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![]() 2012-01-26 | Opinión | MapucheChile, los mapuches y el 2012Si se acaba el mundo este 2012, Chile se irá al carajo batiendo al menos dos récords mundiales en materia indÃgena. Veamos.
SÃ, bastante tiene de enfermizo, pero bueno, el chileno es un animal de costumbre y hasta los mapuches, debemos reconocerlo, caÃmos en su tiempo en aquello de ocultar los apellidos, cambiarnos de nombre y apostar por blanqueamientos varios. Le sucedió a la generación de nuestros padres y tÃos, los mismos que hoy rondan los 60 años y migraron a la capital en los 70Â’. “En aquellos años la cosa era brava, sobrino”, me cuenta un tÃo. “Indio de mierda era lo más suave que te decÃan”, agrega. Es verdad. Antes la cosa era mucho más brava. Mi padre, que arribó a Santiago desde Carahue para cumplir su servicio militar, sufrió lo mismo. Pudo quedarse pero no lo hizo. No soportaba el racismo y apenas pudo regresó al sur, junto a los suyos. “Se sentÃa como pollo en corral ajeno”, me dijo una vez mi madre. Pollos en corral ajeno. Eso somos los mapuches en el Chile del 2012. Y también los Aymara, Likan Antay, Rapa Nui, Diaguitas, Kaweskar y Selknam, condenados en la Carta Magna a ser simple folclore o plato de acompañamiento. Y convengamos a estas alturas que la culpa no es solamente de Pinochet y sus secuaces. Hasta donde sabemos, el anciano dictador y ladronzuelo solo repitió lo que muchos ya habÃan escrito antes. Hace poco, en la propuesta de Reformas PolÃticas firmada por la DC y RN, los arquitectos del “nuevo Chile” insisten sorprendentemente en lo mismo: “Chile es un Estado unitario y una nación única e indivisible”, señala el bendito documento. Ojo; 2012, pleno siglo XXI. Cuek! - Habrá sido el único paÃs de América Latina que persiguió terroristas en “un paÃs libre del flagelo del terrorismo”. Cuesta entenderlo, pero asà es. Lo establece el Informe Anual del Departamento de Estado de los Estados Unidos, que da cuenta de diversas amenazas terroristas a nivel global. Chile, en los últimos veinte años, figura en dicho informe –una verdadera Biblia para tipos como Hinzpeter, podrÃa uno suponer- como un paÃs “libre del flagelo del terrorismo doméstico e internacional”. Pese a ello, del 2001 a la fecha, en al menos 15 oportunidades los gobiernos chilenos de turno han invocado la aplicación de la Ley 18.314 que sanciona conductas terroristas, especialmente contra ciudadanos, comunidades y organizaciones del pueblo mapuche. Ojo con la fecha: año 2001, post 11 de Septiembre. ¿Paranoia mundial tras lo de las Torres Gemelas? ¿Oportunismo polÃtico de las autoridades? ¿Todas las anteriores? “Algo no cuadra en esta historia del terrorismo mapuche”, me comenta un colega de la agencia EFE, enviado a reportear el trágico incendio en Carahue. “No usan armas de guerra, no atacan a población civil, no realizan atentados en zonas urbanas, no reivindican polÃticamente los sabotajes que se realizan en zonas rurales, no practican el secuestro, tampoco la extorsión económica, mucho menos las ejecuciones selectivas ni se declaran fuerza beligerante ante el Estado y el Ejército nacional. Y lo más paradójico, los únicos muertos a la fecha son de vuestro lado, chicos veinteañeros asesinados por agentes estatales y cobardemente por la espalda”, agrega. “Si los mapuches fuéramos en verdad terroristas nadie en Santiago dormirÃa tranquilo. Se lo aseguro peñi”, me advirtió un lonko de LleuLleu. “Pero seria ir contra nuestra cultura, contra nuestra propia cosmovisión”, agregó enseguida. Y es verdad. Los chilenos ni se lo imaginan, pero existen pocas culturas tan abiertas al intercambio, a la mezcla, al cruce, a los préstamos culturales, como la mapuche. Y por lo demás, tan protocolares, diplomáticas y pacÃficas a la hora de hacer polÃtica. ¿O en verdad usted creyó el cuento de Caupolican cargando un pesado tronco para ser elegido Toqui? Burda caricatura de nuestro William Wallace, un magnÃfico estratega polÃtico y militar reducido a un salvaje “bruto” y “descerebrado”. En Temuco hace poco inauguraron una estatua de don Caupo. Está en pleno centro. “Papá, ¿quién es ese hombre?”, preguntó mi hija cierto dÃa. “Un obrero forestal”, le respondÃ. Pedro Cayuqueo Fuente: The Clinic |
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