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Los Rankülche

La nación mamülche habita el Mamüll Mapu o “país de los montes” desde tiempos inmemoriales. Antes de ser expulsados por el estado argentino ocupaba todo el centro de lo que hoy es la Argentina, desde el sur de Mendoza, San Luis, Córdoba y Santa Fe, oeste de Buenos Aires, y alrededores de los ríos Negro, Agrio y Neuquén. Lindaba al oeste con la nación Pehuenche, y al sur con la Tehuelche.
Esta nación estuvo conformada a lo largo del tiempo por diferentes pueblos, llamados “salineros”, “jarilleros”, “medaneros”, “los de los montes”, y “los del rankül” o “rankülche” -hoy ranqueles-, que poblaban el norte de este inmenso territorio. Este ambiente, ecológicamente inmejorable, ofreció refugio a los indígenas provenientes de otras naciones que huyendo de la expansión argentina y chilena se adentraban en él, así como a numerosos individuos provenientes de sectores perseguidos dentro de la misma sociedad nacional.

En 1795, el cacique Carripilún junto a Llanguelen y otros veinte jefes firmó importantes tratados de paz con Simón de Gorordo, en la frontera de Córdoba. Años después, el mismo cacique, reconocido como líder principal en las naciones de las pampas, puso a disposición del Virrey Sobremonte 3000 lanceros para la defensa de la Ciudad de Buenos Aires frente a los ingleses, aunque el virrey prefirió la huida. La hegemonía de Carripilún dio por resultado que para la fecha de su muerte en 1820, el término rankülche ya era sinónimo de mamülche.

Una muestra de la importancia que tuvo la nación ranquel en el conjunto de la Argentina es la visita que Feliciano Chiclana, en nombre del Supremo Gobierno de las Provincias Unidas, efectuó a Carripilún en 1819 para solicitarle que no dejara pasar a los contrarrevolucionarios españoles por su territorio.

Más adelante, los ranqueles resisieron con éxito la expedición planeada por Juan Manuel de Rosas, pudiendo detener a la vez a Ruiz Huidobro en San Luis, a Aldao en el Paso de la Balsa, y a Rosas en el Río Negro. El poder bélico y económico ranquelino alcanzó suspicos más altos durante los liderazgos de Yanquetruz, Painé, Paguithruz Güor, Ramón y Baigorrita. 

Numerosos jefes entre quienes lideraron la alianza indígena pan-patagónica pertenecían a la nación ranquel. Tan grande fue su influencia que inclusive en Chile existe hoy una parcialidad rankül, y entre las expresiones religiosas mapuche que hoy se practican en la región cordillerana tienen gran importancia algunas de origen rankül, como el choique purrún o baile del ñandú, y la creencia en Soychü como Dios creador. 

Lamentablemente, las guerras internas del estado argentino terminaron involucrando a los ranqueles y provocaron su derrota. Las tolderías que habían dado asilo a los vencidos en diferentes momentos históricos (llegando a alojar, por ejemplo, a más de 300 familias unitarias antes de la batalla de Caseros) ya eran demasiado conocidas, y fueron invadidas por los mismos que habían sido protegidos en sus años de desgracia.

La Campaña al Desierto conducida sucesivamente por Mitre, Alsina, Avellaneda y Roca es una historia de pactos y traiciones consecutivas, que empezaron a perpetrarse contra los hombres de Cabral, Nahuel, Epumer y Baigorrita. De esta manera, los ranqueles fueron los primeros en sufrir el destierro y las “reparticiones” entre las familias pudientes y las haciendas de Buenos Aires y el Norte del país. Los descendientes exiliados y esclavizados de aquellos ranqueles forman parte hoy del pueblo de Tucumán, Mendoza, La Rioja, San Juan, Salta, Jujuy, Córdoba, Buenos Aires y Santiago del Estero. 

En este contexto de ausencia de respeto por la dignidad humana, el teniente Racedo mandó desenterrar de Leuvucó los restos de Mariano Rosas, y se los regaló a Estanislao Zeballos, quien coleccionaba esta clase de reliquias, una práctica que condenamos con el término de “huaqueo”. Actualmente se encuentran en el Museo de Ciencias Naturales de La Plata, y ante el reclamo del pueblo indígena de La Pampa el Estado argentino se ha comprometido a devolverlos.

La disgregación que siguió al fin de la guerra y la comunidad de objetivos con los indígenas del sur llevó a que los rankülche compartan hoy una misma bandera de lucha con los mapuche. Al mismo tiempo, luchan por ser reconocidos en su propia identidad, siendo la recuperación de la lengua uno de los objetivos que concurren a este fin.

En las primeras décadas de este siglo, la Colonia Indígena Emilio Mitre, de 80.000 hectáreas en La Pampa,floreció económicamente, gracias al trabajo duro yla solidaridadde sus integrantes, y lideró la permanencia de las costumbres, la lengua y la cosmovisión ranquel. Entre 1930 y 1970, la crisis económica y el reemplazo del trabajo rural humano por maquinarias provocaron altísimos niveles de emigración. Las trampas de la ley redujeron la superficie actual de la Colonia a 40.000 hectáreas que sus ocupantes se empeñan en defender. Mientras tanto, Baigorrita, en Loventué, así como Auka Ché y Epumer en Emilio Mitre, constituyen otras tantas esperanzas. Fuera de estas comunidades, la memoria rankül vive y permanece en aquellos peñi que hoy residen en ciudades y en establecimientos rurales a lo largo de toda la provincia, desde Arbol Solo, Telén, Santa Isabel, hasta Toay, General Pico, Santa Rosa y Victorica.