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2015-11-03 | Opinión | -EL TPP: o cómo ceder soberanÃa por secretarÃaLa tesis de los negociadores del Tratado TranspacÃfico es que los consumidores deben ser protegidos del gobierno y no de las corporaciones, señala el economista José Gabriel Palma en esta columna. Los paÃses suscriptores, dice, restringirán su autonomÃa al aceptar que cortes supranacionales juzguen los reclamos de las multinacionales. ¿Qué pasará si el gobierno decide subir significativamente el salario mÃnimo, rechazar un proyecto por su daño ambiental o crear una AFP estatal? La respuesta, señala, es simple: âLas multinacionales podrán recurrir a las nuevas cortes Mickey Mouse para pedir compensaciónâ.
Al reconocer esta nueva institucionalidad, los Estados miembros aceptan que en el futuro parte de sus atribuciones queden limitadas por estas instancias supranacionales, las cuales pasan a estar por sobre sus parlamentos y sistemas judiciales. Por ello, sorprende que hasta ahora este tratado haya sido presentado como si fuese fundamentalmente algo comercial, cuando este otro aspecto es de una envergadura mucho mayor. Entre otros cosas, con ello se acepta, ni más ni menos, que corporaciones multinacionales y dichas cortes tenga el derecho a restringir significativamente la libertad de acción de gobiernos elegidos democráticamente en una amplia gama de materias fundamentales para el desarrollo, como elbienestar, el crecimiento y su sustentabilidad. Proponentes del tratado dicen que ya era tiempo de desbloquear La Ronda de Doha, estancada por 14 años. El TPP podrÃa re-estimular la globalización y el crecimiento, en especial en sectores cuyo acceso ha estado limitado, como la agricultura. Sin embargo, sus propias estimaciones sugieren que el PIB de los paÃses en cuestión podrÃa aumentar en promedio apenas un 0,5% en los próximos cinco años. ¿Tanto ruido por tan pocas nueces? Incluso medios normalmente muy favorables a este tipo de tratados, como el Financial Times, han dicho que es poco probable que dicho tratado revierta la reciente desaceleración del comercio mundial. CrÃticos del TPP enfatizan que el acuerdo −del cual sorprendentemente todavÃa se conoce muy poco en forma oficial− va a colocar un techo muy bajo a los salarios, en especial en paÃses de ingreso medio, como Chile, perpetuando en ellos la desigualdad. A su vez, limitarÃa la posibilidad de mejorar las condiciones laborales de los trabajadores (pues incentivará el race to the bottom). ¿Qué pasarÃa mañana, en la era del TPP, si un gobierno decide hacer algo de verdad respecto de nuestros salarios de ineficiencia, y resuelve, por ejemplo, subir en forma ordenada (pero significativa) el salario mÃnimo? Muy simple: ahora las multinacionales podrán recurrir a las nuevas cortes Mickey Mouse, para pedir compensación. También, como se mencionó, preocupa de sobremanera eso de ceder soberanÃa en una amplia gama de materias, en términos del nuevo espacio que preemitirá a lo posible. Esté o no uno de acuerdo con la racionalidad, efectividad y justicia de las nuevas (y muy limitadas) coordenadas de lo posible, el sentido común indica queuna decisión de esta naturaleza deberÃa tener carácter constitucional. Ya tenemos el precedente de ceder soberanÃa por secretaria en el TLC con EE.UU., donde Chile aceptó emascular su polÃtica macroeconómica en materias de control de cambio. La diferencia es que ahora con el TPP eso ocurre con una gama inmensamente mayor de materias fundamentales para nuestro desarrollo, tanto humano, económico, social como polÃtico. Lo más probable es que como eso es impresentable, los spin doctors tiendan a enfatizar otros aspectos del tratado (igual pasó con el TLC). Otro aspecto altamente controversial del tratado es que las farmacéuticas ganaron concesiones asombrosas, las que les permitirá restringir y retardar nuestro acceso a medicamentos genéricos. Incluso se limitará el acceso a la información que proviene de la investigación al respecto, la cual es fundamental para la innovación en dicha materia. Todo esto va a costar vidas. Finalmente, se ha criticado el secreto que ha envuelto la negociación, ya que aún después de haberse llegado a acuerdo en Atlanta (el 5 de octubre), ocasión en la cual los 12 miembros pusieron su firma al tratado, lo único que se sabe con exactitud es gracias a WikiLeaks. Y si bien el secreto se ha extendido incluso a nuestros parlamentarios, no ha sido asà para un sinnúmero de multinacionales, las cuales no sólo pudieron ser parte activa de las negociaciones, sino que se les permitió a más de 500 de sus lobbystas y abogados participar en lo que eufemÃsticamente se llamó âcolaborarâ en la redacción d e los acuerdos. Varios de los negociadores oficiales (delegados de paÃses) ya se están reencarnando como representantes de las multinacionales en las distintas instancias del TPP (¿suena conocido?). LAS CRITICAS EN EL CONGRESO DE EE.UU. Se estima que en algunos paÃses no va a ser fácil ratificar el tratado. Lo clave es lo que va a pasar en los congresos de EE.UU. y Japón, los dos pilares del acuerdo. En el Congreso de Estados Unidos los demócratas ya han criticado su aspecto laboral (lo cual −salvo por WikiLeaks− hasta ahora sólo conocen por resúmenes disponibles en salas protegidas de lectura). Según un senador demócrata, para las multinacionales el TPP âes como una gran vasija al final del arco iris, llena de monedas de oroâ. Hasta Hillary Clinton criticó su aspecto laboral, pues âno pasa ni la vara mÃnima al respectoâ. También criticó la falta de interés por regular la manipulación cambiaria. Si bien el Presidente Obama ya tiene el âfast-trackâ, la nueva alianza (poco santa) entre Clinton, Sanders y Trump no le va a ayudar. ¿Y si un gobierno decide colocarle un royalty de verdad a las multinacionales del cobre, para recuperar la renta minera que aún en la actual Constitución pertenece a todos los chilenos? La ira de Voldemort caerá como un relámpago Pero la alianza (aún menos santa, particularmente entre industrias del ayer), como las tabacaleras, los grandes contaminantes (como los del petróleo y carbón), Wall Street, Hollywood y los medios de comunicación, junto a las farmacéuticas no ha escatimado esfuerzo (y gasto) en su apoyo. En definitiva, la única opción que va a tener Obama para poder aprobarlo en el Congreso es apoyarse en los republicanos −a riesgo de que cuando los que mandan pierden la vergüenza, los que obedecen pierden el respeto-. En el caso japonés, Shinzo Abe, el primer lÃder nacido después del fin de la Segunda Guerra Mundial, y ex-ejecutivo de una gran acerÃa, es conocido por su lejanÃa con los intereses agrÃcolas que podrÃan ser afectados. De hecho, llegó a ser presidente de su partido (PLD) derrotando a quien era entonces el ministro de Agricultura. Su cercanÃa a sectores potencialmente beneficiarios prácticamente asegura su ratificación. Sin embargo, el reciente cambio polÃtico en Canadá es una complicación inesperada, aunque el fuerte apoyo de Australia y Nueva Zelandia, los que tienen más que ganar por su gran potencial agrÃcola y ubicación geográfica, lo compensa. Hay sectores, como el lobby agrÃcola en los EE.UU., que están entusiasmados con la apertura del mercado japonés, aunque no están igualmente contentos por el mayor acceso australiano a su mercado del azúcar. La industria automotriz japonesa también ve bien la apertura parcial del NAFTA en términos de las reglas de origen del sector automotor. El FMI y el Banco Mundial tienen los dedos cruzados para que el tratado dé un impulso al debilitado comercio mundial. Pero, a excepción de pocos productos -como los mencionados- el nivel actual de las tarifas ya es bastante bajo; y Chile ya tiene tratados comerciales con todos los paÃses del TPP, incluido con aquellos que se rumorea pueden sumarse más adelante, como Corea del Sur. Y China, el mayor socio comercial de la mayorÃa de los paÃses del tratado, ha sido excluida deliberadamente del TPP,con el peligro de que el efecto del tratado, aún en lo comercial, sea negativo, pues sin China el efecto âdesviación de comercioâpuede perfectamente dominar al de âcreaciónâ. El tratado también tiene una serie de cláusulas que limitan fuertemente el campo de acción de empresas estatales, aspecto que domina el modelo chino, en favor de las multinacionales. Pero con el pragmatismo que las caracteriza, muchas empresas chinas (incluida estatales) ya están instalando plantas de ensamblaje en Vietnam para aprovechar las nuevas ventajas de acceso de ese paÃs al mercado norteamericano. LAS NUEVAS CORTES âMICKEY MOUSEâ ¿Y Chile? Como decÃamos, nuestro paÃs ya tiene tratados comerciales con todos estos paÃses, y el TPP no innova en materias relacionadas a nuestros principales productos de exportación. Por tanto, poco puede cambiar en esa dirección. ¿Por qué entonces es tan fuerte el apoyo de la derecha, y tantas las loas de los viejos estandartes de la Concertación? Una pista: sólo cinco de los 30 capÃtulos del tratado dicen relación con comercio internacional. Otra: nuestro ex-presidente, âthe traderâs traderâ, fue uno de sus instigadores. ¿SerÃa tan arriesgado pensar que el TPP también tiene relación con la marea polÃtico-social que comienza a complicar al modelo neo-liberal en tantas partes del mundo? ¿Busca el TPP crear un dique de contención al respecto? En jerga de economista: ya que este modelo pierde su semblanza a un equilibrio Nash, nuevas instituciones supranacionales, creadas especÃficamente para ello, pueden fortificarlo −como cuando un equipo cae en la tabla, es hora de salir al exterior a buscar refuerzos-. ¿Qué pasarÃa mañana, en la era del TPP, si un gobierno decide hacer algo de verdad respecto de nuestros salarios de ineficiencia, y resuelve, por ejemplo, subir en forma ordenada (pero significativa) el salario mÃnimo? Muy simple: ahora las multinacionales podrán recurrir a las nuevas cortes Mickey Mouse, para pedir compensación. ¿Y si se decide hacer algo radical contra el tabaco? Las corporaciones del rubro (las únicas que pueden elaborar un producto que se puede vender en forma legal, y que mata al usuario si éste hace exactamente lo que se le dice debe hacer con el producto) podrán hacer lo mismo. Y si a una multinacional se le niega el permiso para llevar adelante un proyecto por sus daños medioambientales, ésta podrá hacer lo mismo, pero esta vez para pedir compensación por todas las utilidades que podrÃa haber ganado si se le hubiese autorizado seguir adelante. ¿Y qué pasarÃa si un gobierno decide colocar un techo a la tasa de interés máxima efectiva anual que puedan cobrar las instituciones financieras no mayor a (digamos) 20 puntos porcentuales sobre la tasa de referencia del Banco Central? ¿Y si al mismo tiempo transforma al Banco Estado (empresa estatal, aunque les de vergüenza colocar el âdelâ en el nombre) en una fuente realmente efectiva de acceso al crédito barato para personas de ingreso bajo y PYMES? ¿O si un gobierno decide crear una AFP estatal como remedio paliativo al actual sistema? (la Comisión Bravo estima que entre los años 2025 y 2035 la mitad de los pensionados recibirá una jubilación que no superará el 15% de su sueldo). En estos casos, la compensación a las corporaciones afectadas podrÃa ser mucho más sustancial por la osadÃa de querer usar empresas estatales para interferir en el asà llamado mercado (¿habrá alguien en Chile que todavÃa crea que lo que existe se asemeja a un âmercadoâ?). Si Adam Smith supiera en lo que terminó su quimera⦠La hipótesis de trabajo del TPP, como predicaba Milton Friedman, es que hay que proteger a los consumidores de las interferencias del gobierno, y no de los abusos de las grandes corporaciones ¿Y si una futura superintendenta de pensiones, a diferencia de la actual, no aprueba (y menos en forma express) la creación de una AFP fantasma, sin infraestructura ni afiliados, cuyo único fin aparente es realizar un âgoodwill tributarioâ, que permite a la AFP matriz una rebaja tributaria de $ 80 mil millones? ¿Y si un gobierno decide colocarle un royalty de verdad a las multinacionales del cobre, para recuperar la renta minera que aún en la actual Constitución pertenece a todos los chilenos? La ira de Voldemortcaerá como un relámpago. Lo mismo si el gobierno decide recuperar y licitar las aguas de las lluvias y las del derretimiento de las nieves, regaladas (¿auto-regaladas?) deshonestamente por los iluminados de la dictadura; o si se decide hacer igual cosa conlos derechos de pesca, regalados deshonestamente por nuestra (boleteada) democracia. La nueva institucionalidad supranacional, en lugar de crear espacios para reparar fraudes sistémicos, los va a legitimar, pues será mucho más difÃcil repararlos. Y, como decÃamos, si se decide implementar nuevamente controles de cambio, como los del â90 (tan efectivos en su época, a pesar de su timidez) −para asà poder tener un tipo de cambio más estable y competitivo− no sólo habrÃa que saltar la vara artificial del TLC, sino que ahora habrÃa también que compensar a cuanto especulador le de una pataleta. Y olvÃdense de la posibilidad de hacer polÃtica industrial âverticalâ, como en Asia, pues dicha polÃtica es por definición, un mecanismo que interfiere en la asignación de recursos (con ganadores y perdedores; un ejemplo serÃa un royalty diferenciado a la minerÃa del cobre para incentivar su industrialización). ¿Y si un gobierno decide (¡por fin!) actuar en defensa de los consumidores, para acabar con tanto abuso? No se sorprendan si en el futuro un gobierno tenga que ir a pedir permiso a las nuevas cortes para poder mirar dentro de una salchicha. La hipótesis de trabajo del TPP, como predicaba Milton Friedman, es que hay que proteger a los consumidores de las interferencias del gobierno, y no de los abusos de las grandes corporaciones. EL NOCIVO EFECTO EN EL ACCESO A LOS FÃRMACOS Entre los pocos temas en los que ha habido algo de debate, está el de los efectos del TPP en el precio y en el acceso a fármacos, en especial a los genéricos. Como en tantas otras áreas, salvo por lo publicado en WikiLeaks, poco se sabe del detalle del acuerdo, en especial su letra chica. La preocupación es obvia, dado el abuso sistémico de las farmacéuticas. Por ejemplo, según un informe de la revista Journal of National Cancer Institute, 11 de los 12 nuevos medicamentos contra el cáncer aprobados recientemente por la Administración de Alimentos y Medicamentos de EE.UU. se comercializan a un precio de más de US$100.000 al año ($70 millones, en algunos casos mucho más). Esa cifra es el doble del ingreso promedio anual de los hogares norteamericanos; y para qué decir de los otros paÃses del TPP. Un signo de los tiempos que se nos vienen encima es que hace un mes un conocido hedge fund manager compró los derechos de un remedio esencial para combatir el VIH, e inmediatamente multiplicó su precio por 55 (de US$13,5 a US$750; o del ya caro $9.300, a más de $500.000 por pastilla). Todo, por supuesto, en nombre de la ciencia y del progreso. Nuestro emprendedor ya habÃa sido acusado de ganar plata ilegalmente -vÃa short-selling- acciones de empresas biotecnológicas usando información privilegiada (que obtenÃa pagando a funcionarios públicos), y difundiendo informaciones falsas sobre dichas empresas. ¿Velarán las nuevas cortes por el juramento hipocrático âEn cualquier casa donde entre, no llevaré otro objetivo que el bien de los enfermosâ; o ayudarán al camello a pasar por el ojo de la aguja? Cuesta creerlo, pero como explicaba un conocido premio Nobel de Medicina, âse han dejado de investigar antibióticos porque eran demasiado efectivos y curaban del todoâ. Estas son las farmacéuticas y los especuladores que ganaron por goleada en la negociación del TPP. A diferencia de un naufragio, ¡sálvense quien pueda (pagar)! Si un nuevo gobierno decide poner orden en este negocio, la irritación de dichos jueces será bÃblica. Hasta para el New York Times lo que pone en evidencia esta cláusula es evidente: âla prioridad [en el TPP] es la protección de los intereses corporativos, y no el promover el libre comercio, la competencia, o lo que beneficia a los consumidores Como si todo ese abuso no fuese suficiente, en Chile hay que sumar la posición prácticamente impune de las cadenas farmacéuticas −tres de ellas controlan el 90% del âmercadoâ- que les permite rentar sistemáticamente (a veces en forma legal, en otras no) de su posición oligopólica. Ello emana de que el TDLC, que deberÃa velar por la competencia, no es más que un buldog sin dientes. Y para qué decir el escarmiento si a un gobierno se le ocurre la herejÃa de crear una empresa estatal que produzca masivamente genéricos; o una que se encargue de velar por una distribución equilibrada; o si decide masificar el experimento de Daniel Jadue en Recoleta (quien, como buen ciudadano de origen Palestino, parece tener una genialidad especial para enfrentar fallas de mercado). CUANDO EL PASADO NI SIQUIERA HA PASADO Alguien podrÃa decir, y con razón, que las futuras compensaciones tipo TPP no tienen nada de original. Cuando en 1834 Inglaterra decidió abolir la esclavitud, pagó 17 mil millones de libras esterlinas −o US$26 mil millones (en moneda actual)− como compensación a los dueños de esclavos, incluido miembros insignes de la House of Lords, muchos de los cuales habÃan comprado sus tÃtulos de nobleza con lo obtenido en el comercio de esclavos (algunos de sus descendientes aún se sientan en dicha ilustre Cámara). Esa generosidad no se extendió a los esclavos por lo sufrido en tamaña falla de mercado. El TPP revela que el pasado ni siquiera ha pasado. Adam Smith ya condenaba a las elites de su época, por creerse âlos dueños del universoâ; por comportarse de acuerdo a lo que él llamaba âsu vil máxima: todo para nosotros y nada para los demásâ. Jorge Bergoglio, en su discurso sorprendentemente directo para un PontÃfice, toca el mismo tema: âMientras que el ingreso de una minorÃa aumenta exponencialmente, el de la mayorÃa se desmorona. Este desequilibrio es el resultado de ideologÃas que defienden la autonomÃa absoluta del mercado y de la especulación financiera, negando el rol verdadero del Estado en la economÃa, que es el de velar por el bien común. De esta forma, se instaura una nueva forma de tiranÃa, aunque a veces ella sea poco visible o virtual, la cual impone sus propias leyes y reglas en forma unilateral e irremediableâ. Y como en toda tiranÃa, cortinas de hierro (ahora algo más sofisticadas, del tipo TPP) son muy prácticas. El objetivo evidente de la nueva institucionalidad jurÃdica supranacional que intenta crear el TPP es limitar (como en el pasado)el campo de maniobra de los gobiernos al área que las grandes corporaciones consideran âtolerableâ en materias que van de lo salarial a lo tributario, de la regulación financiera a los derechos de los consumidores, del acceso al Internet a varias libertades individuales, y del medioambiente a la salud pública. Y ahora nada mejor que cooptar a los representantes de los agobiados para vender esta pomada. Una de las cosas que ya se sabe (nuevamente gracias a WikiLeaks) es que lo que va a primar por sobretodo son âlas expectativas de retorno razonables de las multinacionalesâ (¿?). Todo esto dentro de un contexto garcÃamarqueano, tÃpico de TLC âmodernoâ (esto es, uno que tenga poco que ver con el comercio), llamado âexpropiación indirectaâ, bajo la idea de que también se considerará como expropiación âla medida en la cual la acción del gobierno interfiere con expectativas inequÃvocas y razonables en la inversiónâ. Aquà hay tres palabras clave; la primera se refiere a la âinterferenciaâ del gobierno. ¿Cuál va a ser la diferencia, por ejemplo, entre una interferencia, y una acción de orientación keynesiana de un gobierno democrático que, representando la voluntad popular, busque la defensa del medioambiente, de los derechos de los consumidores, del acceso a la salud, a la educación, o de la estabilidad macroeconómica? Segundo, ¿quien va a definir qué es lo ârazonableâ? Por decir lo obvio, no hay área más relativa que esta. Para mà seria lo más razonable del mundo que a Jorge Valdivia se le otorgara La Orden al Mérito, grado Comendador, por su contribución a la genialidad del mediocampo. Y tercero: ¿qué es una inversión? A diferencia de, por ejemplo, actividades puramente especulativas, movimiento de capitales golondrinas, yactividades de traders que sólo buscan beneficiarse explotando fallas de mercado (muchas veces en el área gris de lo legal). Con el TPP, a la mayorÃa de los chilenos también se nos declara incapaces de decidir en un amplia gama de materias de polÃtica económica, y se nos designa un nuevo curador ad hoc (cortes tÃteres supranacionales) para que, otra vez − para nuestra propia protección y la de nuestros bienes− decida por nosotros⦠¿Son cortes Mickey Mouse, pobladas de jueces que parecen la imagen popular del juez Griesa, las más indicadas para definir estos temas? No nos olvidemos que hace muy poco, a pesar de que el gobierno de Chile le habÃa anunciado a los cuatro vientos que lo que pedÃa Bolivia era erosionar un tratado existente, una corte internacional (y una que es de verdad) decidió, y por gran mayorÃa, declararse competente en esta materia limÃtrofe. Como curtidos vendedores ambulantes, los del TPP agregaron disposiciones que, aparentemente, atenuaban el impacto de lo anterior, pero todas tienen sus ânormalizadoresâ. Por ejemplo, un artÃculo afirma que âno hay nada en este capÃtulo que impida a un paÃs miembro regular el medio ambiente, la salud u otros objetivos de esta naturalezaâ. Pero de inmediato agrega: âpero tal regulación debe ser compatible con las otras restricciones del tratadoâ. Monsanto, por ejemplo, no tendrá problema alguno para demandar a cualquier paÃs que se oponga al uso de sus productos genéticamente modificados diga lo que diga la regulación existente sobre el medio ambiente o la salud. Por definición, lo razonable se define como aquello que quiere Monsanto. Hasta para el New York Times lo que pone en evidencia esta cláusula es evidente: âla prioridad [en el TPP] es la protección de los intereses corporativos, y no el promover el libre comercio, la competencia, o lo que beneficia a los consumidoresâ. En buen castizo, uno va a poder hacer lo que quiera, como quiera y cuando quiera, siempre que lo que quiera sea lo que el TPP (y sus cortes versallescas) estipulen como ârazonableâ (en lugar de âinterferenciaâ), aún en el caso de que ello se refiera a actividades puramente especulativas (y muchas veces destructivas). Cualquiera semejanza con nuestras transiciones a la democracia es pura coincidencia. En ellas podÃamos recuperar nuestra tan deseada libertad de expresión, siempre que en la práctica no exigiésemos, y finalmente ni creyésemos, en lo que previamente habÃa estado prohibido decir. Para decir lo obvio, la modernidad neo-liberal no es más que transformar lo que Abraham Lincoln llamó âel gobierno del pueblo, por el pueblo y para el puebloâ, en el gobierno âdel 1%, por el 1% y para el 1%â. Y para consolidar esta nueva realidad se requiere de muchas cosas, incluida una nueva jurisprudencia. EL TPP COMO SEGURO AL INMOVILISMO El problema fundamental para nuestro modelo neo-liberal es que no hay muchas formas de ordenar el puzzle para que el resultado sea un modelo polÃtico-económico que le entregue −en democracia, y año tras año− más del 30% del ingreso al 1% de la población. Cuando comienzan a haber temblores grado 3, es tiempo de salir a comprar seguros externos que ayuden la inmovilidad (la alternativa siempre disponible es activar el Exit Mode, aumentando la inversión externa en el resto de America Latina). Una forma de comprender el dilema de nuestro modelo neo-liberal criollo, es mirarlo desde la perspectiva de la teorÃa del caos: este modelo es como uno de esos sistemas complejos que son muy sensibles a las variaciones en las condiciones iniciales. Pequeñas variaciones en dichas condiciones pueden implicar grandes diferencias en su desarrollo futuro. Esto sucede aunque estos sistemas son en rigor bastante determinÃsticos, dado sus condiciones iniciales. La esencia de un modelo asà (a diferencia de lo que nos quiere hacer creer tanto mandarÃn del modelo, con sus predicciones apocalÃpticas a cualquier cambio, en especial en cuanto al empleo) es que es prácticamente imposible predecir el resultado de un cambio, por pequeño que sea (siempre me entretengo tratando de explicar esto a mis alumnos de econometrÃa, pues cualquier cambio puede generar dinámicas irreplicables). A diferencia de la fÃsica de Newton, que puede entender con precisión el movimiento de dos cuerpos que interactúan por medio de la gravedad, si un modelo complejo de acumulación (como el actual) es sujeto a un shock múltiple, la dinámica del movimiento es impredecible. Por consiguiente, todo cambio es muy delicado −y resbaladizo-. Cualquier seguro, al precio que sea −qué importa si éste conlleva perdida de soberanÃa a cortes de dudosa reputación− es muy bienvenido. Y lo de dudosa reputación es porque estas cortes han sido diseñadas especÃficamente para maximizar los conflictos de interés de sus miembros. Los tribunales que van a dirimir los litigios en el TPP serán integrados por jueces y abogados que van a alternarse en sus funciones. Esto es, rotarán entre servir como jueces en los tribunales, y actuar en representación de las corporaciones que llevan sus causas a dichos tribunales. Si como jueces son afectuosos con las multinacionales, podrán esperar jugosos contratos como litigantes cuando se reencarnen en el periodo siguiente como simples abogados. Para la senadora demócrata Elizabeth Warren (no se olviden de este nombre), eso ya es lo que botó la ola, o como dirÃa un romano, el non plus ultra del TPP. ¡Para el Guiness Book of Records! (sección conflicto de interés). Si hay algo que la ideologÃa neo-liberal domina a la perfección es la tecnologÃa del poder (una pena que no pase lo mismo con muchas de las tecnologÃas productivas). Por eso, llamar estas cortes âMickey Mouseâ, como lo hago aquÃ, es sobrestimarlas −en el sentido que la Real Academia Española define esta última palabra−, esto es, estimar algo por encima de su valor. Otro problema fundamental de nuestro modelo neo-liberal es que necesita sincronizar dos lógicas distintas: la del desarrollo nacional, y la del capital globalizado (nacional y extranjero). La sorprendente falta de industrialización de nuestro sector exportador es el mejor ejemplo del conflicto entre ambas lógicas: como dirÃa un griego, ahà si que no hay sinfonÃa entre los intereses de nuestro desarrollo económico y el de las multinacionales que se quedan artificialmente en lo puramente extractivo. China: ¡Qué excusa más manoseada! El supuesto implÃcito con que se ha trabajado en Chile desde las reformas, tanto en dictadura como en democracia, es que ambos intereses −los del desarrollo nacional y los del capital globalizado− son prácticamente idénticos (como un diagrama de Venn con dos conjuntos que tiene casi todos sus elementos comunes). Como cada dÃa es más evidente que eso no es asÃ, un TPP es muy bienvenido para asegurar la primacÃa del segundo. Antes de las reformas, la hipótesis de trabajo en polÃtica económica fue que ambas lógicas eran contradictorias; ahora, que ellas son indistinguibles. ¿Por qué será que en lo ideológico la tradición iberoamericana sólo puede avanzar multiplicando por menos 1, esto es, con retroexcavadoras? Hirschman nos decÃa hace años que la formulación de polÃticas económicas tiene un fuerte componente de inercia. Por tanto, a menudo éstas se continúan implementando rÃgidamente aunque ya hayan pasado su fecha de vencimiento y se transformen en contra-productivas. Esto lleva a tal frustración y desilusión con dichas polÃticas e instituciones que es frecuente tener posteriormente un fuerte âefecto reboteâ. ¡Tanto se ha hablado de la famosa retroexcavadora de Quintana! Lo que se olvida es que las retroexcavadoras son endógenas a los modelos inmovilistas. Los Chicago Boys no fueron una retroexcavadora exógena, ni menos original del modelo anterior. Ese modelo, por no adaptarse en su época al cambio (como lo hicieron procesos similares en Asia), generó las condiciones para tal retroexcavadora. Los Chicago-Boys, con Sergio de Castro a la cabeza, fueron sólo los yihadistas encargados de manejarla. Y por eso la retroexcavadora fue tan burda (El Ladrillo); no hay que olvidar que el núcleo de la gran âmodernidadâ chicaguense fue simplemente transformar lo que antes era vicio en virtud, y lo que antes era virtud en vicio. No se quejen ahora mis amigos neo-liberales si en el horizonte comienzan a ver una retroexcavadora marca déjà vu. En otras palabras, hay pocas formas de organizar nuestra economÃa para que unos pocos (nacionales y extranjeros) puedan seguir llevándose la inmensidad que se llevan. La actual está hecha a la medida: lo que prima es la especulación financiera, todo tipo de rentas oligopólicas, subsidios del Estado, y la piñata de los recursos naturales (la diferencia entre nuestra oligarquÃa y la de los tiempos del Gran Señor y Rajadiablos es que la actual cree que su derecho de pernada se refiere a los recursos naturales). Y como acaba de quedar más que en evidencia en estos dÃas con el último escándalo de colusión, también prima la peor hipocresÃa: como nos dice un conocido dirigente empresarial, refiriéndose a la reacción de la SOFOFA y otros empresarios, âlos lamentos por colusión son [sólo] un showâ. En este modelo neo-liberal, el eje de la acumulación son las fallas de mercado, los privilegios, la poca competencia, las instituciones tÃmidas, y una inteligencia âprogresistaâ llena de conflictos de interés. Sólo un contexto como este puede premiar tanto a especuladores, rentistas y traders, a los traficantes de influencias polÃticas y de información privilegiada. No cabe duda que eso castiga a la inversión real, a la diversificación productiva, a la absorción tecnológica y a la industrialización del sector exportador (pues asà pocos se van a molestar en invertir más allá de lo necesario para depredar recursos naturales en forma competitiva, y desarrollar actividades no transables de bajo desafÃo tecnológico). En un contexto asÃ, la desigualdad es tan melliza de la ineficiencia como la ley de la gravedad lo es de la manzana: una economÃa que es un paraÃso para especuladores, rentistas y traders sólo puede ser un purgatorio para el sector real y los consumidores (el limited access order de Douglas North intenta mirar en esta dirección). Y como en democracia no hay muchas formas para organizar esto, para continuar asegurando el inmovilismo a la mayorÃa de nosotros se nos tiene que declararâinterdictosâ en un número creciente de materias. Primero se nos declaró judicialmente incapacitados para decidir en materias de polÃtica monetaria y de tipo de cambio; por tanto, se nos designó un curador imparcial (Banco Central âindependienteâ) para que velara por nuestra propia protección y la de nuestros bienes. Después se intentó colocar una camisa de fuerza al gasto público. Finalmente, ahora con el TPP, a la mayorÃa de los chilenos también se nos declara incapaces de decidir en un amplia gama de materias de polÃtica económica, y se nos designa un nuevo curador ad hoc (cortes tÃteres supranacionales) para que, otra vez −y también para nuestra propia protección y la de nuestros bienes− decida por nosotros cuál es el rango de lo ârazonableâ en dichas materias. RegÃstrese, comunÃquese, publÃquese y archÃvese. Falta poco para que en una elección presidencial lo que realmente esté en juego sean temas tan trascendentales como si cambiamos el horario en invierno, o si el monumento a Sampaoli (muy merecido) deberÃa estar en el Estadio Nacional o frente a La Moneda (junto a mi TÃo Abuelo). Y seguro que entoncesConicytabrirá una convocatoria para estudios que traten de explicar la sorprendente abstención electoral. No se quejen tanto mis amigos neo-liberales, entonces, cuando aparezca un populista con una retroexcavadora tamaño XXXL. Para Žižek, la última victoria polÃtico-ideológica es cuando unos comienzan a contar las historias de los otros como si fuesen propias. Con el TPP, la nueva (bueno, ya harto vieja) centro-izquierda da cátedra en eso, sin entender que las cosas están cambiando. Parece que no entienden la regla del offside. Lo más inherente del inmovilismo es su falta de ideas. Y como decÃa Maquiavelo, eso no sirve ni para ganar a amigos ni para derrotar enemigos. Según Darwin, al final, el que sobresale, el que tiene éxito en el largo plazo, no es el más fuerte, ni siquiera el mas inteligente, sino el que se adapta mejor al cambio. Ahà esta el Talón de Aquiles fundamental del sistema actual: no puede, casi por definición, adaptarse al cambio. Cualquier cambio implica gran incertidumbre. El inmovilismo es la única certeza. ¡Nunca nos ha hecho tanta falta un Piloto Pardo! (y cómo nos sobran los âSirâ Shackleton). En resumen: cuando nos insistan que el TPP es un tratado âcomercialâ; que abrirá grandes oportunidades a nuestras exportaciones; que nos dará el tan necesario impulso para salir del actual pantano; que gracias a él nos codearemos con la mejor gente, sepa que estarán tratando de pasarnos gatos por liebre. Pues hoy, la mejor forma de pasar gatos por liebre es llamar al gato libre comercio. De la misma forma que si alguien le preguntase a Enrique Correa o Eugenio Tironi cuál es la mejor forma de vender un auto de segunda mano en mal estado, seguro que dirÃan: llámelo libre comercio. Joan Robinson −la mejor economista mujer de la historia− ya nos decÃa hace tiempo que âla razón para estudiar economÃa no es la de adquirir una serie de respuesta ya elaboradas a problemas económicos, sino la de aprender lo necesario para no ser engañados por economistasâ. Eso es hoy más cierto que nunca. Ya era hora de hacerles un margin call a nuestros vendedores del TPP, pues es el momento de que pongan más sustancia en sus argumentos. Como dice la canción: fue tu mejor actuación; pero perdona que no te crea, pues lo tuyo es puro teatro. Falsedad bien ensayada. Estudiado simulacro. José Gabriel Palma es doctor en EconomÃa de la Universidad de Oxford y doctor en Ciencia PolÃtica de la Universidad de Sussex. Es profesor de la Facultad de EconomÃa de la Universidad de Cambridge y de la Facultad de Administración y EconomÃa de la Universidad de Santiago. Fuente: CIPER ____________________________________________________________________ ____________________________________________________________________ Si deseas conocer mas, visÃtanos, sÃguenos y suscrÃbete - Cultura, Documentales, Conferencias, Reportajes, Biblioteca, Noticias Fuente: Centro de Documentación Mapuche, Ñuke Mapu |
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