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De Johannesburgo a Ralco
Estadísticas del espanto
Por Claudio Escobar Cáceres
Convoco
al espanto, cuando me entero que la fortuna de los tres individuos más
ricos del mundo supera la riqueza acumulada de los habitantes de los 48 países
más pobres. Recurro a la indignación, al saber que en la última
década el gas carbónico (CO2) aumentó en un 9% y que los
EE.UU., el principal contaminador del planeta, creció en igual período
en un 18%. Un mil millones de personas siguen careciendo de agua potable y casi
3 mil millones (la mitad de la humanidad) consume agua de calidad deplorable.
Debido a ello, 30.000 personas mueren a diario, es decir 10 veces la cantidad
de víctimas de los atentados del 11 de septiembre del 2001. Cada año
desaparecen 7 millones de hectáreas de selva (4 veces Suiza). Cada año
se exterminan 6.000 especies animales.
Convoco al espanto, recurro a la
indignación.
La Cumbre Mundial del Desarrollo Sostenible, en Johannesburgo, Sudáfrica,
mostró la incapacidad de los gobiernos para evitar el deterioro
del planeta. El patrón-imperio del mundo -EE.UU.- no ofreció
cambios en sus nocivas políticas económicas y ambientales,
y prepotentemente defendió el mantener su rechazo al Protocolo de
Kioto sobre el control de los gases de invernadero.
Pese a que en la declaración final se reconoció que "el
profundo foso que divide a las sociedades entre ricos y pobres, y entre
países desarrollados y en vías de desarrollo, representa
la más grande amenaza a la prosperidad, a la seguridad y a la estabilidad
mundial", las medidas para mitigar estos problemas son absolutamente insuficientes
y las promesas de Kioto, incluso originalmente insuficientes, quedaron
en el olvido.
En Chile...
En 1989, la Concertación de Partidos por la Democracia fundó
lo que fue conocido como el Pacto de Nueva Imperial, instrumento a través
del cual se comprometió solemnemente a "valorar la diversidad cultural
y a reconocer la deuda histórica de la sociedad y el Estado chileno
para con los indígenas". Recibirían así el voto que
les ayudaría a consolidar la gobernabilidad del país.
Pero todos sabemos, por lo menos, lo ocurrido en Ralco: solapadas y
abiertas intervenciones de los gobiernos en favor de la transnacional Endesa-España,
para allanar el camino de la construcción de la represa. Bajo el
marco de la impunidad como práctica de Estado, la represa se ha
transformado en la más flagrante y paradigmática violación
a los Derechos Humanos en tiempos de democracia simulada. Es que, tal como
lo señala una conocida ecologista: "Nos estamos enfrentando a un
gobierno que cuando la legislación le molesta para facilitar inversiones,
o bien la traspasa ilegalmente o destituye a los funcionarios para cambiar
decisiones y lograr lo que pretende". Así se intervino la CONAMA,
la CONADI, la Contraloría y todos los ministerios donde tocara decidir
en torno al tema.
Lagos o la palabra traicionada
En su campaña, Ricardo Lagos acudió al Alto Bío-Bío
y, en una entrevista con las ñañas que se negaban a permutar,
prometió que los derechos individuales de las familias pehuenches
serían respetados. Sin embargo, la represa hoy lleva construido
un 60% y más.
Con fecha 5 de abril del año en curso, fue publicada en el Diario
Oficial la resolución del ministerio de Economía que creó
la "Comisión de Hombres Buenos", según faculta la Ley Eléctrica,
para tasar 8 predios de las familias contrarias a la hidroeléctrica.
La tasación permitiría a la multinacional adquirir la posesión
material de los predios mediante el pago de una indemnización, pudiendo
incluso convocar a la utilización de la fuerza pública para
cumplir su objetivo.
El nombre de esta comisión es un eufemismo, porque de hacerse
efectivo su trabajo la sociedad chilena entera quedaría prisionera
de la vulneración más burda de una ley aprobada en el gobierno
de Aylwin (Ley Indígena, 19.253). Los "Hombres Buenos" son buenos,
pero sólo para los intereses de Endesa-España.
Política energética errónea
Es común el mito de que la hidroelectricidad es de menor costo
que otras fuentes de energía eléctrica, incluyendo la energía
termoeléctrica generada en centrales a gas en ciclo combinado. Sin
embargo, debido a la elevada inversión inicial propia de las centrales
hidroeléctricas, la gran distancia en que éstas se ubican
respecto del consumo y la alta variabilidad del ciclo hidrológico,
la hidroelectricidad no es necesariamente más barata que otras alternativas.
Considerando otros costos asociados, la construcción de una
central puede ser, incluso, un freno al desarrollo.
Esto sucede en Ralco. Su costo de inversión es casi tres veces
el de una central a gas de igual capacidad y su ubicación estaría
a más de 500 kilómetros de los centros de mayor consumo del
país, en una cuenca que ha mostrado una altísima variabilidad
en su caudal hidrológico. La energía que generaría
Ralco sería de mayor costo que la generada por una central a gas
en ciclo combinado, y generada con un mayor riesgo de suministro. Sin ahondar
en los costos sociales producidos por las crecidas de los caudales hacia
los asentamientos ribereños aguas abajo de la represa, como Hualqui.
Cada año, la crecida del Bío-Bío ha significado dolor
en pueblos que nunca antes sufrieron efectos negativos por la alta pluviosidad
de la zona.
Pero ninguna consideración para enmendar rumbos será
tomada en cuenta por los dioses del diseño energético chileno,
porque en su estrecho imaginario siguen planteando las incomparables ventajas
de lo que ellos llaman la "verde energía hidroeléctrica".
Pero, ¡cuidado!, porque está demostrado que las represas hidroeléctricas
no son una solución para el cambio climático.
La investigación existente demuestra que la energía hidroeléctrica
es no sólo social y ambientalmente destructiva, sino que también
puede contribuir significativamente al calentamiento global.
A través de procesos de crecimiento y descomposición,
los suelos, los bosques y los humedales consumen y emiten grandes volúmenes
de dióxido de carbono y de metano, los dos gases de efecto invernadero
más importantes. Cuando con los embalses de las represas se inundan
estos ecosistemas, se está alterando completamente el patrón
de flujo de CO2 y metano a la atmósfera. Al inundarse el terreno,
las plantas y los suelos se descomponen y eventualmente liberarán
todo el carbono que han almacenado.
Así, Ralco no sólo sentaría las bases para el
exterminio cultural o genocidio del pueblo pehuenche, sino que, inexorablemente,
contribuiría al indeseado efecto invernadero.
El desarrollo como una guerra
Vandana Shiva, mujer que ha luchado por la preservación del hábitat
de las mujeres en la India, accionar que ha canalizado por medio del movimiento
Chipko (que abrazando los árboles ha detenido la tala de bosques
catedrales), nos advierte que el desarrollo tal como se lo concreta pareciera
ser una guerra entre quienes lo pregonan y los marginados del sistema,
que son los que finalmente reciben los impactos o externalidades negativas
de este desarrollo. Vandana Shiva habla de la paradoja del desarrollo.
Ella nos dice que, curiosamente, como resultado del desarrollo hay menos
tierra, menos aire, menos agua y menos posibilidad de sobrevivencia cultural.
En el Alto Bío-Bío, menos tierras fértiles, menos
hectáreas de riego básico, menos pinalerías (lugares
de donde se saca el fruto del pehuén), menos forraje para animales,
menos humo dentro de la ruca, se ofrece en las tierras destinadas para
la relocalización. En su defecto, se ofrece más dinero, casas
"más dignas", luz y cuentas de luz, agua en cañerías
y cuentas de agua: una homogenizadora imposición para convertir
a la mirada de occidente a una alteridad que se niega a morir y que tiene
derecho a existir.
Y si la voluntad del mercado triunfa, en este país donde todo
tiene su precio, quizás aquella imagen impensable de un grupo de
mujeres sacadas a la fuerza de sus territorios sagrados termine por confirmar
que las servidumbres forzadas de inundación o el exilio interno
son un recurso posible en tiempos de "democracia".
Y si la voz "muertas nos sacarán de nuestras tierras" se mantiene
en ristre como la esperanzadora utopía de una sabiduría que
sostiene, ¿quiénes de nosotros iremos con ellas?