HISTORIA: EL PARLAMENTO DE COZ-COZ
Reportaje pionero
Domingo 18 de marzo de 2007
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Cien años se cumplieron de la publicación del primer
libro de Aurelio Díaz Meza. Con su estremecedor reportaje-denuncia sobre
el parlamento indígena realizado en Panguipulli, el autor da inicio
a la serie de sus "Episodios nacionales".
VALERIA MAINO
A comienzos del siglo XX, la Araucanía se convirtió en un territorio
atractivo para empresas forestales y ganaderas, y para quienes buscaban radicarse
como colonos. Hasta entonces había sido un tema literario, como lo fue
durante toda la Colonia, abordado por los espíritus aventureros que buscaban
nuevos escenarios donde inspirarse. El ferrocarril del sur, construido a fines
del siglo XIX, había abierto un mundo desconocido para la gran mayoría
de los chilenos, que hasta esa época solamente podían viajar por
vía marítima a los pueblos ubicados al sur del Biobío.
Alberto del Solar publica en 1888 su obra Huicahual, una hermosa novela indigenista;
también se conocería la obra de Tomás Guevara sobre la Araucanía,
y pronto empezaron a publicarse crónicas de estos viajes en diarios y
revistas, como las que escribieron José Alfonso, Francisco Javier Ovalle,
Santiago Marín Vicuña o Inés Echeverría, mientras
los pintores mostraban paisajes de lagos, volcanes y selvas en las exposiciones
de la época. Poco más tarde, con motivo del Primer Centenario de
la República, José Toribio Medina publica su voluminosa obra dedicada
a La Araucana, de Ercilla, y Los romances basados en La Araucana, tal como Pedro
Pablo Figueroa había hecho con sus Relieves Nativos, un conjunto de leyendas
araucanas publicado en 1908. Como de costumbre, Alberto Blest Gana se había
adelantado a todos en su novela Mariluán, de 1862.
Pero todo no era tan idílico. Había grandes debates periodísticos
y parlamentarios por la política que el gobierno aplicaba en la zona.
Joaquín Echenique Gandarillas, senador conservador y dueño de 'El
Diario Ilustrado' y de 'La Unión', de Valparaíso, tenía
una campaña personal contra el Estado por la forma en que se adjudicaban
los terrenos a las empresas en la Araucanía, perjudicando a los nativos
y a los colonos que allí vivían. Con esta misma sensibilidad social,
un grupo de ricos católicos ayudaba económicamente a los misioneros
capuchinos de la Araucanía para mantener y ampliar la obra que hacían
con los indígenas. Para esta campaña de denuncia, el diario tenía
corresponsales en varias ciudades; uno de ellos era Aurelio Díaz Meza
(1879-1933), en Valdivia, quien estaba fascinado con la cultura de los mapuches.
Su primer libro sería justamente En la Araucanía... el Parlamento
de Coz-Coz en 1907, un reportaje para el diario, que da inicio a sus leyendas
y episodios chilenos, que más tarde se extenderían a varios tomos
sobre el período colonial. Al año siguiente escribió una
composición dramática llamada "Rucacahuiñ", especie de zarzuela
de las costumbres aborígenes, con música de Alberto García
Guerrero, del grupo de Los Diez, que tuvo gran éxito.
Este parlamento de las comunidades indígenas de Panguipulli se llevó a
cabo el 18 de enero de 1907, con la presencia del padre Sigifredo Franenhands,
capuchino alemán llegado en 1904, que instaló una misión
a orillas de ese lago. Los acuerdos y las incidencias de este encuentro fueron
publicados en tres crónicas sucesivas, los días 29, 30 y 31 de
enero en primera página de 'El Diario Ilustrado', junto a noticias impactantes,
como el juicio de Dubois, famoso asesino de Valparaíso; la caída
del cambio, y el terremoto de Kingston, en Jamaica, último de la serie
de movimientos telúricos en América después de los de Valparaíso
y California, que iniciaron el siglo XX. Poco después, como el capuchino
estimara que el gobierno no pondría mayor atención a las tropelías
que ocurrían en la Alta Araucanía, preocupado como estaba por los
terribles daños del terremoto, Díaz Meza publicó un folletín
más extenso de este parlamento para dar a conocer detalles de los
sucesos en estos territorios, donde el gobierno entregaba tierras a los colonos
y empresas ganaderas en medio de las parcialidades mapuches.
Los testimonios de los caciques sobre los abusos de los colonos, los robos de
animales, las apropiaciones, compras y arriendos de tierras, los asesinatos o
expulsiones de los nativos y la incapacidad de la justicia y del delegado del
gobierno son estremecedores.
También se aprecia en el texto la impresión que producían
esas selvas repletas de árboles, que la mayoría de los chilenos
desconocía, y cómo las empresas encargadas de hacer campos para
la ganadería los quemaban, oscureciendo con sus humos la vista del hermoso
lago de Panguipulli. Como contraparte, el autor ensalza la labor educativa de
los capuchinos con los mapuches, y demuestra, contra el mito popular de la época,
que éstos no eran borrachos ni ladrones, sino sujetos de bien.