorada por la historia oficial. Dos nuevos libros clave para entender las raíces del tema.




“El kultrún toca a rebato. El lamento de las trutrukas trae un mensaje cifrado. Dos sones, arriba y abajo, repite la pifülka mágica. El griterío es ensordecedor. Lonkos y machis de un puñado de comunidades mapuche de La Araucanía y Los Lagos le entregan la palabra a un joven werkén, hijo del lonko de Collimque, de la comuna de Malleco. Aukán Wilkamán viene envuelto en la leyenda. ‘El grito dice: diez veces triunfaremos. Y lo que quiere decir es que diez veces multiplicaremos las fuerzas; que diez veces seguiremos vivos, diez veces lucharemos. Por diez que caen, diez se levantan’ traduce con rabia”.

La escena del líder mapuche encabezando una arenga con el cada día más escuchado “Marichiweu” (grito de guerra que significa diez veces venceremos) es narrada por la periodista Malú Sierra en su reciente publicación “Un pueblo sin Estado: Mapuche, gente de la tierra” (Catalonia, 247 págs.). En los inicios del capítulo “La guerra de Arauco no ha terminado”, la investigadora reflexiona: “La historia suele contarse de maneras distintas”.

El ojo ciego de la historia oficial ha caído sobre muchos. El pueblo mapuche, que hoy en los medios de comunicación parece indivisible de los términos “conflicto” y “terrorista”, ha sido uno de los que más han sufrido frente a la construcción de la tradición oficial que este año celebró su bicentenario. “No hay nada que celebrar”, rezaban los carteles y las voces de dirigentes que comunicaban al mundo los días de huelga de hambre de 32 presos políticos mapuche en las cárceles de Concepción, Lebu, Temuco, Angol y Valdivia -que luego de 82 días depusieron su protesta- mientras otros zapateaban en las fondas. La manifestación que los dejó por los huesos fue reprimida e incluso comparada con torturas empleadas en la cárcel de Guantánamo. “Se están usando prácticas de la cárcel de Guantánamo para quebrar a los prisioneros, es una forma de tortura, configura un delito de tortura por parte del Estado chileno, hecho por agentes del Estado, en este caso Gendarmería. Y con el conocimiento de los que gobiernan”, denunció la doctora a cargo de la salud de los huelguistas Berna Castro (Radio Universidad de Chile, 2 de septiembre) sobre la acción del penal de mantenerlos 23 horas sin luz en los recintos.

El grupo de presos volvió a enrostrar, en medio de las celebraciones patrias, una lucha de doscientos años.



ENOJO ANCESTRAL

“Existe una continuidad entre los sucesos de la ocupación militar de La Araucanía y la actualidad. No es casualidad que donde funcionarios del Estado chileno asesinaron a Jaime Mendoza Collío sea el mismo lugar donde años atrás asesinan a Alex Lemún, que también sea el lugar donde se asesina a Carlos Collío, el primer muerto mapuche en el proceso de reforma agraria; que sea a su vez donde se levanta la línea de fuertes en el río Malleco, y donde se concentraban las fuerzas y pertrechos militares durante la ocupación militar de La Araucanía, donde se llevaron a cabo sangrientos sucesos en los faldeos del cerro Chiguahue. Y aquello ocurre también en Traiguén, en Arauco, en Lumaco, en Ercilla, en Collipulli. Con esto quiero señalar que lo que sucede en nuestros días no debe tomarse aislado de lo que ha ocurrido en el pasado, y que ello forma parte de la memoria de las comunidades mapuche, lo que hoy les sucede le sucedió a sus abuelos, y también a los abuelos de éstos”, explica el historiador de la Universidad Católica de Chile, Martín Correa, coautor junto a Eduardo Mella de “Las razones del illkun/enojo: Memoria, despojo y criminalización en el territorio mapuche de Malleco” (LOM Ediciones, 322 págs.), texto que reconstruye la historia de los derechos territoriales de las comunidades mapuche, desde sus orígenes con la dominación española hasta los últimos años. La publicación, unida al libro de Sierra que entrega brillantes luces de la cosmovisión, tradición y problemática indígena, retrata la historia no oficial de lo que ocurre al sur de Chile.

UNA GUERRA QUE NO ACABA

Como narran las crónicas de la época, hacia mediados del siglo XIV, el territorio mapuche se extendía entre los ríos Limarí y Toltén, poblando densamente la geografía. La primera frontera, hasta la década de 1550, se ubicó en el río Maule y luego, con un carácter de expansión territorial y de búsqueda de riquezas, Pedro de Valdivia comenzó su colonización al sur y con ella la Guerra de Arauco que, según Correa -que también es autor de “Territorio, propiedad y demandas de tierras de las comunidades huilliches de Chiloé”, “La Reforma Agraria y las tierras mapuches” y director argumental del documental “Uxuf Xipay: El despojo”-, se extiende hasta hoy.

-¿Por qué existe un desconocimiento generalizado del origen del conflicto?

-Desconocer o bajarle el perfil a la usurpación y el despojo original es un acto deliberado del Estado chileno y de los grupos de poder, un acto deliberado que se lleva a cabo en los libros, donde no se describe la verdad de lo que ocurrió, en las escuelas, donde se esconden los hechos que ensucian el pasado de la historia de Chile. Y es un acto deliberado e interesado porque el origen de la propiedad en La Araucanía es ilegítimo, se realizó a través de múltiples y engañosos mecanismos, y que con el paso del tiempo se “legalizaron” en las notarías, pero su origen es ilegítimo. Es aquel engaño el que se quiere borrar del pasado oficial. En cambio, mantener viva la memoria del despojo es una actividad permanente y cotidiana en las comunidades mapuche.

-“El problema, para el Estado, es que las organizaciones y comunidades mapuche se están enfrentando a fuertes intereses empresariales, nacionales y transnacionales y a influyentes grupos de poder”, explicas en tu texto. Grandes latifundistas, dueños de terrenos mapuche en su origen, son también peces gordos del poder chileno, incluso en algunos casos han estado involucrados con el gobierno (como Juan Agustín Figueroa, ex ministro de Patricio Aylwin y cercano al fallecido empresario Ricardo Claro) ¿Qué influencia han ejercido en torno al tema de la recuperación de tierras?

-El territorio mapuche gozó de autonomía durante la corona española y hasta finales del siglo 19. A partir de entonces comenzó a hacerse apetecible para el Estado chileno, y dentro del Estado para los grupos de poder que de él profitan. Esto tampoco es nuevo. Quienes se hicieron del territorio mapuche eran diputados, grandes empresarios, el banquero Bunster en Traiguén y Purén, la familia Edwards en Victoria; los dueños de la carbonífera Lebu, los Mckay, en Ercilla; los Ebensperger, en Arauco, etc. Hoy los propietarios son descendientes de aquéllos, también de colonos, o bien de las empresas forestales, también vinculados a ellos. He ahí el problema para el Estado chileno, que siempre ha comprometido su accionar en la defensa de estos sectores, entonces cuando las comunidades mapuche recuperan espacios territoriales recuperan espacios de familias vinculadas al poder.

-En términos prácticos, se emplea la palabra “conflicto”, que ya entrega una tendencia o una connotación frente al tema, ¿qué te parece esta situación?

-Hasta la década de 1860, cuando se decide ocupar militarmente La Araucanía, el mapuche era levantado como el ejemplo de la lucha ante el invasor español, incluso formando parte del primer escudo nacional. A partir de entonces, para legitimar la acción violenta del Estado, se comienza a hablar en los diarios y en el Parlamento del mapuche flojo, bárbaro, borracho, que mantenía tierras improductivas que había que ocupar. Desde la década del ’60 se comienza a hablar del “problema” mapuche; y a partir del ’90 se habla del “conflicto” mapuche, encabezado por violentistas que no aceptan el Estado de derecho y el derecho de propiedad. Como vemos, siempre se ha levantado una imagen que esconde los verdaderos intereses del Estado y de los grupos de poder, y del cual el pueblo mapuche ha debido asumir los costos. Para el mapuche, en cambio, quienes han traído el conflicto han sido quienes han querido ocupar sus espacios, ellos siempre han estado ahí.

-¿Qué pasos se podrían seguir para lograr un mayor reconocimiento? Uno de ellos podría ser reevaluar cómo se enseña la historia en las escuelas.

-Un verdadero reconocimiento comienza por asumir que existe un pueblo distinto, con idioma distinto y cosmovisión distinta, y no pretender integrar a ese pueblo a una nacionalidad única y excluyente, porque en ese ejercicio de “integración” siempre se ha tendido a hacer desaparecer a este pueblo distinto. Además, existe y ha existido siempre un doble estándar. A modo de ejemplo, cuando se habla del Desastre de Rancagua es el ejército chileno el que pierde frente a los españoles, y cuando se habla del levantamiento de Curalaba se hace referencia también al “desastre”, no obstante aquí el ejército español pierde. Lo mismo sucede con los héroes patrios, casi todos militares y casi todos hicieron sus primeras armas en La Araucanía.

-¿Cuáles son las vías que deberían tomar las organizaciones mapuche para lograr una reivindicación efectiva?

-Para las organizaciones mapuche es fundamental plantear sus reivindicaciones y luchar por sus derechos, porque está en juego la vida de un pueblo. Las vías que se han tomado han sido múltiples, legales, judiciales, recuperaciones de predios, denuncia ante los medios de comunicación (casi siempre acalladas), huelgas de hambre, y cada organización y comunidad adoptará la que considere adecuada. Lo que sí es un hecho es que fácilmente se les acusa de violentistas, y en el último tiempo de terroristas, y resulta que los muertos son mapuche, los heridos son mapuche, los niños traumatizados por el ingreso de fuerzas policiales en horas de la madrugada a sus casas son mapuche. ¿Quiénes entonces son los terroristas? LCD


Paola Mosso

Fuente: La Nación

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