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![]() 2015-08-01 | Opinión | MapucheNuevos desafÃos de la polÃtica indÃgena de los gobiernos democráticos frente a la demanda mapucheLa relación del pueblo mapuche con el Estado chileno ha estado tristemente marcada por la ocupación militar, la usurpación de su territorio ancestral, la radicación de su población, la persistente polÃtica de división de las comunidades y otorgamiento de tÃtulos de dominio individuales.
Los compromisos adquiridos por el entonces candidato presidencial fueron el reconocimiento constitucional de los pueblos indÃgenas, la creación de una Corporación Nacional de Desarrollo IndÃgena y de un Fondo de Etnodesarrollo y la creación de una Comisión Especial para los Pueblos IndÃgenas (CEPI) encargada de estudiar las propuestas formuladas por las organizaciones indÃgenas. Esta comisión fue la encargada de redactar el borrador del proyecto de ley indÃgenas que luego de varias modificaciones en el Parlamento se convertirÃa en la Ley 19.253 (Ley IndÃgena). La promulgación en 1993 de la Ley IndÃgena supuso un punto de inflexión en las polÃticas públicas sobre los pueblos originarios, toda vez que dicha normativa reconocÃa la existencia de grupos o etnias indÃgenas descendientes de los primeros pueblos en habitar este territorio y establecÃa derechos particulares para ellos. El Estado se comprometÃa a proteger y fomentar las culturas indÃgenas asà como a restituir las tierras usurpadas y ampliar los terrenos que resulten insuficientes para el desarrollo de comunidades e individuos indÃgenas, entre otras medidas. Hasta ahora las autoridades han adoptado una óptica errada frente a la demanda indÃgena por autonomÃa, considerándola una amenaza separatista âtratado como un problema de seguridad pública-, en lugar de afrontarlo como el reclamo por una ciudadanÃa diferente que tiene su base en lo comunitario. El Estado debe adquirir el compromiso de avanzar seriamente junto a los pueblos indÃgenas en definir lÃmites territoriales donde prevalezcan tanto derechos individuales como especialmente colectivos, esto es, autonomÃa polÃtica. No obstante la importancia histórica del reconocimiento público de lo indÃgena, a la hora de hacer un balance de los últimos veinticinco años cuesta mucho calificar de exitosa la polÃtica indÃgena implementada por los sucesivos gobiernos. Esto, debido a una serie de factores como la progresiva incapacidad de la institucionalidad indÃgena para atender las demandas, el incumplimiento de compromisos tan fundamentales como el reconocimiento constitucional de los pueblos indÃgenas y la creciente distancia entre las expectativas de la movilización indÃgena y la respuesta por parte del Estado. Hoy se vive una situación particularmente compleja en los territorios mapuche. Los hechos de violencia -aun siendo aislados- no dejan de generar impacto público por las consecuencias que estos traen sobre la vida humana y el desarrollo de las comunidades mapuche y agricultores de la zona, especialmente en aquellas más pobres y en las cuales la intervención empresarial es más profunda. Ciertamente las polÃticas de gobierno han encontrado serias dificultades y obstáculos que evidencian una crisis de la institucionalidad del Estado chileno para abordar el tema indÃgena, mientras se hace cada vez evidente la profunda pérdida de confianza de las comunidades hacia las autoridades polÃticas. Entre muchos factores explicativos se encuentran el estancamiento de la polÃtica de restitución de tierras, la incapacidad de aplicar el Convenio 169 de la OIT en su amplio dominio, la violación sistemática de derechos, tales como el acceso al agua, el privilegio de inversionistas sobre comunidades (caso Aeropuerto de Quepe), el recrudecimiento de la violencia contra la población mapuche, enjuiciamientos arbitrarios y antojadizos a sus jóvenes lÃderes, criminalización de la protesta mapuche y la ausencia absoluta de la generación de instrumentos pertinentes para el fomento del desarrollo mapuche. Existe una necesidad imperativa de una nueva polÃtica indÃgena, que permita saldar la deuda pendiente con el pueblo mapuche, proyectándose consistentemente con los imperativos de la nueva realidad del paÃs, los estándares internacionales de Derechos Humanos y los propios movimientos indÃgenas. En los últimos 25 años Chile ha experimentado un acelerado proceso de modernización, que ha permitido el surgimiento de una pujante clase media y de una sociedad civil que afirma con claridad ser portadora de derechos. La irrupción de diversas movilizaciones sociales en los últimos años, da cuenta de una ciudadanÃa cansada de los abusos, la postergación y la desigualdad. Resulta cada vez más evidente la desafección de la sociedad civil con el sistema polÃtico, reflejada en el alto rechazo que concitan los partidos polÃticos. El debilitamiento progresivo de la imagen de las instituciones públicas pareciera insinuar un peligroso divorcio entre el Estado y una ciudadanÃa que demanda que este asuma su rol garante, procurando de forma activa el pleno goce de sus derechos. Paralelamente, la demanda indÃgena también adquiere una nueva dimensión. Hoy los pueblos originarios además recuperación de tierras y, por cierto, apoyo productivo, exigen respeto a su identidad cultural y sus derechos polÃticos, culturales, económicos y territoriales, además de la capacidad de autogobernarse en ámbitos claves de su vida colectiva y su plena participación polÃtica, en bien de su pueblo. Estas son las bases para el establecimiento de un diálogo entre iguales que se reconocen diferentes. La diversidad cultural debe dejar de ser tratada como un obstáculo en el diseño de polÃticas públicas y comenzar a considerarse una oportunidad para el beneficio general del paÃs. Los avances en esta materia solo serán posible en la medida que los Estados cumplan con su obligación de respetar y promover los Derechos Humanos. Hoy resulta evidente la falta de adecuación del orden normativo nacional al Derecho Internacional sobre Derechos Humanos, en general, y a los Derechos IndÃgenas en particular. Mientras el Derecho Internacional sigue avanzando hacia el reconocimiento de derechos de los pueblos originarios por su territorio y autonomÃa, como lo demuestra la aprobación en 2006 de la Declaración de las Naciones Unidas sobre Derechos de los Pueblos IndÃgenas, en Chile el debate sigue entrampado en la conveniencia de reconocer constitucionalmente siquiera la existencia de los pueblos indÃgenas. ¿Puede plantearse dentro del actual marco normativo nacional la existencia de territorios indÃgena? ¿Puede aplicarse los preceptos contenidos en el Convenio 169 de la OIT y la Declaración Universal de Naciones Unidas sobre Derechos IndÃgenas, cuyos pilares son los derechos colectivos, sociales, económicos, culturales y polÃticos que garanticen a los pueblos indÃgenas el goce de autonomÃa en sus territorios? Hasta ahora las autoridades han adoptado una óptica errada frente a la demanda indÃgena por autonomÃa, considerándola una amenaza separatista âtratado como un problema de seguridad pública-, en lugar de afrontarlo como el reclamo por una ciudadanÃa diferente que tiene su base en lo comunitario. El Estado debe adquirir el compromiso de avanzar seriamente junto a los pueblos indÃgenas en definir lÃmites territoriales donde prevalezcan tanto derechos individuales como especialmente colectivos, esto es, autonomÃa polÃtica. Para proponer nuevas propuestas de polÃticas públicas en materia indÃgena es necesario revisar primero cuales han sido los acuerdos alcanzados entre el mundo polÃtico y la dirigencia indÃgena; cuáles fueron la respuesta del Estado a la demanda indÃgena y cuál es hoy la actualizada âAgenda Mapucheâ. Sólo comprendiendo estos temas nos será posible ofrecer directrices para plantear una nueva polÃtica indÃgena sustentada en principios muy diferentes que hace 25 años atrás. por Antonio Correa ::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::: ![]() ![]() ![]() Si deseas conocer mas, visita y suscrÃbete a nuestro Canal en Youtube Ãuke Mapu Cultura, Documentales, Conferencias, Reportajes Fuente: El Mostrador |
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