En cosa de días, la fama del pueblo se fue a las nubes

¿ARDE LUMACO?

La Tercera en Internet  Domingo 21 de Diciembre de 1997



En algunas comunidades mapuches de la Novena Región se cuece un odio silencioso alimentado por años y años de marginalidad, desprecio y pobreza. Lo de los camiones quemados fue sólo una demostración de fuerza.

Por Marcelo Jalil F.


Un mapuche de camisa roja y bluyines alza la voz hasta matar su garganta:

-¡Marichiweuuuu!Antes que termine, otros cien vociferan lo mismo. El agudo grito de guerra (¡diez veces venceremos!) se escucha en Temuco cada vez más cerca de la Intendencia, mientras el grupo marcha en medio de una respetuosa indiferencia peatonal.

A esa hora, también hay marchas en Concepción y en Santiago. Las tres para protestar por la forma en que las autoridades han actuado en el caso Lumaco, por los doce detenidos y por la Ley de Seguridad del Estado que se aplicó contra los mapuches sospechosos de quemar tres camiones madereros de Forestal Arauco el primero de diciembre.

-¡Marichiweuuuu!El grito cruza por la cabeza del líder mapuche Alfonso Reimán, que está en Lumaco, a una hora y media de esa manifestación. Reimán, presidente de la Asociación Comunal de Comunidades Mapuches Llancucheo, perdió el microbus que lo iba a llevar a Temuco. El siguiente pasará dentro de cuatro horas. Demasiado tarde para él.

Estuvo dos días redactando una carta de tres carillas para el intendente de la Novena Región, Oscar Eltit, y pasó dos noches leyendola en voz alta, estudiando dónde debía ponerle más fuerza, dónde debía hacer las inflexiones de voz y dónde poner las pausas precisas. La iba a leer al intendente a través de un megáfono.

Pero el grupo tuvo que comenzar la manifestación sin él. Otro entregó la carta al intendente Eltit -que estaba ese día en Santiago- y otro la leyó por el altavoz.

En Lumaco, Alfonso Reimán sentía como la brisa chocaba contra su rostro pequeño y redondo. Era la misma brisa que su madre le había enseñado a escuchar para comprender los mensajes que trae. Lo que quería Reimán era saber qué estaba pasando en Temuco. Pero ninguna brisa hubiera sido suficiente.

No sólo para Reimán, sino que para cualquiera que viva en Lumaco, este pueblo está demasiado tranquilo para lo que provocó en el resto del país.

Aquí, el único ruido que desvía la atención de sus mil trescientos habitantes son los treinta camiones cargados de madera que pasan todos los días en caravana a las cinco de la tarde. Cada persona que vive en Lumaco ha visto miles de ellos durante su vida y los ha escuchado rugir por la calle Prat, que es la principal y la única pavimentada.

Ahora pasan escoltados por furgones policiales a lo largo de los dos kilómetros que dura el pueblo. A Reimán esa custodia le parece ridícula, tanto como que Lumaco se haya llenado de carabineros -uniformados y de civil- que se pasean por las calles, miran a la gente, sacan fotografías y controlan cada auto que entra o sale del lugar.

"El mayor contingente policial que nos reprime es de origen mapuche. Les reestructuran la mente y pierden la sensibilidad mapuche. "Que se peleen entre ellos" es la estrategia", reclama Reimán.

La idea no es nueva. Cuando el historiador Sergio Villalobos habla del araucano, lo describe como un pueblo tan desunido "que incluso aparecían indios que colaboraban con los españoles y los chilenos. Y eran, tal vez, las tropas más eficaces en la lucha contra los araucanos".

 

Aquí va a correr sangre

La brisa de Lumaco no trae buenas noticias. El juez instructor designado por la Corte de Apelaciones de Temuco, Alejandro Castro, negó la libertad para los doce sospechosos de atentar contra los camiones forestales y en Santiago quince mapuches fueron detenidos tras enfrentamientos con Carabineros.

Castro, de pésimo trato con la prensa, ya tiene experiencia en casos que involucran a indígenas. En 1992 condenó a un centenar de dirigentes del Consejo de Todas las Tierras por efectuar "recuperaciones de terreno".

Para los mapuches, las esperanzas se desvanecen con los días.

En algunas comunidades mapuches de la Región se cuece un odio silencioso alimentado por años y años de marginalidad, desprecio y pobreza.

Remigio Chureo Cuitiño es el líder de la comunidad Pichiloncoyán. Ahora también es uno de los doce detenidos en la cárcel de Temuco. Su madre, Laura Cuitiño, cuenta que un día la visitaron dos sujetos de civil.

"Mamita, me dijeron, somos de la Conadi. Díganos dónde está el Remigio, porque salió aceptado el proyecto que presentó".

Laura les explicó cómo encontrarlo. Lo siguiente que supo de su hijo es que estaba detenido. Remigio es uno de los líderes más respetados entre los mapuches y su comunidad es una de las más duras.

En noviembre pasado se retiró de una reunión entre mapuches de la zona y la Corporación Nacional de Desarrollo Indígena, porque no vislumbraba solución a las demandas territoriales.

Después del arresto de Remigio Chureo, en Pichiloncoyán no quieren ver un extraño más. A cualquiera que se acerque lo reciben con la chueca en la mano. "Aquí va a correr sangre", amenaza Andrés Chureo, hermano de Remigio. "Está bueno ya. Aquí los enfrentamos. Ellos (los carabineros) vienen prepotentes, con fusil nos apuntan. Si no nos damos a respetar, nunca seremos respetados".

Los mapuches de esta comunidad han participado en las tres tomas de terreno que se han realizado este año. Las tres al fundo Pidenco y lideradas por Remigio Chureo. Reclamaban las tres mil hectáreas que hoy están en manos de Forestal Arauco. Hace 120 años el terreno era de ellos.

Hoy, cada familia tiene en promedio cinco hectáreas de tierras erosionadas y de mala calidad, según Alfonso Reimán.

A algunos kilómetros de allí, en la comunidad Pilinmapu, la machi Irma Cheguán está tranquila. Los espíritus le contaron que todo terminaría bien. Pero algo la tiene furiosa. Cuando en la televisión se vieron escenas de los camiones quemados, apareció ella haciendo una rogativa.

Eran imagenes de archivo, pero para la machi fue como involucrarla directamente. "Da verguenza, rabia y risa. Dios no me ha preparado para eso. Soy médica para sanar a la gente, y la gente que a una la conoce dice ¿y para eso se hizo médica?".

En Pilinmapu no se defienden con chuecas. Allí se ríen cuando se imaginan a la machi bailando sobre los camiones de Forestal Arauco. Y ella advierte que los espíritus no serán benevolentes con el próximo que fabrique una mentira como esa.  


¿Chiapas chileno?

En Lumaco hay una escuela básica, un liceo politécnico, una iglesia católica, una evangélica, un alcalde RN que no es de Lumaco y veinte cantinas. En cada cuadra hay al menos una y allí está la verdad del pueblo. El dinero de las pensiones sirve para amanecer al otro día botado en la calle, porque prácticamente no hay ninguna expectativa de trabajo, a no ser por la agricultura y la forestación. Lo otro es emigrar y ser pobre en otra parte.

En este pueblo hay tres capas sociales, por así decirlo: los que tienen fundo y automóvil, los que sólo tienen automóvil y los que no tienen ninguna de las dos cosas. A estos últimos se refieren las estadísticas oficiales cuando hablan de extrema pobreza. En Lumaco alcanza al 37 por ciento.

Para algunos, no sólo el pueblo, sino que toda la Provincia de Malleco presenta las condiciones para un estallido social. Tal vez por eso la quema de los camiones causó tanta alarma. El Diario Austral tituló "Lumaco es un polvorín" con la foto de varios dirigentes mapuches y habló de "una supuesta infiltración subversiva en las comunidades indígenas de la zona". Luego publicó otro titular: "¡Son terroristas! Estrategia subversiva en Lumaco".

De allí en adelante, hablar de este pueblo era como hablar de Chiapas, de un lugar tomado por hombres encapuchados y ligados al Ejército Guerrillero del Pueblo Patria Libre, facción del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, MIR. Analistas de inteligencia involucraron en los hechos a la Sociedad de Comunicaciones Mapuches Xeng-Xeng de estar ligada a ese grupo que, de acuerdo a los informes que confirmó luego el ministro del Interior, Carlos Figueroa, se ha concentrado en el sur y principalmente en zonas de campesinos e indígenas.

En el Xeng-Xeng, en cambio, negaron la vinculación y recordaron la antigua militancia mirista del intendente Eltit, ahora PPD. "No pueden concebir que los mapuches tengamos un movimiento propio", señaló el dirigente Victor Naguil.

Forestal Arauco prefirió guardar silencio, mientras que el vicepresidente ejecutivo de la Corporación Chilena de la Madera, Corma, Juan Eduardo Correa, no dudó en calificar el hecho como un acto terrorista. Sin embargo, para otros es algo netamente policial.

Domingo Namuncura, director nacional de la gubernamental Conadi, dijo que entendía la violencia en Lumaco, sobretodo por la pobreza y la poca comprensión que había en la sociedad hacia las demandas indigenas, pero agregó que no justificaba el ataque a los camiones. Mapuches de la zona le respondieron que no bastaba el apellido para sentirse representante de la raza.

La fama de Lumaco, entonces, se fue a las nubes. De ser un pueblo visitado nada más que por los candidatos al parlamento, se convirtió en la cuna de la próxima revolución indígena.

A nadie en el pueblo le gusta mucho haberse hecho famoso así. Por eso ninguno habla del ataque a los camiones, salvo para decir que no saben nada. Hay una especie de complicidad entre los habitantes, aunque siete de los detenidos reconocieron haber estado en el lugar el día de los incidentes.

Se lo confesaron al abogado Roberto Celedón. "Fueron al fundo Pidenco para pedir una audiencia y reclamar sus derechos ancestrales sobre esas tierras, pero no los quisieron recibir. Frente a esa actitud, los mapuches decidieron bloquear el paso de los camiones. Uno de ellos admitió haber pinchado un neumático y ahí se produjo el problema con los choferes. Uno se bajó de la máquina y en forma prepotente dijo: "Si quieren quemen estas porquerías, total la empresa tiene seguro"".

Y, tal como si fuera Chiapas, ardieron los camiones.