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![]() 2020-01-15 | Antecedentes | MapucheEl vértice de la colonizaciónLos despertares, el de los feminismos y el de los pueblos que rechazan un modelo de producción a gran escala. Y a ellos también podrÃa sumarse, ya como modo de expresión polÃtica también nueva, la revuelta chilena, apasionante y dramática, sin referentes salvo la ya mÃtica "primera lÃnea", que por principio es anónima, pero con mártires y una identidad cultural plural que va de VÃctor Jara a Las Tesis que globalizaron el himno Un violador en tu camino, y ancla en la histórica lucha mapuche en defensa de los recursos naturales.
Los feminismos y el activismo medioambiental se unen ahÃ, en ese punto ciego de la protesta visceral, con la furia de la cuenta pendiente, con el atragantamiento de lágrimas transgeneracionales, con una decisión no instada por lÃderes polÃticos sino sociales y por colectivos que interpelan a la polÃtica tradicional. En distintos idiomas dicen lo mismo: basta de colonización. Y en ese corte la idea de colonización se abre, desde el vértice mismo de su sentido, y aparecen paÃses colonizados, pueblos colonizados dentro de esos paÃses, mujeres colonizadas como parte de esos pueblos. La microfÃsica de la colonización. Porque a su vez, estos nuevos movimientos denuncian la colonización profunda y subjetiva que fue operándose con el paso de los siglos y que ha penetrado y es hoy sostén del sojuzgamiento, entre otros, de mujeres y de indÃgenas. Asà como el patriarcado continúa amparado por varones y mujeres que lo han normalizado, hay indÃgenas o descendientes mestizados que odian a los indÃgenas porque se ven a sà mismos blancos, y que no dudan en ejercer el liderazgo feroz del blanco en tierras de indios, como en Bolivia. Los indÃgenas latinoamericanos son hoy también un sujeto polÃtico nuevo, que juega un nuevo rol, que simbólicamente regresan con sus saberes y sus insistencias de siglos, y podrÃa ubicárselos en el corazón de la nueva y masiva demanda medioambiental. En la reciente cumbre del clima de Madrid, Greta Thunberg cedió el protagonismo en la clausura a uno de los pueblos indÃgenas amazónicos más atacado, los guajajas, cuyos lÃderes están siendo asesinados por comandos paraestatales en Brasil. Y en Colombia, el centro de esta masacre ocultada por los grandes medios como todo lo realmente importante, no hay dÃa en que no se acribille a lÃderes ambientales, la mayorÃa indÃgenas. El año pasado mataron a 230. Chicos del colegio secundario de todo el mundo se organizan alrededor de esta nueva categorÃa polÃtica que es el nuevo medioambientalismo, muy lejos del Amazonas: se pelea para defender no sólo a los bosques y a los animales. Se pelea por defender también la vida humana, atacada por el cambio climático, sÃ, pero literalmente atacada por los beneficiarios económicos del cambio climático a través de comandos militares o civiles que matan a ambientalistas, o vecinos de innumerables pueblos y habitantes de selvas acechadas por glifosato, por cianuro, por falta de acceso al agua, por balas de goma o plomo. Cuando llegamos hasta este punto de la idea, lo que se ve enfrente son corporaciones. Las que tradicionalmente se han dedicado a desequilibrar lo único verdaderamente "natural", la naturaleza, es decir las mineras, las madereras, las de ganaderÃa a gran escala, entre muchas otras. Pero también hay instituciones que bajo el neoliberalismo se han corporizado: poderes polÃticos, judiciales, mediáticos. Todo eso junto es a lo que se opone la demanda medioambiental, que lo que dice es que la tierra se agotó y necesita respiro, y que hay que cambiar nuestra idea de desarrollo y buscar formas de crecer globalmente con más armonÃa y más humanidad. DifÃcilmente pueda reclamársele este cambio a un solo paÃs. Es por región o no es, por una sencilla cuenta de correlación de fuerzas. Son capaces de barrer con la especie, cómo no van a querer barrer a un paÃs. Los dos son despertares, el de los feminismos y el de los pueblos que rechazan un modelo de producción a gran escala. Y a ellos también podrÃa sumarse, ya como modo de expresión polÃtica también nueva, la revuelta chilena, apasionante y dramática, sin referentes salvo la ya mÃtica "primera lÃnea", que por principio es anónima, pero con mártires y una identidad cultural plural que va de VÃctor Jara a Las Tesis que globalizaron el himno Un violador en tu camino, y ancla en la histórica lucha mapuche en defensa de los recursos naturales. Esos movimientos inorgánicos, pero con una autodisciplina y una conciencia intensas, han sido las formas asombrosas que adoptaron por un lado las mujeres y por el otro los vecinos o las comunidades afectadas directamente en su vida cotidiana por los venenos de un modo de producción agotado, que ya sólo funciona con venenos más fuertes. Pero esos núcleos duros de pensamiento que ya circulaban no hubieran estallado como lo siguen haciendo si lentas cadenas de sentido no se hubieran movido en el sentido opuesto al que lo hicieron siempre. Hay un violador en el camino de cada pueblo colonizado. La colonización en sà misma es un abuso. Interpretar, leer esa escena, es complejo. Porque funciona con categorÃas que les pertenecen, no con las de la polÃtica tradicional (aunque también hay que decir que las derechas y ultraderechas son declaradamente enemigas de ambos fenómenos: odian a los feminismos y niegan el cambio climático). Siempre hay una retracción ante lo que no responde a las propias lógicas, y hubo y hay debates y crÃticas, porque en cada uno de esos movimientos hay disensos y hay tensiones. Pero por ahora no podemos dejar de ver una lÃnea ascendente en lo que implica el involucramiento de millones de personas en esas inesperadas formas de romper los hechizos neoliberales. "El Estado opresor es un macho violador" es una sÃntesis que expresa a las mujeres chilenas pero se ha cantado en muchos idiomas y en diferentes paÃses con diversos tipos de gobierno. Hay más violaciones y hay más femicidios. El odio no cesa de crecer tampoco. Viene recargado porque viene a restaurar. Pero ésa, la de los feminismos, es una de las facetas de la lucha chilena, el modo en que la revuelta traga demandas y las escupe, con una garganta múltiple que no deja ninguna voz afuera. Hablan los que nunca fueron escuchadas o escuchados. Los que no salen en la televisión, que se ha quedado con su audiencia pretoriana pero está muy lejos de poder influir en las generaciones más jóvenes, que han roto antes que nada ese hechizo: el televisivo. Y son ellas y ellos los que mayoritariamente están en las calles. Del vÃnculo que pueda establecer la polÃtica antineoliberal con esos movimientos que no le responderán nunca del todo, depende en gran parte la salida hacia el futuro. Por: Sandra Russo Fuente: Página 12 |
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