-Marri marri pichikeche (Buenos dÃÂas, niños) -dice Elba Huinca con las manos sobre la parte baja de su delantal azul marino.
-Marri marri palú (tÃÂa) -responden a coro los alumnos del segundo básico. Algunos se paran para saludar con los brazos arriba, otros no paran de repetir marri marri y los de adelante esperan callados con los ojos muy abiertos, como si algo extraordinario estuviera por ocurrir.
Elba Huinca, de estatura baja, piel morena, ojos y pelo negro, 60 años, mapuche hasta los huesos, parece una mujer seria y parca en primera instancia. Observa los cultrunes (instrumento de percusión mapuche) hechos con platos plásticos, una media y cola frÃÂa, que la profesora jefe puso sobre algunas mesas. Agarra uno con ambas manos; sus labios dibujan una sonrisa.
-Niños, miren lo que vamos a aprender.
Elba se detiene un segundo esperando captar la atención de todos.
-Éste es el cultrún de la machi. Nosotros tuvimos que hacer uno propio para poder tenerlo y aprenderlo. Ahora, ustedes no van a escribir nada, sino que van a retener todo en su cabeza -dice, y saca un plumón de pizarra.
Silencio en la sala del segundo básico del Colegio Municipal Mustafá Kemal Ataturk, en Lo Prado.
A Elba le gusta que sus alumnos participen, que miren y aprendan de sus dibujos, que escuchen sus cuentos, que canten sus canciones, que bailen sus bailes. No que los anoten y guarden el cuaderno en el estante del olvido. Quiere transmitirles su cultura y lenguaje, pero que todo lo archiven en su memoria, tal como lo hizo ella cuando era niña. La cultura de sus orÃÂgenes
Elba nació en Santiago, pero a los cuatro años se fue con sus padres y su hermana, de cinco años, a Nueva Imperial, IX región. Primero vivió en la casa de su abuelo paterno, en la comunidad de Imperialito. Sus padres salÃÂan a trabajar la tierra y las niñas se quedaban en la ruca a cargo de su abuela, quien sólo les hablaba en mapudungun. Elba, que apenas sabÃÂa del idioma, tuvo que aprender obligatoriamente, y de a poco fue entendiendo lo que su abuela querÃÂa decirle, o más bien ordenarle. Pero Elba nunca le respondió a su abuela en el mismo idioma.
Más tarde, sus padres construyeron su propia ruca en el mismo sector. Era de paja, pequeña, con una división donde estaban las camas, el fogón, y los cántaros de agua. Las niñas iban al colegio, ayudaban en la casa y en ocasiones se subÃÂan a la carreta tirada por los bueyes y acompañaban a sus padres a trabajar en el campo. AhÃÂ, Elba escuchaba a su madre orar: sentada o mientras caminaba, hablaba con la naturaleza, pedÃÂa y agradecÃÂa.
Las niñas no se llevaban bien con la madrastra y la hermana de Elba se fue a vivir a Santiago cuando tenÃÂa apenas doce años. De esos tiempos, Elba no guarda muy buenos recuerdos:
A los 15 años, Elba se fue a Santiago a juntarse con su hermana. Trabajó de niñera en la comuna de Las Condes y su jefa la ayudó para que estudiara (sólo tenÃÂa quinto básico).
A los 22 años se casó y tuvo cuatro hijos. Trabajó en una panaderÃÂa y luego en una tienda que confeccionaba ropa de niñas, donde se convirtió en la jefa del taller. A fines de los 70 postuló para una vivienda en la calle Dorsal, donde vive hasta el dÃÂa de hoy.
Elba dibuja un cÃÂrculo en el pizarrón que simboliza la tierra. "Parece un huevo", dice un niño con lentes. La profesora jefe, Olga Márquez, lo hace callar. Elba pide a los niños que le indiquen dónde está el centro del cÃÂrculo, y esboza una pequeña circunferencia. Ahàdibuja unos puntos; uno por cada persona en la sala.
-Estamos todos aquàen el centro, en el equilibrio -dice. Luego divide el cÃÂrculo en dos mitades y delinea en las intersecciones.
-Tenemos en el pizarrón el...
-¡Cultrún! -gritan los niños a coro, como si se fuera a acabar el mundo.
Fue justo en ese tiempo cuando una vecina mapuche empezó a visitarla seguido. La saludaba y le conversaba en mapudungun, y Elba le respondÃÂa en castellano. Pero su vecina le insistÃÂa en que le respondiera en mapuche marri marri, kümelen (estoy bien). De a poco fueron saliendo palabras.
Su primer dÃÂa de clases fue impecable: bien arreglada, preparada, respetuosa, puntual. Ingresó a un liceo en Lo Prado, empezó por el saludo, los números, los colores, el cuerpo humano. Primero fue por tres meses, los que se le pasaron volando. No se notó que apenas sabÃÂa hablar.
Ha sido bien evaluada y ahora se prepara para sacar el tÃÂtulo de profesora básica. Además, Elba asiste a una capacitación del Programa Educacional Intercultural Bilingüe del Ministerio de Educación, pues a partir del año 2014 las lenguas indÃÂgenas (aimara, quechua, rapanuày mapuche) serán asignatura obligatoria en todos los colegios del paÃÂs que tengan un 20 por ciento de matrÃÂcula con alumnos indÃÂgenas (desde el año 2010 esto se aplica a los colegios que tienen un 50 pro ciento de matrÃÂcula con alumnos indÃÂgenas).
Olga Márquez, profesora jefe del segundo básico del Colegio Mustafá Kemal Ataturk, fue quien trajo a Elba al establecimiento y la ha ayudado en todo lo que respecta al tema de la pedagogÃÂa. Explica que la introducción del mapudungun empezó como una necesidad:
Olga, que no tiene ascendencia indÃÂgena pero sàestá interesada en el tema, estima que aproximadamente el 40 por ciento de los alumnos es de origen mapuche. Entonces, el colegio impulsó un proyecto, que al principio costó bastante debido a la desconfianza que existÃÂa.
Se aplicó el programa de interculturalidad y desde entonces, cuenta, no existe discriminación entre los niños. En el 2000, Olga conoció a Elba y le pidió que la ayudara en el colegio. Asegura que a los niños les encanta y siempre están atentos a su clase. A final de año realizan actos y en junio celebran el año nuevo mapuche con comidas tÃÂpicas y danzas.
Desde que Elba llegó al establecimiento, Olga ha sido su mentora. Elba no manejaba la parte pedagógica, la planificación, y Olga la ayudó con todo eso: "Trabaja por unidades", "no sigas hablando si sientes que hay ruido, espera a que se calmen", "esto se evalúa asÃÂ", "esto es mejor planificarlo asÃÂ...".
-La gente no sabe nada, ni cómo es el saludo. Entonces lo mÃÂnimo que les enseñes les va a ser atractivo y novedoso -asegura Elba.
Ambas están felices con los resultados del proyecto.
-Estamos muy conformes porque, además, en 2014 el mapudungun será una clase obligatoria en el plan de programas de estudio. A eso aspirábamos.
Además, promocionan orgullosas un documental que grabó la directora Pamela Pequeño, "Dungun, la lengua", que muestra la experiencia de Elba enseñando mapudungun, con la compañÃÂa y ayuda de Olga. El documental se estrenó en el Festival de Cine de Valdivia de este año y se mostrará el 7 de diciembre en la Municipalidad de Lo Prado.
Luego de que los niños del segundo básico dejan de tocar su cultrún acompañado del saludo en mapudungun, Elba se acerca al final de la clase repasando las partes del cuerpo. Se toca la cabeza y todos vociferan: "¡Lonco!" Y asàcon cada parte del cuerpo que se toca. Finalmente, Elba saca un pequeño instrumento de su bolsillo, el trompe (arpa de boca), se lo acerca a la boca y se escucha una vibración armónica.
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El periódico Pukara
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