Movilización mapuche: Dos visiones que convergen
-¿Qué es eso?
-Un witrahue.
-¿Y para qué sirve?
-Para tirarle piedras a los huincas.
Contesta Newen, el nieto de cuatro años del lonco Wenceslao
Paillal, mientras juega con una especie de boleadora mapuche, recién
terminada por su abuelo. En un castellano que aún mantiene sesgos
de su lengua materna, conversamos con el lonco en su casa, ubicada en uno
de los departamentos que componen un tupido conjunto de bloques en la periferia
norponiente de la capital. Su nieto, a diferencia de él, nació
en Santiago. Newen -que significa fuerza, en mapudungún-, a sus
cortos años se reconoce mapuche y ya se atisba en él, a través
de su respuesta de inocente belicosidad, la pertenencia y valoración
de su raza, cosa que sin duda ha sido por la influencia de sus mayores,
pero que denota un cambio. ¿Cuántos mapuches dejaron de entregar
sus valores culturales y su lengua a sus hijos, por temor a la discriminación
que ellos en algún momento sufrieron? Hoy la cosa está cambiando.
Y se nota en el aumento de los nombres mapuches, el surgimiento de distintas
organizaciones mapuches, hasta en la aplicación de sus métodos
medicinales a través de machis en algunos hospitales y consultorios
en el país. Pero nada de esto ha sido gratis. Sin duda, no ha sido
por la buena voluntad de los gobiernos concertacionistas ni por concesiones
espontáneas de la sociedad chilena a la mapuche. Este crecimiento
en la valoración del pueblo mapuche -sus creencias, costumbres,
lengua- está directamente ligada al surgimiento de un movimiento
que reivindica su tierra, y con ella su cultura y su autonomía.
De ello también habla Felipe Curivil, estudiante de 4º
medio del Instituto Nacional, organizado en Trawün Wekeche, entidad
que agrupa a estudiantes mapuches de su colegio y del Liceo Carmela Carvajal.
Felipe llegó a la entrevista como parte del panel de dirigentes
mapuches de las cuatro organizaciones convocantes a la marcha del 15 de
octubre: Meli Wixan Mapu, Comite por la Liberación de los Presos
Políticos Mapuches, el Colectivo "Los Odiokratas" y la propia Trawün
Wekeche.
Lonco Wenceslao Paillal, dirigente de Meli Wixan Mapu
"Un mapuche cree en el trigo, árbol, agua..."
Don Wence, llegó a Santiago cuando tenía 21 años.
Hoy, con más de 70 años, se ha convertido en un "antiguo",
sinónimo de sabiduría y tradición para el pueblo mapuche.
Ya jubilado, rememora lo que fue llegar a la capital el Primero de Mayo
el año 1951: "como a la cinco de la tarde ya estaba trabajando".
El empleo era en una fábrica de cecinas: "llegue en el tiempo de
la prieta", rubro en el que laboró por más de 38 años.
"Yo ya había trabajo en el fundo, ya estaba bien surtío,
medio españolizado, ya hablaba castellano -no como ahora-, ya sabía
trabajar, ya sabía los campañerismos".
La gente que lo fue a buscar al tren cuando llegó, trabajaba
puertas adentro y él empezó a trabajar en las mismas condiciones:
"eran tres mapuches: un Paillal y dos Huelchual. Trabajaban puertas adentro,
se levantaban antes de la ocho y trabajan hasta las once, las doce de la
noche y no pagaban ni un veinte más, y los más jóvenes
se levantaban a las cinco de la mañana. A mí me tocó
levantarme a las cuatro, cinco de la mañana para ir a La Vega -antes
el reparto era muy duro. A esa hora entregaban en La Vega.
Yo alcancé a trabajar una semana o poquito más puerta
adentro. Un día feriado, hicieron trabajar todo el día, al
otro día domingo iban a volver a hacer trabajar todo el día
otra vez. Yo dije que no, que no trabajaba. Empecé a hechar garabatos
en mapudugún, y los mapuches que estaban ahí apechugaron
y salimos. Cómo a tres de las tarde fueron a buscarnos una pareja
de carabineros para terminar el trabajo, yo le expliqué que habíamos
trabajado el feriado y otro día domingo, nos están haciendo
trabajar de nuevo. Entonces el carabinero tomó razón y se
fue. Estaban acostumbrados -rememora-, en ese año no les importaba,
se trabajaba Semana Santa, no les importaba. Cuando tomaron en cuenta que
nosotros sabíamos defender nuestros derechos, entrábamos
a las ocho, igual salíamos a las diez, once de la noche pero ya
feriado no trabajábamos. Igual yo seguía haciendo el reparto
a las cuatro o cinco de la mañana. Me gustaba. Después tomaron
cariño, me respetaban. Como dos años más estuvimos
con ese dueño, después vino un chino que compró la
fábrica".
Pese a que abusaban en esa época -cuenta el lonco-, en los fundos
trataban peor. Se cambia mucho acá, sin insultos, nada".
En ese entonces aún no existían orgánicas mapuches
en la capital. El primer intento de don Wence fue levantar un fondo de
emergencia "por si algo sucedía, para poder viajar" a su localidad.
"Eramos como quince socios". Luego sus esfuerzos estuvieron en crear un
club deportivo.
"Por ahí por 57, llegó un dirigente de un sindicato de
cecinas de otras fábricas a ver si nos sidicalizábamos, yo
fui el primero que salté que sí. Entramos, y ahí cambió
mucho la cosa, organizados".
Fue delegado de su fábrica: "querían nombrarme dirigente,
porque yo hablaba mucho, y le dije que yo no era capacitado para ser de
lápiz y todo eso. Yo nunca miento lo que yo no sé, porque
no me gusta engañar a la gente".
"Para mí la escuela, organización mapuche y club deportivo,
yo no lo robo, yo no lo engaño. Capitalista lo puedo robar, porque
yo no soy santo, pero esas tres cosas nunca las he engañado", dice
como declaración de principios.
Como mapuche, empezó a organizarse a partir de los años
ochenta, invitado por un sobrino: "Admapu era la organización".
"Decían que la organización iba a trabajar para su pueblo,
para el sur. Todo lo que yo pensaba ahí estaba, dar algo para que
sepa el que no sabe. Cuando pasó eso de la política, ahí
nos dividimos".
"¿Quizás usted estaba cuando organizamos en la Universidad
de Chile, en Arturo Prat con la Alameda? Ahí vinieron muchas comunidades:
desde Valdivia, Osorno. Tiene que haber sido por el 89. Nosotros no sacamos
el nombre de Meli Wixan Mapu de un grupito de Santiago, sino de una comunidad,
hasta la machi vino de Traiguén. Mucha gente. Esa fue la formación
de Meli Wixan Mapu".
Desde fines de los ochenta hasta ahora, don Wence nota un cambio en
su gente. "Ahora cualquier mapuche universitario, obrero, te levanta la
cabeza para saludar y cuando hablan mapudungún no te dan vuelta
la cara como lo hacían antes. Tenían miedo, vergüenza.
Yo creo que aquellos que sufren más, a los que pisotean más,
no se dicen que son mapuches. Yo siempre digo que tienen que defenderse.
No porque sean mapuches los tienen que pasar a llevar".
Aunque admite y justifica la actitud de los mapuches que llegaron primero
a Santiago: "Antes tenían razón porque los mapuches sufrieron
mucho. Lo que me contaban a mí: tú ibas a la escuela y tenías
la chala sucia lo echaban para afuera. Si usted hablaba mapudungún
tampoco lo aguantaban y seguramente los mayores dijeron 'a mi hijo le van
a hacer igual si habla mapudungún'. Yo creo, porque no me enseñaron
así, como mi padre viejo, era mestizo, pero más mapuche que
nada. Además tenía una profesora que me contaba la historia
de ella, cómo sufrió, cómo los carabineros la hacían
sufrir por la tierra. Entonces, todo me grabó. Después llegó
un momento en que salí a recorrer, Arauco, Lumaco, Lonquimay. Yo
vi que no era mentira lo que decía ella".
Tampoco les enseñó a sus hijos a hablar mapudungún.
"Ahí está la cosa (dice riendo ante la contradicción),
pero ellos entienden. Los dos mayores saben". Argumenta que pensó
que debía nacer de ellos. "Yo tengo varios hermanos aquí,
y yo no les digo vamos a la organización, organicémonos.
Ellos, si quieren, sí; pero yo no les digo éste es el camino.
Mi gente, yo no los quiero hacer funcionar a pila. Ellos que funcionen.
Claro, ahora los chicos ya entienden mapudungún", dice mirando con
orgullo a su nieto.
Don Wence se ha convertido en invitado obligado a los foros sobre la
cultura mapuche en universidades o institutos de educación superior,
y dice que siempre lo han recibido bien: "Quizás por dentro, no
sé qué dirán los 'ojitos verdes'", medita. "Yo lo
hago por mi pueblo, para que sepan. Ahora estoy invitado a la universidad
Arcis para el doce. "A los estudiantes les digo que los mapuches cuando
mueren se van a la tierra, a ustedes les dicen que se van al cielo, no
sé a dónde, porque yo nunca lo veo, y ahí quedan mirando.
Les digo: 'ustedes no tienen idioma, no tienen religión. Todo es
importado. Por lo menos nosotros tenemos religión propia, tenemos
propio idioma, tenemos tierra. Sus antepasados tampoco trajo tierra, por
lo menos nosotros sí la tenemos, nos la quitaron pero la tenemos,
ahora algo que recupere mi gente".
Rescatando el witrahue
"Los que están en la universidad de Conce y Temuco andan con
esto -dice enseñando el wutrahue de su nieto. ¡Me alegra a
mí. Me encanta a mí! Porque tiempo atrás cuando fui
a Cuyinco, los vi tirando piedras con la manos y yo pensé ¡qué
está pasando en esta comunidad, no saben que tenemos con qué
defendernos. Después cuando fui de nuevo, llevé siete de
éstos y ahí empezó a funcionar. Tampoco esto no es
para matar, es para asustar no más, creo que los mapuches no matamos,
así como inventan los dueños de fundo, administrador, que
nosotros quemamos trigo… Es mentira eso. Un mapuche no hace eso. Un mapuche
cree en el trigo, árbol, agua, le tienen mucho respeto, nada hacen
a los seres humanos. Claro, si usted le pega y le pega, tendrá que
contestar. ¿Cuántas mujeres, cuántos hombres no se
alojan en pampa libre, encima del rocío, mojados, para poder defender
su pedazo de tierra que se la quitaron?"
Don Wence manda un recado a los mapuches de Puerto Saavedra y Puerto
Domínguez: "que abran los ojos un poco ahora que viene diciembre
y las elecciones, para donde estamos muriendo, quién nos está
mantando a nosotros. Creo que hasta debajo de la cama tienen a Lavín
-dice horrorizado-. Yo pregunté a otra persona. Verdad, me dijo,
hay tanta pobreza pero son así pues, peñi. Qué dolor.
Primeros tienen que pensar que son mapuches, si entrara otro derecha,
¿vamos a salir otro doce de octubre? Vamo al calabozo no más.
Por lo menos puedo salir a la calle yo gritando contra Ricardo Lagos, por
lo menos derecho a gritar. Yo les digo, si antes morimos de hambre, ahora
nos quieren matar a balazos. Ojalá despierten los hermanos".
Felipe Curivil, estudiante del Instituto Nacional
"Mirando hacia el futuro y construyendo nuestra opción"
Felipe aclara que habla en forma estrictamente personal, pese a ser
miembro fundador de Trawün Wekeche. Cuenta que desde pequeño
tuvo una formación que lo llevó a sentirse orgulloso de su
cultura: "Mi papá, durante su juventud, aprendió a dominar
casi toda la variedad de los instrumentos mapuches. Una pequeñísima
parte de la cultura mapuche me fue transmitida a través de sus instrumentos
musicales".
La Trawün Wekeche tiene un poco más de un año y
fue tomando forma al calor de las movilizaciones mapuches en el sur: "Ahí
nace la idea de organizarse, de poder, con otros hermanos de la edad de
uno, buscar la forma de reaccionar y de dar a conocer a los demás
estudiantes, mapuches y no mapuches, lo que realmente estaba pasando en
el sur y no lo que salía en la televisión, que era una visión
sesgada y manipuladora".
Felipe es de segunda generación que nace en Santiago, no hablá
mapudungún y tampoco lo aprendió su padre, pero él
hace dos años que estudia el idioma de sus antepasados. "Es muy
fuerte la discriminación que se vive acá, a veces solapadamente,
pero que está siempre presente. Gran parte de la sociedad chilena
es muy racista hacia nosotros, y eso hace que nuestra gente acá
esconda su apellido, esconda su identidad, y con ella su idioma. Al esconder
su identidad pone en peligro nuestra sobreviviencia como pueblo mapuche".
"Muchos de nosotros, jóvenes mapuches hoy día acá
en Santiago, tenemos una visisión más autonoma como pueblo,
estamos recuperando nuestro idioma, porque el idioma es una parte fundamental
de nuestra cultura, y es ahí donde uno puede encontrar nuestros
valores y nuestra subsistencia como pueblo, aprendiendo nuestro lengua
y nuestra cultura, nuestros fundamentos como pueblo, como nación
mapuche Y es ahí donde podemos encontrar el porqué hoy día
estamos luchado y ejerciendo nuestro derecho a tener nuestro territorio".
Se siente un privilegiado por no haber sentido directamente la discriminación,
aunque "cuando más pequeño es cuando uno siente más
ese rechazo, más que nada por como suena nuestro apellido, que para
los patrones occidentales es totalmente estraño y da para la risa.
Y de ahí a pasar al insulto algunas veces...". Asegura que ésa
también ha sido la intención de organizarse: "romper esa
discriminación. Ahora hay un sentido de mirar nuestro pasado, de
decir: vengo de un pueblo con una cultura milenaria que, después
de tantos embates que hemos sufrido, seguimos de pie, mirando hacia el
futuro y construyendo nuestra opción autónoma, nuestra opción
política, nuestra opción cultural. Y eso ha ido tomando más
fuerza y da una fuerza mayor: que lo que estamos haciendo no tan sólo
nos sirve a nosotros como mapuches, le sirve a toda una sociedad que hoy
día está monopolizada por la norteamericanización
de la sociedad".
Felipe habla con tranquilidad pero transmite sus convicciones. Se siente
heredero y continuador de la lucha que comenzaron a dar sus pares en Lumaco,
partir del 97 y, en ese sentido, también se manifesta orgulloso
de sus frutos.
"Hoy día hemos frenado la expansión capitalista en terreno
mapuche. Efectivamente, se están controlando las tierras. En Temulemu,
los hermanos tienen 2.000 hectáreas que hoy se estan controlando;
en Tirúa Sur, nuestros hermanos de la comunidad Agustín Huenupil,
del sector de Tranicura, están controlando 400 hectáreas.
Por otro lado, se ha logrado con cárcel, con mucha represión,
con hermanos que han sufrido los embates de la represión -hay una
lamién que le llegó una lacrimógena en el pie y hoy
no puede caminar. Eso a nosotros nos da mucha fuerza, y nos dice que era
el único camino que se podía tomar".
"Otro objetivo que se había trazado el movimiento mapuche autónomo
era frenar la expansión de las forestales en territorio mapuche
y eso se ha logrado, porque hoy día las empresas ya no están
comprando más tierras, y en sus propios fundos han bajado sus plantaciones.
Eso para nosotros es muy importante, porque todo este arrinconamiento que
todavía sufren nuestras comunidades, la única forma de reaccionar
era movilizando a nuestra gente y así es como se ha seguido haciendo.
Quizás los costos han sido terrible. Hoy hay 12 hermanos con orden
de detención, hay alrededor de 10 presos políticos mapuches
en estos momentos; y más de 300 mapuches que han pasado por las
diversas cárceles del estado chileno, Mucha de nuestra gente tienen
que andar con mucho cuidado en las comunidades, arrancando de la represión.
El ejemplo de lucha que han dado los hermanos que hoy están en las
cárceles nos insta más a seguir apoyando fielmente la lucha
de nuestra gente. Que ellos se sientan cada vez más respaldados
por nosotros, los mapuches de Santiago".