LA NACION LINE | 31.12.00 | Revista
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ECOLOGIA
Alerta verde

Todo parece estar preparado en Tierra del Fuego para que una empresa norteamericana empiece a talar los maravillosos bosques de lengas. La amenaza abrió una dura polémica entre entidades ecologistas y el gobierno de la provincia 

Los bosques fueguinos ante el desenlace de una batalla que es cuestión de vida o muerte
¿Has olvidado que el bosque era tu hogar?
Jorge Teillier

Hubo un tiempo que no fue hermoso en la isla encantada de Tierra del Fuego. Entonces era sinónimo de presidio y castigo. El oscuro penal de Ushuaia, que funcionó en esa ciudad hasta 1947, fue un infierno bien organizado al que eran llevados delincuentes comunes y opositores considerados de máxima peligrosidad. Y puntualmente, cada mañana, a casi todos ellos se los enviaba en un trencito, que parecía sacado de los cuentos infantiles, a cortar leña del espeso bosque de lengas que entonces cubría las suaves laderas del monte Susana, a pocos kilómetros del centro urbano.

Como recuerdo de esos días de frío y tristeza, Susana exhibe ahora su desolada desnudez. Ningún árbol volvió a asomar en esa eminencia con nombre de mujer. Y como reviviendo este pasado, también hoy se cierne sobre el bosque fueguino una amenaza mucho más peligrosa que las toscas hachas que esgrimían los condenados a principios del siglo XX. Se trata, según vienen advirtiendo diversas entidades ecologistas -entre ellas Greenpeace y la Fundación FinisTerrae- de la posible tala del bosque nativo, un hecho grave que, de concretarse, dejaría al Fin del Mundo tal vez sin su tesoro más valioso.

¿Temores infundados? ¿Exageración típica del ecologismo a ultranza? Antes de responder conviene presentar uno por uno a los protagonistas centrales de esta historia, la preciosa lenga en primer lugar. Quien haya recorrido los intrincados y bellísimos senderos del Parque Nacional de Tierra del Fuego las ha visto, acaso sin saberlo, en gran cantidad. Las lengas, al igual que los ñires y los coihues, pertenecen al género de los Nothofagus. Se las encuentra por miles en los bosques subantárticos de la Patagonia y también abundan en el sur chileno. Es un árbol muy alto, ancho, de figura elegante y dotado de hojas verdes y pequeñas. Sus raíces crecen hacia los costados y no hacia abajo como las del pino, lo cual explica, entre otras cosas, que los Nothofagus hayan prosperado bien en un suelo difícil como el fueguino, cuya capa de tierra fértil tiene apenas unos pocos centímetros de espesor; debajo de ese suelo de origen glaciario sólo hay alfombras inclementes de piedra y arena. Un dato clave para tener en cuenta, además, es que la lenga demora entre setenta y cien años para alcanzar la edad adulta. Algunos ejemplares ya cumplieron trescientos o más. Por eso mismo se dice que cada anillo del tronco de una lenga adulta representa una parte sensible de la historia de los últimos siglos. Conclusión: si efectivamente se talaran los bosques de lengas no habría reemplazo posible por otras especies, sino desaparición lisa y llana del bosque hasta dentro de por lo menos cien o doscientos años. La amenaza contra la supervivencia de este tesoro milenario -se estima que está ahí desde hace por lo menos diez mil años- proviene curiosamente de una gran empresa inmobiliaria (y no precisamente forestal) de origen norteamericano. Es la Trillium Co. una firma que en otros ámbitos y momentos ha adoptado o mantiene también los nombres de Lenga Patagonia, Forestal Trillium, Bayside, Forestal Savia o simplemente Savia.

Lo cierto es que, luego de muchas idas y venidas que se pierden en el tiempo, la empresa ha sido autorizada por el gobierno de Tierra del Fuego a talar, en principio por dos años, un millar de hectáreas de bosques nativos como parte del denominado proyecto Río Grande. Puede hacerlo, además, porque en los últimos tiempos la firma ha comprado alrededor de 75 mil hectáreas de los mejores bosques de lengas de la región. Pero esto, en realidad, es sólo el principio de una historia larga y compleja.

Para empezar, ¿qué antecedentes tiene Lenga Patagonia en materia forestal? Según el informe brindado a esta revista por la organización Greenpeace, un buen indicio para acercarse al tema sería saber qué hizo en su propio país Trillium, nombre, dicho sea de paso, de una florcita amarilla muy extendida en el hemisferio norte. "Esta empresa ha concentrado sus operaciones forestales en el Estado de Washington desde fines de la década del setenta -subraya el citado informe-. David Syre, fundador de la compañía, comenzó a invertir en bosques en 1965. Hacia 1988 ya manejaba catorce proyectos de explotación de bosques en Washington y Alaska. Practicaba, principalmente, el método de la tala rasa. A causa de estas operaciones, la firma tuvo conflictos con la comunidad de la isla de South Whidbey, en enero de 1988; al año siguiente enfrentó protestas en varios condados y fue llevada a los tribunales por la tribu lummi, cuyas tierras se veían amenazadas por talas rasas realizadas en las cercanías. Durante ese mismo año, las autoridades ambientales de Washington frenaron dos veces las operaciones de Trillium en Smith Creek y acusaron a la empresa de poner en peligro los recursos naturales públicos, violar la reglamentación forestal y fracasar en el cumplimiento de las condiciones impuestas por los permisos de explotación."

Una imagen aérea captada por la fotógrafa Pat Rasmussen, en 1998, permite apreciar los resultados dramáticos de la tala rasa practicada por Trillium Co. en el Estado de Washington.

Los informes que llegan desde Chile no son mucho más alentadores. Según la agrupación Defensores del Bosque Chileno, la Trillium compró en el sector trasandino de Tierra del Fuego nada menos que 350 mil hectáreas de bosques a un costo de cinco dólares la hectárea. Siguiendo los comentarios de la mencionada entidad, ese acto configuró en principio una "lesión enorme al fisco chileno". El Proyecto Río Cóndor, como se denomina allá a la explotación de la lenga practicada por la empresa norteamericana, dio lugar a una tala que fue facilitada por la apertura intempestiva de 45 kilómetros de caminos. Pero incluso al margen de la Trillium, la tragedia del bosque chileno tiene un sello particular.

En el sur del país trasandino se ha venido talando por día una superficie equivalente a la de doce estadios de fútbol. Y se lo hizo como resultado de un renovado interés comercial en el bosque nativo, rico en especies de fibra corta. Una de las principales firmas encargadas de realizar esta explotación es la Magallánica Industrial y Comercial SA, que suscribió con la japonesa Sumitomo Corporation un contrato de abastecimiento de astillas de lenga por varios años.

¿Será ése, también, el futuro de los árboles de Tierra del Fuego? Conviene saber que la producción de astillas, o chips, está en auge en casi todo el mundo. Los chips son pequeños trozos rectangulares de madera de hasta cinco centímetros de largo que se utilizan en la obtención de celulosa para elaborar papel. Tradicionalmente, se usaban los restos de madera aserrada, puntas y ramas sin valor comercial; pero ahora la producción de astillas se convirtió en una industria especializada que utiliza toda clase de árboles en buen estado. Se sabe, además, que Chile exporta a Japón astillas a razón de 50 dólares la tonelada (valor no actualizado) perdiéndose así, en opinión de los conservacionistas trasandinos, un irrecuperable patrimonio natural a cambio de un ingreso poco significativo.

El sur chileno ya ha sido gravemente deforestado por empresas chilenas y transnacionales. Voces del Bosque, un boletín ambientalista que circula en el país vecino, asegura que en los últimos años "se exportaron a Japón más de ocho millones de astillas de árboles nativos, dando trabajo mal pago y fugaz a muy pocas personas, y dejando un desierto tras de sí". En la zona de Punta Arenas, asimismo, estuvo funcionando durante cinco años la citada empresa Magallánica, "moliendo bosque nativo y exportando astillas. De repente, en noviembre de 1998, la empresa desapareció misteriosamente, dejando todos los alrededores pelados, ya inservibles para el turismo, con serios riesgos para su recuperación, 200 familias en la calle y 3.000.000 de pesos de deudas en la banca local".

La cordobesa Graciela Ramacciotti se ha ganado fama en Ushuaia como la Dama de las Lengas. Desde que en 1985 llegó a Tierra del Fuego para quedarse, se dedicó a aprender todo lo que pudo sobre su nuevo hogar. No sólo sobre la gente y las ciudades, sino también, y muy especialmente, sobre la naturaleza en estado puro. En ese afán creó, en 1990, la ya mencionada asociación FinisTerrae, dedicada a la defensa del ecosistema fueguino, de los bosques en primer lugar. Verdadera pesadilla para los distintos gobiernos que se sucedieron desde entonces -ni qué hablar para la Trillium-, Graciela ha organizado marchas, campañas públicas y una histórica colección de seis mil firmas, entre otras actividades que hasta ahora lograron frenar la amenaza de tala del bosque.

Guía de turismo, docente universitaria y fundadora del Club Amigos de la Montaña entre otros diversos emprendimientos -que incluyen la producción de cortos ecológicos por la televisión local y la reciente publicación de un libro dedicado a difundir textos e imágenes sobre la rica flora austral-, la dirigente ambientalista defiende los árboles nativos no sólo desde un punto de vista sentimental. "El bosque está presente aquí desde la última glaciación -dice-. Es como una piel de la tierra y sustenta toda la diversidad del lugar. Si se acaba ya nada volverá a crecer en su lugar. Es, también, un recurso económico importantísimo que se perdería, algo muy serio en un lugar como Tierra del Fuego, donde los distintos proyectos económicos de desarrollo, desde las empresas electrónicas hasta el petróleo, ya fracasaron. Lo único que parece quedarle a nuestra querida isla es la práctica del turismo responsable, ¿y qué turista se va a interesar en visitar una tierra pelada?"

Ramacciotti recuerda que este tema se desata con fuerza a fines del 1993. "Para esa época la Trillium ya había comprado tierras en el lado chileno de Tierra del Fuego y nosotros sacamos la primera nota de advertencia en el diario El Sureño. De inmediato la empresa se instaló en el lado argentino. Al año siguiente hicimos una campaña fuerte y así conseguimos que la Legislatura prohibiera la exportación de astillas o rollizos -troncos enteros sin trabajar- para lo cual hubo que cambiar la ley forestal. A mediados de 1996, FinisTerrae descubrió con las manos en la masa a la empresa Trillium, o Lenga Patagonia, talando ilegalmente para abrir un camino en la estancia Arroyo, relativamente cercana a Ushuaia. Lo primero que hicimos entonces fue presentar ante la Justicia provincial una acción de amparo. Luego de comprobar la validez de nuestra denuncia, la jueza Ayala ordenó a la empresa la suspensión inmediata de las acciones, y hasta se puso custodia policial en el predio. También existe otro recurso de amparo interpuesto por FinisTerrae contra la provincia, luego de la aprobación de la tala de quinientas hectáreas por año en la zona del cuartel 3, próxima a la ciudad de Tolhuin. En ese punto estamos ahora; la lucha por la preservación de los últimos bosques nativos australes, con respaldo popular, continúa también en estrados judiciales y legislativos. Nuestro bosque está en peligro y el plan que lo amenaza no es sustentable. Es necesario aplicar el principio de precaución para no lamentarnos cuando la tala sea irreversible."

Apasionada defensora del paisaje fueguino, Graciela sufre en carne propia cada vez que se lo amenaza o se lo hiere irresponsablemente. Los terceros domingos de cada mes, sobre todo en primavera y verano, la Dama de las Lengas organiza caminatas populares por los bosques. En ellas participan chicos, mujeres, hombres y hasta algunas abuelas felices de poder desplazarse libremente por esos senderos apenas dibujados sobre la tierra. Con los Amigos de la Montaña, también organiza escaladas por lo cerros, caminatas por los valles en verano y expediciones de esquí de fondo en invierno. Como guía de turismo de Parques Nacionales y guía de montaña desde 1985, la creadora de FinisTerrae ha explorado y marcado los caminos de turismo aventura que hoy se utilizan ampliamente en Tierra del Fuego, sobre todo en la zona ubicada al sur del lago Khami. ¿Empezó la tala del bosque fueguino? El gobierno provincial lo niega enfáticamente (ver recuadro), aunque admite que la Trillium ya está habilitada para hacerlo cuando lo desee. También desmiente esa posibilidad el señor Jorge Bronzovich, dueño de uno de los principales y más antiguos aserraderos de la isla, elegido por Lenga Patagonia -en su plan de manejo- para trabajar conjuntamente. Entrevistado en las oficinas de Laguna Escondida, Bronzovich se jacta del abolengo histórico de la gran familia maderera. "Somos pioneros de Ushuaia -dice orgulloso-. Yo nací aquí y casi toda mi familia también. Explotamos los bosques desde hace cincuenta años y no veo cuál es el problema en hacerlo. En Tierra del Fuego hubo aserraderos desde principios de siglo; los presos ya talaban... Por eso no entiendo la postura de FinisTerrae y Greenpeace; son extremistas, lanzan proclamas, no saben lo que dicen. Nosotros no talamos donde queremos, sino donde la ley nos lo permite. Por otra parte pienso que cualquier país que quiera crecer tiene tarde o temprano que transformar sus recursos."

En algún momento de la charla Bronzovich echa mano de un argumento curioso que luego volveremos a escuchar de parte de los funcionarios de gobierno y de conspicuos representantes de Lenga Patagonia. Parece, según esa visión, que el bosque fueguino está viejo, sobremaduro -un término forestal relacionado con el bajo rendimiento de los árboles- decadente, casi inútil. "Su estado sanitario es deficiente y se hace necesario abrir claros para ayudarlo a crecer con mejor calidad", sostiene el dueño del aserradero.

Cuando se traslada esta inquietud al reconocido fotógrafo y ambientalista chubutense Lucas Chiappe, el experto se enoja mucho y con atendibles razones. La opinión de Chiappe -un hippie de estos tiempos que vive y trabaja en la comarca andina del paralelo 42- es importante porque tanto en su provincia como en Río Negro también encabeza en estos días una pelea en defensa del bosque nativo. Allá, el corte de lengas se relaciona con un controvertido convenio que firmó María Julia Alsogaray quince días antes de dejar su cargo. Ese acuerdo, contra el cual reaccionaron airadamente las organizaciones ecologista locales, fue establecido entre el gobierno de Chubut y la fundación alemana Prima Klima con la idea de reemplazar el bosque nativo por pinos, supuestamente "para absorber el carbono que emite el hemisferio norte".

Chiappe, coordinador del Proyecto Lemú dedicado a la protección de los bosques originarios, es contundente al exponer sus opiniones. "Para no darle más vueltas al asunto: creo que luego de un siglo de sobreexplotación por parte del ser humano y de la desaparición del 74 por ciento de la masa forestal nativa en nuestro país, no puedo volver a escuchar hablar de talas de protección, un método que ya fue propuesto por prestigiosos ingenieros forestales para Tierra del Fuego. Así se habilita un desastre silvícola que supone derribar el 70 por ciento de los bosques de lenga para supuestamente proteger al 30 por ciento restante.

Los bosques nativos se han manejado de maravillas durante milenios sin ninguna necesidad de que nosotros nos dediquemos a talarlos para producir un mejoramiento. Se nos está proponiendo, palabras más o menos, que para detener la deforestación hay que seguir cortando el bosque."

Según afirma, por su parte, la Sociedad de Ecología de Chile, "es incorrecto hablar de un bosque en decadencia o sobremaduro, porque los ecosistemas son heterogéneos y se encuentran en continuo cambio. Es una arrogancia pretender que nuestra intervención es necesaria para la supervivencia futura de los bosques primarios, excepto en la medida en que nosotros somos los agentes de su destrucción".

Viajar a los bosques amenazados no es difícil en Tierra del Fuego. Están por todas partes: en las laderas de las montañas, en la zona lindera al Barrio Ecológico de Ushuaia, al norte y al este del lago Fagnano, en el difuso límite con el Parque Nacional, al pie del glaciar Martial o en las inmediaciones del aserradero de los hermanos Bronzovich. También es posible toparse con los fantasmas de densas arboledas destruidas por distintas causas; el caso del monte Susana y los presos ya ha sido mencionado; pero el espectáculo más desolador lo brinda el bosque nativo El Quemado, incendiado en 1978. Está situado a un costado de la ruta 3, en el centro exacto de la isla, camino a las ciudades de Tolhuin y Río Grande. Hoy, más de veinte años después del fuego, el bosque no se ha regenerado y el lugar está convertido en una desierta extensión llena de palos secos, grises y negros, como si el incendio hubiese ocurrido ayer. ¿Recuerdo del futuro? FinisTerrae, por lo pronto, ha presentado un proyecto de restauración y conservación de El Quemado -que incluye la creación de una reserva natural- para convertirlo en un emprendimiento de ecoturismo. Hasta el momento, sin embargo, el proyecto ni siquiera fue considerado por las autoridades locales.

En una cuatro por cuatro marchamos ahora por caminos de tierra rodeados de bosques y tranqueras. En Tolhuin -ciudad famosa por ser "el corazón" de la isla grande- se nos une, a funciones de baquiano, el periodista radial Juan Carlos Ariza.

Desde hace años el hombre conduce la Radio del Bosque, una emisora sin pelos en la lengua que viene tratando el tema Trillium prácticamente desde el comienzo. "Cuando terminen de cortar el último árbol, la gente me va a preguntar por qué mi radio se llamaba así", ironiza amargamente mientras da indicaciones para que giremos a la derecha, crucemos el torrentoso río Lainez, a 35 kilómetros de Tolhuin, o nos internemos, de pronto, por un camino bordeado de lengas gigantescas.

Estamos exactamente en el cuartel 3, la zona de 20 mil ha elegida por Lenga Patagonia para iniciar la tala de quinientas ha anuales.

Una manada de guanacos cruza el lugar a las apuradas y nosotros nos detenemos atraídos por un detalle curioso: muchos de los árboles del bosque que nos rodea están marcados con una línea roja, como de pintura en aerosol, rodeando el tronco a manera de anillo. ¿Cómo interpretar esa extraña marca?, le preguntamos al guía. El mismo no lo sabe.

Algunos ingenieros forestales dicen que esa señal significa que ese árbol no va a ser volteado. Pero otros afirman lo contra- rio y dicen que la marca implica una virtual condena a muerte del árbol señalado, motosierra mediante.

Con raya o sin ella, sin embargo, queda claro que por lo menos la mitad del "bosque pintado" de cuartel 3 ha sido condenada a desaparecer.

La belleza conmovedora del bosque fueguino merece reflexionar un poco sobre la importancia de salvarlo. En el libro La tragedia del bosque chileno, el ecólogo Juan Pablo Orrego afirma que "el bosque es bello porque es complejo, diverso y armonioso". No se ha dicho lo suficiente sobre hasta qué punto ese mundo maravilloso de árboles entrelazados conforma la máxima expresión de la naturaleza. "Y entre todos, el más complejo y diverso es precisamente el bosque nativo, maduro, antiguo, esa catedral verde y umbrosa, desplegando su gloria a todo imperio -como dicen los pehuenches-, lo que significa simplemente a la intemperie, bajo la vertiginosa bóveda celeste, nublada o estrellada del cielo." El bosque, según dice también Orrego en su meduloso trabajo, "es la expresión más frondosa y concreta de la unidad en la diversidad que es posible en este mundo, la utopía que atisban los místicos afortunados en sus éxtasis y que ansían realizar conscientemente los seres humanos en sus sueños más audaces".

Además de producir madera, paisaje y sombra, el bosque tiene muchas otras virtudes. Purifica el aire que respiramos, es una fuente fundamental de materias primas industriales y domésticas como gomas, resinas, aceites, carbón, fibras, etcétera; es hábitat de numerosas especies de la fauna y la flora; constituye un regulador climático de vital importancia.

Los bosques tienen cincuenta veces más capacidad de infiltración que los suelos agrícolas, enriqueciendo las aguas del subsuelo al reducir la velocidad de escurrimiento. Su riqueza genética es de gran importancia estratégica y, por consiguiente, su conservación sitúa en mejor posición al país y a la región.

No obstante estas evidencias, lo que viene ocurriendo con los bosques en el mundo entero resulta lamentable. En los últimos 50 años un tercio de la superficie boscosa original del planeta ha desaparecido.

Solamente en la Argentina del olvido y la irresponsabilidad se han perdido ya dos tercios del capital forestal; para colmo, considerables extensiones de bosque dotadas de gran potencial maderero son empleadas actualmente en la ganadería, impidiendo así su regeneración natural.

El bosque nativo de Tierra del Fuego constituye un ecosistema único y muy frágil. Allí, las bajas temperaturas hacen que su crecimiento y regeneración sean más lentos y difíciles.

Por eso mismo, su destrucción acarrearía daños al ambiente tan difíciles de estimar como de subsanar. Y esto sin siquiera considerar la amenaza que eso significaría para la arrasadora belleza del lugar.

Quien haya recorrido el Fin del Mundo algún otoño recordará, seguramente, el color inigualablemente rojo con que se tiñen las hojas de ñires y lengas, colorida ofrenda que surge de los bosques aún vírgenes que sobreviven en la isla.

Pero incluso más allá de lo valores estéticos, ¿tiene sentido arriesgar la madera noble y hermosa de los Nothofagus para producir tablones o astillas? ¿Acaso la tala va a traerles a los fueguinos los empleos que perdieron tras la crisis de la industria electrónica?

Los mismos funcionarios del gobierno provincial admiten que, en principio, no puede hablarse de más de cincuenta puestos de trabajo generados por la Trillium, mucho menos de los trescientos o seiscientos que la empresa prometió en sus anteriores presentaciones. ¿Cuál es entonces la ganancia que le aportaría a Tierra del Fuego una explotación no sustentable del bosque, es decir, una explotación que a la larga no permita la supervivencia misma del recurso? La única ganancia real a la que se debería aspirar -para nosotros y para la posteridad- es que el bosque nativo de Tierra del Fuego permanezca vivo.

Texto: Luis Gruss
Fotos: Daniel Pessah

El trillium
 
Unos argumentan que la tala de lengas serviría para fortalecer el bosque en franca declinación biológica, y otros dicen que así se sacrificaría un 70% con el pretexto de salvaguardar el restante 30%

 
"Nos proponemos atender debidamente las demandas de una empresa cuyo proyecto nos interesa", dice el secretario de Planeamiento y Desarrollo fueguino, contador Roque Guillermo Lapadula. Se queja de que sobre un total de 400 mil ha de bosques sólo se estén explotando actualmente unas 1500. Dice también que es necesario "ralear" el bosque para que sobreviva, dado que "si no se lo ayuda, se cierra sobre sí mismo y muere solo".

Lapadula acusa a las entidades ecologistas en general y a FinisTerrae en particular de adoptar una posición "fundamentalista y extrema", y asegura que "la mayoría silenciosa piensa diferente". Destaca la seriedad de los estudios de impacto ambiental presentados oportunamente por la Trillium, y admite que la empresa ya adquirió alrededor de 75 mil ha de bosques en Tierra del Fuego, pero dice que "la ley provincial resulta exageradamente reglamentarista y protectora . Parece más del Primer Mundo que del nuestro, dado que prioriza el turismo contemplativo y otras figuras por el estilo". A la charla se suma Jorge Daniel Ontivero, subsecretario de Planeamiento provincial. "Nosotros defendemos una explotación sustentable del recurso -aclara este último-. Pero no cortar árboles sería como no pescar o no ocuparse de la minería", compara.

"Ahora estamos a la espera de una presentación que debe hacer la Trillium -informa Lapadula-. Nosotros por el momento le otorgamos el permiso totalmente legal de explotar 500 ha anuales, una actividad que todavía la compañía no inició". Ambos funcionarios opinan que el bosque es un recurso que, explotado racionalmente, "es renovable".
 

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