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Fernando Raga. |
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PRESUPUESTO
RESTRINGIDO ESPERANZAS QUE PUEDEN QUEDAR EN VERDE:
Hacienda
define si habrá ley de bosque nativo
NIEVES ARAVENA
NIEVES ARAVENA
El mundo está lleno de buenas
intenciones dice un antiguo refrán, para advertir que, por el camino,
hasta los mejores deseos pueden derrumbarse.
Y esa sentencia no es ajena al proyecto
de ley de bosque nativo, que no ha podido ver la luz desde 1992.
Porque más allá de la
intención de cuidar y preservar el bosque - lo que nadie rechaza-
, el cómo debe manejarse este recurso ha sido fuente de permanentes
tensiones entre empresas forestales, académicos, ambientalistas
y hasta en el propio Gobierno.
Así, han pasado diez años.
Y tras varias modificaciones y alegatos diversos, en octubre del año
pasado se inició el último intento: ante el Presidente Ricardo
Lagos se firmó un protocolo de consenso entre todos los sectores,
con el compromiso de que - ahora sí que sí- se envia- rían
al Senado nuevas indicaciones para resucitar a esta dormida ley.
Desde entonces se han dado pasos de
acercamiento de las posiciones en la Mesa Forestal, en especial entre la
Corporación de la Madera (Corma) y los grupos ecologistas, todo
al alero del ministerio de Agricultura que incluso hizo diálogos
por separado para alcanzar consensos.
Sólo un punto quedó insalvable:
la idea ambientalista de prohibir la sustitución del bosque nativo
por plantaciones exóticas como pino, eucaliptus y otras. Por el
rechazo tajante de Corma, el tema quedó sumergido, aunque puede
resurgir con fuerza (ver recuadro).
Lo cierto es que hoy el texto de la
ley está en un trance difícil: los técnicos del ministerio
de Hacienda deben evaluar su financiamiento, sin el cual el proyecto no
vale más que buenas intenciones.
En el contenido de la ley de bosque
nativo sí hay consenso. Lo que viene es cuánta ley vamos
a tener. Hay que ponerle números, dice el ministro de Agricultura,
Jaime Campos, sin querer ahondar en montos. Menos aun se pronuncia sobre
fechas posibles para que el Gobierno envíe el proyecto con las indicaciones
al Senado, pese a que alguna vez se dijo que estaría listo en el
segundo semestre de este año.
Los técnicos de la Corporación
Nacional Forestal (Conaf) deberán iniciar esta semana las conversaciones
- que prometen no ser nada fáciles- , con el fin de defender un
subsidio que ponga en movimiento el manejo sustentable de los bosques nativos.
En medio de los malos augurios económicos,
la idea acariciada en el Gobierno es que haya ley, como sea, aunque parta
con poca superficie y poco financiamiento, para luego ir aumentándolo
gradualmente.
Dueños de la biodiversidad
Chile posee 13,4 millones de hectáreas
de bosque nativo. De ésas, casi 4 millones de hectáreas están
en el Sistema Nacional de Áreas Silvestres Protegidas, que reúne
a parques y reservas administradas por Conaf. Todo lo demás pertenece
a privados, con superficies dispersas entre unos 30 mil propietarios (o
50 mil según la Corma) que son agricultores medianos y pequeños,
en su mayoría.
Son los dueños de las forestas
nativas, lo que implica sus ecosistemas y especies endémicas (únicas
de esta parte del mundo), recursos que cobraron importancia a nivel mundial
tras la Cumbre de Río de Janeiro de 1992, donde Chile suscribió
el compromiso de cuidarlos.
En los extremos, el interés
conservacionista de prohibir la sustitución, choca con el de los
propietarios para disponer del recurso a su antojo. Hay 50 mil personas
que no tienen voz aquí y no nos parece que las expropien. Esto es
como una casa que la declaran monumento nacional, no se puede vender y
no lo compensan por eso, afirma el vicepresidente de Corma, Fernando Raga.
Y enfatiza que no me vengan con ese
cuento de la biodiversidad, que en Chile no está en peligro, pues
la tasa de pérdida del bosque nativo es ínfima, según
las últimas cuentas ambientales del Banco Central es del orden de
uno por mil al año.
Valorar el recurso
La ley de bosque nativo, ya de larga
discusión, pretende que este recurso no se convierta en un muerto
para sus propietarios, sino que éstos puedan darle un manejo sustentable,
es decir, explotarlo en forma racional: sacar productos de él, pero
al mismo tiempo garantizar que se regenere.
Como hoy no resulta comercialmente
rentable, se requiere bonificar las intervenciones silvícolas para
mejorarlo, con montos que diversos estudios han calculado en torno a 400
dólares por hectárea, según explica el director de
Conaf, Carlos Weber. Definido eso, el dilema actual se reduce a definir
cuántas hectáreas son factibles de trabajar con subsidio
y por cuánto tiempo.
El foco de la futura ley está
puesto sobre los renovales, que suman 3,5 millones de hectáreas
y son bosques jóvenes crecidos en áreas ya explotadas, con
árboles de entre 30 y 60 años, especialmente de las asociaciones
forestales roble-raulí-coihue y de canelos.
De ésos, entre la Octava y
Décima región, hay un millón de hectáreas de
muy fácil acceso, con caminos, y podrían incorporarse al
manejo, describe Weber.
El sueño de muchos sería
partir con esa superficie. Pero Conaf no quiere mencionar sus expectativas
ni de los escenarios de recursos que planteará a Hacienda.
Para Luis Otero, vicepresidente de
la Agrupación de Ingenieros Forestales por el Bosque Nativo y académico
de la Universidad Austral, la inversión necesaria para iniciar el
manejo de este recurso debiera ser similar a lo bonificado por el Estado
a las plantaciones de pino, que fue de 200 millones de dólares en
10 años. Y estima que con una inversión de 20 millones de
dólares al año, una cifra inferior a la que Indap invierte
anualmente en la agricultura de subsistencia, sería posible incorporar
100 mil hectáreas al año de bosque nativo al manejo sustentable.
Como están las cosas, los sectores
ecologistas (Codeff, Greenpeace y Defensores del Bosque, entre otros) están
convencidos de que si la ley no sale, el bosque nativo seguirá disminuyendo
por la extracción de leña, astillas y la sustitución.
Que sea rentable
Esta ley es mala y ni siquiera está
bien definido lo que es un bosque, pero esperamos que el Presidente cumpla
su compromiso. Si Hacienda no le pone plata no sirve. Preferimos que se
empiece por algo y tener luego subsidios, dice Malú Sierra, de Defensores
del Bosque.
Corma cree que la mejor manera de conservar
el recurso es que para el propietario sea más rentable producir
con el bosque nativo que producir otra cosa, explica Raga. Y añade
que el subsidio debiera equilibrar las opciones del dueño: si sustituir
renta x, que el manejo con el subsidio rente x o x más algo.
Según Otero, de la U. Austral,
los beneficios de subsidiar el manejo adecuado es que la bonificación
permitiría crear entre 40 mil y 80 mil empleos anuales en el bosque
e industria, que el ingreso de un pequeño propietario podría
duplicarse en el corto plazo y quintuplicarse luego de veinte años
de manejo, y que el Estado recuperaría esta inversión vía
impuestos al cabo de diez años.
Conservar la foresta natural cobraría
más valor para sus dueños, dice, sin contar con su aporte
al paisaje, la calidad de las aguas y el fomento del turismo que depende
de estos recursos ambientales.
En la recta final, para que el Gobierno
reflote la ley, Hacienda tiene en su poder la decisión crucial:
dar recursos para partir o dejar que el bosque nativo siga esperando, como
ya lo ha hecho por más de diez años.
Sustituir o no sustituir
La batalla perdida de los grupos ambientalistas,
que los tiene disconformes con la futura ley, es que ésta no prohíbe
la sustitución de superficies de bosques nativos por plantaciones
de pino, eucaliptus y otros cultivos. Aunque Conaf lo desmiente, ellos
calculan que se han perdido cerca de 2 millones de hectáreas en
diez años.
A juicio de Corma, admitir esa prohibición
en la norma haría la ley de bosque nativo inconstitucional, ya que
el propietario pagó por él y debe tener la opción
de darle otro uso a ese terreno si quiere. De allí, la importancia
del subsidio por ley si el Estado quiere cuidar el bosque.
Según cifras de Conaf, no son
más de 140 mil hectáreas las que se redujeron entre 1974
y 1994, cifra que acepta Corma. Y defiende que casi la totalidad de las
plantaciones de pino y eucaliptus (2,1 millones de hectáreas) se
pusieron sobre suelos desnudos. Entre las causas de deterioro, acusan a
la extracción de leña, unos 6,4 millones de metros cúbicos
al año.
En Conaf dicen que se sustituyen 4
mil hectáreas al año, el equivalente al 10% del incremento
de plantaciones. Su director ejecutivo, Carlos Weber, explica que la legislación
vigente (D.L. 701) lo permite, ya sea para conversión en terreno
agrícola o para plantar pinos o eucaliptus en áreas de vegetación
nativa degradada.
Las relaciones entre los ecologistas
y Corma son hoy malas, coinciden ambos sectores. Y todo por la campaña
verde en Estados Unidos, para que los compradores prefieran maderas certificadas
con el sello ambiental FSC, una alternativa que los ambientalistas idearon
ante la renuencia a prohibir la sustitución por ley.
¿Ha habido daño, devolución
de exportaciones? No, dicen en Corma, pero sí presiones. El tema
de la sustitución podría rebrotar en el Senado, sobre todo
si se asignan pocos recursos a la ley. |