escrito por Adolfo Millabur
lunes, 12 de octubre de 2009
El 11 de septiembre a Chile lo divide. Las conmemoraciones están marcadas por celebraciones y tristezas. Para los habitantes de Estados Unidos, erróneamente autodenominados americanos, seguramente hay un consenso general que tal fecha los pone tristes. Miles de vidas desplomadas en un vertiginoso derrumbe producto de una locura e irracionalidad que tal vez ni ellos pueden entender.
Para los indígenas, es un día que nos pone tristes. Para los
actuales habitantes de América, no es aceptable haya quienes aún
lo celebren. Esta fecha es una oportunidad para rememorar, reflexionar. Nunca
va a ser celebración, a lo mas podemos conmemorar, con miras al desafío
de reparar los daños producidos a los pueblos originarios, en especial
al pueblo mapuche en Chile.
Como a muchos sectores sociales el 11 de septiembre los pone tristes, hace
reflexionar o vuelve a reafirmar un enérgico nunca mas, para no repetir
los hechos deleznables y de absurda violencia, para los indígenas
el 12 de octubre es una fecha triste.
Llevamos 517 años sin ninguna real reparación. No hay cambios
de conducta ni de valoración. No se generan las condiciones para el
entendimiento fraterno entre una sociedad que se dice civilizada y los habitantes
que ya se encontraban desarrollando una cultura, una forma de existir, un
buen vivir, arrancado de raíz por la fuerza de las armas, por el peso
del exterminio, por el silencio de la muerte.
Los actos barbàricos que cometieron los representantes del viejo mundo
en nombre de la paz, el desarrollo, de colonizadores que invadieron en nombre
de la corona española un continente llamado América, son conductas
que hoy se repiten en el cotidiano, sólo que con distintos grados
de sofisticación, para seguir pareciendo civilizados.
Hoy muchos indígenas siguen siendo asesinados. Con profunda tristeza
recordamos las muertes en el Perú, en la localidad de Bagua, a los
hermanos indígenas de Colombia, asesinados a diario en una guerra
fraticida financiada por los Estados Unidos, o la caída en combate
del representante shuar del Ecuador , producto de las grandes movilizaciones
para reformar su constitución.
En Chile hace dos meses se asesinó por la espalda a un mapuche, como
reafirmación de la cobardía que distingue a los bárbaros,
de una civilización que busca por las armas la solución de
sus conflictos. Y por cierto, estos problemas no son producidos por los indígenas,
aun cuando se intente hacer creer de lo contrario contra viento y marea.
Cada vez nos vamos replegando mas y cada vez se autoafirman verdades que
no son, a través de legislaciones espurias que no respetan los derechos
de los pueblos indigenas.
Los espejismos de realidad aún funcionan: los géiseres del
Tatio, bajo la administración de quienes siempre fueron sus guardianes,
hoy desaparecen gracias a los intereses de grandes transnacionales. En los
territorios indígenas donde estamos presentes los mapuche, se privatiza
cada vez mas el agua, se privatiza el subsuelo, se restringen las posibilidades
de acceder al buen vivir. La convivencia se hace cada vez más compleja,
se estigmatiza a los luchadores sociales como violentistas, como terroristas,
en circunstancias que las víctimas son sólo de un lado. Mas
de 500 años y los jóvenes mapuche siguen siendo exterminados:
alex lemun, matias catrileo,johnny cariqueo, jaime Mendoza collio. Entonces,
no es tan difícil darse cuenta donde está la violencia, quienes
la producen, cual es el origen.
Frente a toda esta dura realidad, no es aceptable, bajo ningùn tèrmino,
una celebración. Tal vez algunos han perdido la conciencia de lo terrible
que es para la humanidad la intromisión artera a la dignidad, a la
integridad, a la vida de los pueblos, sin todavía dar explicación
alguna y lo màs grave: se siga imponiendo una verdad.
Y los pueblos indigenas seguiràn de pie, defendiendo y luchando por
reconstruir su libertad.
Adolfo Millabur Ñancuil, dirigente mapuche
lafkenche